sábado. 20.04.2024
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Opinión

Análisis

A pesar de que cuentan con un cuarto de millón de agentes secretos (contingente estimado, por razones obvias), los americanos no se suelen enterar de lo que cuecen sus enemigos, hasta que les atacan Pearl Harbour o les tiran las Torres Gemelas. Los japoneses, con todo lo que saben, tampoco fueron capaces de darse cuenta de que no era prudente la construcción de una central nuclear al borde mismo de un mar en el que pueden producirse grandes maremotos. Ni siquiera los gobiernos españoles, que suelen estar formados por inteligencias preclaras (es broma), previeron que la pompa de chicle del ladrillo nos iba a estallar en toda la cara, a pesar de que casi se oía crujir la 'goma de mascar' de lo hinchada que estaba. En general, podríamos convenir que nadie se entera de nada; y así nos luce el pelo a toda la humanidad.

Se actúa siempre 'a toro pasado'; eso sí, con firmeza, como recoge el refrán: "Ida la liebre, palos a la cama". Cuando muchos de los dramas a los que nos enfrentamos podrían preverse, con un sosegado análisis de la inmensa cantidad de datos y vestigios que manejamos a diario. Se trata de pensar las jugadas por adelantado, como en el ajedrez.

Para ello son necesarios afinados escrutinios de las múltiples realidades que nos rodean, en una búsqueda permanente de los datos esenciales; labor entorpecida por los millones de datos que nos ahogan día a día. Desde que se popularizaron las fotocopiadoras, y no digamos los ordenadores, con su posibilidad de 'copiar y pegar' de aquí a allá, nos atosigamos unos a otros con datos, artículos, opiniones, vídeos... y un sinfín de estímulos, creando un totum revolutum de información que distorsiona la visión de lo fundamental. Nadie lee tantísimos informes como se generan, que parece vayan a ser valorados al peso de papel o según los megas que ocupen.

Se hacen imprescindibles serenos pensadores, capaces de abstraerse del vertiginoso día a día, para dilucidar hacia dónde debemos ir. Hoy no necesitamos a ningún Nostradamus poeta, sino a personas de mente clara que separen el grano de la paja, y entrevean con antelación qué va a pasar, para que podamos eludir tantos icebergs como amenazan el rumbo de este inmenso Titanic en el que todos estamos embarcados.

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