viernes. 03.05.2024
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Opinión

Suárez no murió ayer

¿Desde cuándo no estaba entre nosotros el, seguramente, mejor presidente de Gobierno de España posterior a la muerte de Franco y uno de los mejores del siglo XX? Por supuesto, no desde ayer. Tampoco cuando en 1982 dejó el partido -la unión de partidos- que, como un prestidigitador, se había sacado de la manga para convencer a millones de españoles de que esa opción, Unión de Centro Democrático (UCD), era la mejor y la más segura para llevar al país de la dictadura a la democracia. Ni cuando casi 10 años después, el 26 de mayo de 1991, anunció su dimisión como presidente del Centro Democrático y Social (CDS), otra formación política creada a su imagen y semejanza, convencido de que los españoles no eran de derechas ni de izquierdas, sino de centro, lugar que a su juicio no ocupaban ya sus sucesores al frente de UCD. Ni cuando el 25 de octubre de ese mismo año renunciaba a su escaño en el Congreso de los Diputados. Ni cuando el alzheimer hizo acto de presencia y dejó de saber, él, quién había sido y qué había hecho por su país.

Adolfo Suárez González dejó de existir el 29 de enero de 1981 cuando se dirigió a los españoles por televisión y les comunicó que no quería ser un obstáculo para el progreso de la democracia y que dimitía como presidente del Gobierno. Ese día, la temperatura máxima fue de 20º C en Badajoz, y la mínima, de -6º C en Valladolid. Los campos necesitaban mucha agua, pero sólo se registraron algunas lloviznas en Levante y Baleares. Era pleno invierno, pero no fue un día helador, en términos generales. Y, sin embargo, el país se quedó helado.

Decía ayer el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que hoy nos asustaríamos de lo que se dijo en contra de Suárez en los años en que presidió el Gobierno. Desde todas partes le acosaban sin piedad: desde la derecha -una derecha parecida a la que ahora manda en el país-; desde la izquierda -una izquierda mucho más beligerante que la de ahora-; y desde el propio centro -las luchas intestinas eran brutales-. Todo esto se destacaba en la prensa de aquel día y posteriores: "Suárez dimitió acosado por su propio partido", era el titular de "Abc" en su primera página de la edición del 30 de enero, y "Por el bien de España", la opinión del editorialista, quien calificaba de titubeante y con graves errores la política de UCD. "El País", por su parte, titulaba a cinco columnas: "Adolfo Suárez no explica las razones políticas de su dimisión", y en el editorial se refería a la crisis política que se abría debido a, entre otras cosas, "su falta de capacidad y su derrumbe psicológico".

Estos dos ejemplos de idearios periodísticos enfrentados bastan. No son necesarios sacar a relucir más para concluir que sólo el paso del tiempo, desgraciadamente y como casi siempre, es capaz de poner en su sitio a las personas. Quizás el reconocimiento por todo la ingente labor realizada por Suárez no sea sólo de ahora, es verdad, aunque uno no sabe si los comentarios favorables vertidos hace ya algunos años eran convencidos o, sencillamente, producto de una ridícula compasión por la enfermedad que tenía. Por que lo que hizo Suárez es para sentir hacia él, como ha manifestado el Rey, "una gratitud honda y permanente".

Y por mucho que ahora los políticos le dediquen frases grandilocuentes, nunca se le habrá hecho justicia. O se la habrá hecho justicia demasiado tarde.

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