martes. 30.04.2024
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Opinión

Superluna de agosto

Tendrán que pasar unos 20 años para poder ver de nuevo a nuestra luna tan cerca. Y hacía muchos años, tantos que no llego a recordarlo, que no tenía tanto frío durante un mes de agosto. Los que preveían que el cambio climático iba a provocar un aumento continuo de las temperaturas están escondidos y los que se frotaban las manos por los aparatos de aire acondicionado que tenían previsto vender están calculando ya las pérdidas y oteando un otoño complicado, muy complicado.

Lo único que ha caldeado el ambiente durante este estío han sido las novedades de la familia Pujol, cuyos miembros han enarbolado la bandera del independentismo catalán solo para llenar sus particulares cuentas en paraísos fiscales. Vaya tela con el honorable y la honorable; vaya clan de sinvergüenzas. Y el arrogante presidente Mas se ha quedado descompuesto y con la cara un tanto 'desencajá' porque sabe que participó en los gobiernos de Jordi Pujol y que en cualquier momento le pueden sacar algún trapo sucio.

En esta España de ladrones y chorizos ya no queda nadie en quien confiar, aquí trinca hasta el más tonto, y si alguien duda de ello, solo hay que situar al más honesto de todos al frente de un estamento público donde se maneje dinero durante unas cuantas legislaturas. Al final habrá duplicado o triplicado su patrimonio. Y este proceso lo hará, además, sin que los inspectores de Hacienda detecten nada irregular.

Y la culpa de todo, como no podía ser de otra forma, la tiene la casta política, esa que al tener las alforjas llenas se ha olvidado de lo principal: de mantener plenamente operativos y activados esos resortes que, en un sistema democrático tan inexperto y joven como el nuestro, hubieran podido detectar y contrarrestar, con rigor e independencia, los continuos desmanes que se han ido registrando en esta ajada y resquebrajada piel de toro.

Lo triste y penoso es que para cerrar este espectáculo tan bochornoso que estamos dando es absolutamente necesario hacer borrón y cuenta nueva. Pero me temo que este paso, que resulta a todas luces necesario e imprescindible, nadie se atreve, ni se atreverá a darlo porque conllevará romper con lo establecido. No obstante, seamos optimistas, y ojalá que cuando veamos la próxima superluna, los casos de corrupción y los corruptos no acaparen el protagonismo de los medios de comunicación como hasta ahora.

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