jueves. 25.04.2024
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Opinión

Yo, soy un machuquito

Aunque no resulte creíble, son ahora mismo las cinco de la mañana. Se preguntarán ustedes por qué motivo escribo a estas horas tan intempestivas: lo hago por la sencilla razón de que si no dejo mis impresiones sobre el teclado ahora mismo, seguro que mañana carecerán del sentimiento que las hace fluir directas, desde la confusión del duermevela que me las está dictando.

Soñaba hace un rato, no sé en qué fase técnica del sueño me encontraba, ni viene al caso; en realidad no estoy de acuerdo con los expertos en que los sueños duran solo un instante. Uno es raro hasta en eso; caigo con frecuencia en una especie de bucle del que no puedo salir; las sensaciones del sueño se prolongan en mí durante horas, y vuelvo una y otra vez a la idea central. A veces su recuerdo lo barre el despertar de mi consciencia, del mismo modo que el amanecer difumina poco a poco la oscuridad de la noche. Otras, en cambio, me deja grabadas las sensaciones fundamentales con las que estaba tejido, como esta madrugada, en la que la figura de un querido compañero y sin embargo amigo ya desaparecido me ha vuelto a visitar, como hace de un tiempo a esta parte.

Estábamos en una especie de patio de colegio, y me echaba en cara mi amigo que yo era un ‘machuquito’, como si me afease mi decidido fervor hacia la causa de los pueblos iberoamericanos. Me vi contestándole enardecido que así era, en efecto, mientras me iban viniendo a la mente tantos aspectos como conforman mi apasionamiento. Yo, soy un machuquito, porque:

-Su sangre es la nuestra, enriquecida con el mestizaje de otra sangre altiva que existía allende los mares.

-Nuestros antepasados fueron a esquilmar la plata y el oro de los suyos, bajo el pretexto de la cruz; unos metales que no nos sirvieron al pueblo, salvo para pagar mercenarias guerras de religión, en una Europa que aprendió así a odiarnos.

-Su lengua es la nuestra, envuelta en dejes de dulzuras acá desconocidas, bañada en sonidos aquí perdidos, merced a la superficialidad con que eliminamos todo lo arcaico.

-Su literatura amplió las fronteras mundiales de nuestras letras, que desde el Siglo de Oro se batían en retirada.

-Cada vez que la situación se vuelve imposible en nuestra tierra, allá contamos con el refugio seguro al que asir nuestra desesperación.

-Admiramos el coraje con el que ellos encaran el poder del Imperio, y se rebelan contra la arbitrariedad que pretende sojuzgar cada cierto tiempo las disidencias en su ‘patio trasero’.

-Nuestros cantares regresaron, en un viaje de ida y vuelta, enriquecidos con los sones caribeños, las brisas de las pampas y las nieves de la cordillera.

-Y hace cuarenta años que descubrimos la pasión y el colorido de su cine, cuando comprobamos cómo existía otro modo más enérgico y desgarrado de contar las historias en nuestra lengua común.

Por todas estas razones y otras muchas más que serían prolijas de enumerar, yo también soy un machuquito, y a mucha honra, ante quienes expelen por sus bocas el veneno de un pretendido menosprecio.

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