domingo. 05.05.2024
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Opinión

El paseíllo

La entrada al juzgado de Palma ya es bien conocida por la ciudadanía y lo que ahora se está intentando es que la infanta Cristina no tenga que hacer el paseíllo, como todo hijo de vecino, aunque en este caso el vecino sea el mismísimo Rey, para evitarle, según ha dicho el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, "situaciones de carácter previo" que puedan considerarse "perjudiciales".

'El paseíllo' es un término taurino que hace referencia al paseo que dan por el ruedo las cuadrillas de toreros al presentarse ante el público. Es el preámbulo al inicio del festejo, un ritual que se hace siempre y sin excepción. Viene a cuento esta reflexión, dada la expectación no exenta de cierta polémica, de la próxima comparecencia de la infanta Cristina ante el juez Castro para declarar como imputada por blanqueo de capitales y delito fiscal. La entrada al juzgado de Palma es bien conocida por la ciudadanía y lo que ahora se está intentando es que la imputada no tenga que hacer "el paseíllo", como todo hijo de vecino, aunque en este caso el vecino sea el mismísimo Rey, para evitarle, según ha dicho el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, "situaciones de carácter previo" que puedan considerarse "perjudiciales. Es decir, hablando en plata, usted, lector, y yo, si tuviéramos que declarar ante ese juzgado, haríamos de todas, todas, "el paseíllo", pero la infanta, cuyo mérito es ser hija del Rey, no debe, ni al parecer puede, pasar por el "trago" de que las cámaras y teleobjetivos de todo el mundo plasmen para la eternidad la primera vez que un pariente directo del Rey tiene que comparecer ante un juez. No, para ella otro rasero, el de la ocultación, el de tapadillo, no vaya a ser que el "pueblo" al ver a este miembro de la familia real en el juzgado se desmadre y crea que todo el monte es orégano. Su esposo, Iñaqui Urdangarín, acusado de seis delitos que pueden acarrear hasta 23 años de cárcel por prevaricación, malversación, falsedad, fraude y dos fiscales, si hizo el paseíllo, y a ella, la pobre, le quieren evitar ese "doloroso" momento. Será debido, digo yo, a que "sólo" está imputada por dos delitos y aquí sí que debe imperar la igualdad, o todos moros o todos cristianos: "el seis y yo dos, vamos anda", tuvo que pensar la afectada. Además la historia tiene todos los alicientes para que, si viviese aún Corín Tellado, sirviese de argumento para una de sus novelas. Ella, según sus abogados, actuó con "amor ciego", por "fe en su matrimonio" y el "amor" por su marido. Y eso, repito, según sus abogados, debe ser considerado un eximente porque "confianza y matrimonio son absolutamente imprescindibles, y el que no lo vea así es que no sabe lo que es el matrimonio". Como colofón de la novela, uno de esos abogados, Jesús María Silva, dejó para la historia una reflexión memorable: "mujeres, cuando vuestros maridos os den algo a firmar, primero llamad a un notario y tres abogados, o viceversa". Siguiendo con el símil taurino "el paseíllo" de la infanta no es que sea obligatorio, que debería serlo por ley, sino que es totalmente necesario, democráticamente hablando. No se puede, ni se debe, esconder la declaración de la infanta porque su imputación es un hecho de transcendencia pública que los medios de comunicación tienen la obligación, y el derecho, a recoger para conocimiento de toda la ciudadanía. Ya sabemos que el fiscal del caso, Pedro Horrach, ejerce de facto, de abogado defensor, y todo su trabajo se centra en desvirtuar el auto del juez y ponerlo a los pies de los caballos. Ya sabemos también que sus abogados defensores los ha encontrado en una tómbola. Y ya sabemos que el Gobierno va a impedir con todas los medios que sean necesarios que la infanta "sufra" y no tenga que hacer "el paseíllo". Pero, mire usted por dónde, el impacto de ese paseíllo ha sido enorme, sin haberse producido aún, entre los ciudadanos. Estamos a la espera de comprobar, una vez más, si en este país "la justicia es un cachondeo" o si, de una vez por todas, vamos a dar una lección de democracia e igualdad ante la Ley. España se está hundiendo con la corrupción. Taparla no es la solución. Limpiarla sí.

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