sábado. 04.05.2024
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Opinión

Gris

Cuando el morado y el naranja se mezclan, sale gris. Curiosa mezcla cromática que sirve para retratar un sentimiento generalizado: descontento. Y es el que los ciudadanos han demostrado, con los resultados de estas elecciones que el panorama tiene que cambiar. Y hay dos datos que lo demuestran: en primer lugar la participación, que ha bajado con respecto a 2012, y en segundo lugar por el cuadro político que han dejado. Algunos han recriminado a los políticos su enfado sin asistir a las urnas, otros han optado por votar lo desconocido y también los ha habido fieles a sus convicciones.

La sabiduría popular dice que quien siembra viento recoge tempestades. Una tempestad que ha barrido al bipartidismo y que nos deja un arcoíris en el parlamento andaluz. Un nuevo concepto –para nosotros- de democracia que pasa por el acuerdo, el diálogo y la negociación.

El yoísmo de Susana Díaz ha triunfado por encima del carácter corporativista y el mensaje de equipo de Juanma Moreno. La autoconfianza y el sentimiento de liderazgo que la candidata socialista ha transmitido durante su campaña se ha traducido en la fuerza política más votada.

Pero este nuevo panorama retrata claramente la situación del electorado en general –ya lo anunciaba las elecciones Europeas- y el andaluz en concreto. Una tierra de izquierdas históricamente, que le cuesta castigar con la derecha, que ha asistido inmune a los casos de corrupción que han salpicado al gobierno socialista, y que sin embargo le ha quitado la confianza que le dio al PP hace tres años.

El 22 de marzo, el voto de la desesperación ha ganado, y no es otro que el de Podemos y Ciudadanos. Partidos sin propuestas concretas para los andaluces, pero que se han convertido en la única alternativa. En caso de la fuerza morada han conformado, de prisa y corriendo, una candidatura en Andalucía con una líder totalmente desconocida que se ha convertido en el tercer grupo más votado del Parlamento andaluz.

La gran sorpresa, Ciudadanos, que han desafiado las encuestas, que entran en Andalucía con un mensaje esperanzador, con un líder “inmaculado”, al que avala su gestión en el parlamento catalán y con un representante en Andalucía que tampoco nadie conoce. Ahora se mira con lupa a esta formación ante un posible pacto con el PSOE. Una decisión, que espero que maduren de cara a los comicios electorales de las generales.

Albert Rivera y Pablo Iglesias tienen trabajo por delante, tendrán que tutelar a sus candidatos, porque está claro que es un voto de marca, y una mala gestión en nuestra comunidad autónoma puede hacer tambalear el futuro de unos partidos que han crecido de prisa, sin agarrar con fuerza sus raíces.

Los grandes perdedores de estas elecciones son el Partido Popular e Izquierda Unida. A la derecha andaluza le ha tocado amortiguar el golpe del gobierno de Mariano Rajoy, los recortes del gobierno central han provocado un tijeretazo llamativo de los populares en los escaños. Y los resultados de Izquierda Unida, lo esperado. Un voto progresista que se dispersa, y que en gran parte se ha marchado fagocitado por el anterior negocio de gobierno con el PSOE.

Un análisis temprano, una foto polaroid de una noche que intuía convulsa e interesante desde el punto de vista político e histórico. Ahora, con estos resultados encima de la mesa se me vienen a la cabeza unas palabras del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “no aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”. Esto es democracia.

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