viernes. 29.03.2024
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Opinión

Trileros

Quienes percibimos desde un principio que la crisis económica obedecía a un plan perfectamente trazado de antemano fuimos tachados de conspiranoicos, porque la gente es más cándida de lo que parece, y está dispuesta a aceptar la palabra de cualquier trilero que se precie.Sin embargo, el tiempo nos ha ido dando la razón, a medida que se ha ido comprobando cómo aquella gran burbuja creada a base de insuflar una presión forzada en el sistema económico, no era más que un plan diabólico, para que una vez estallase ese bluff las clases medias y trabajadoras volvieran al lugar del que nunca debieron salir, según los inspiradores del invento. Unido a lo cual subyace una maniobra que de tiempo en tiempo les permite comprar barato y vender caro.

Solo hay que mirar los índices que día a día nos muestran cómo los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, para comprobar la eficacia de unos movimientos arteros, causantes de una brecha social que se está ampliando en todo el mundo, aunque en nuestro país más que en nuestro entorno, porque para lo malo siempre hemos sido campeones.

Y no es que los verdaderamente poderosos hubiesen diseñado dichas estrategias merced a una maldad intrínseca que persiguiese el mal de la mayoría. No; quienes mueven los hilos del mundo simplemente están enfermos, enfermos de ambición y avaricia: nunca tienen bastante, aunque su acumulación juegue contra los intereses de los más desfavorecidos. Esa es la principal maldad del capitalismo.

A poco que se esté informado, se sabe que las directrices de las grandes fortunas llegan a los dirigentes políticos a través de los llamados ‘Think-tanks’, que no son sino foros de encuentro donde los poderosos trazan las líneas de actuación que deben seguir los políticos a sus órdenes. De esos grupos de verdadera presión, capaces de poner y derribar gobiernos, proceden las consignas que seguirán a pie juntillas los ‘cabos de vara’ de la política.

Como buenos trileros que son, siempre hacen trampas y engañan a las mentes confiadas que se entregan a sus credos. Juegan con dos barajas: una para ganar y otra para no perder. Además del dinero, tienen de su lado el poder de las armas, el de la religión y el del fanatismo que despiertan en sus seguidores. Su teoría es bien simple: dejadnos que nademos en la abundancia, y de nuestra mesa caerá un maná interminable hacia todos los que se refugien bajo ella.

Como trileros, tienen armas escondidas en la chaqueta, asustan a sus víctimas mientras se limpian las uñas con navajas figuradas, más afiladas que cualquiera de las de Albacete, y si se ven perdidos gritan ¡agua! Pero en vez de avisar que viene la ‘pasma’, nos amenazan con que vienen los fascismos si desvelamos las trampas que les están haciendo a los incautos.

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