jueves. 25.04.2024
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Opinión

Pendientes de Grecia

Usando la manida frase referida a cuando se esperan unos acontecimientos que pueden ser convulsos, diremos que Europa contiene la respiración. Este domingo, Grecia celebra elecciones generales y, si las encuestas no fallan, Alexis Tsipras, el líder de Syriza, se puede convertir en el nuevo jefe de Gobierno heleno. En el mitin de final de campaña, el ‘Pablo Iglesias’ griego se ha mostrado convencido de su victoria y parece que la única duda estriba en saber si conseguirá los votos necesarios para gobernar en solitario. 151 diputados es la frontera y, según los últimos sondeos, está a unos pasos de ella.

Los dirigentes europeos miran con recelo su hipotética victoria, entre los que están incluidos los españoles, fundamentalmente el Gobierno del PP y la oposición socialista. Temen que la decisión de los votantes griegos tenga un efecto contagioso y se genere una corriente a favor de Podemos. Más a favor, matizo, porque las encuestas dadas a conocer en los últimos meses y semanas ya le sitúan muy cerca de la victoria, si no sobre ella. Soplan vientos de cambio en España, a lo que puede ayudar el resultado de Grecia.

Pero seguramente lo que más juegue en contra de la formación de Iglesias es la lejanía de nuestras elecciones generales. Sí es verdad que en un par de meses se celebran las municipales y algunas autonómicas -las andaluzas no toca, aunque todo parece indicar que puede haber adelanto-, pero Podemos, como tal, no va a concurrir. Por tanto, lo que tenga que ocurrir, ocurrirá en noviembre, y se antoja mucho tiempo hasta entonces.

Es verdad que muchos indecisos, en estos ocho meses que restan, van a tener todo el tiempo del mundo para abrir los ojos y percibir con claridad que ha llegado la hora del cambio -como lo fue en su día la victoria socialista-, a lo que ayudará conocer las directrices programáticas del partido de Pablo Iglesias, su gran laguna hasta la fecha. También puede pasar lo contrario: que no lo vean, que no confíen. De cualquiera de las dos maneras, PP y PSOE, y alguno más, van a salir a morder.

Hasta noviembre, unos y otros -sobre todo, los populares- van a apelar, por una parte, al miedo por lo que podría suceder, a la falta de experiencia de Iglesias, Monedero, Errejón y compañía, a supuestas malas prácticas... Y, por otra, a la estabilidad que, dirán, solo está asegurada por ellos, los partidos tradicionales. Ahí de nuevo sacarán pecho Génova y Moncloa por haber sido capaces, ellos, de acabar con la crisis. “La crisis ya es historia del pasado” (sic), manifestó hace unas semanas Rajoy; “nuestro país ya está iniciando la recuperación con empleo, y con empleo de calidad”, dijo ayer, jueves, la ministra Fátima Báñez. Lo hicieron sin ponerse rojos.

Hombre, no cabe duda de que el dato referido a 2014, año en que se creó trabajo por primera vez desde 2007, es muy positivo, pero estuvo de más calificarlo “de calidad”. Todo lo contrario: contratos temporales, sueldos raquíticos... Todo ello sin olvidar que aún hay más de 1,7 millones de hogares donde ninguno de sus miembros tiene trabajo, y 731.000, sin entrar ingreso alguno.

Pero ellos sí que lo olvidan. Lo ocultan. Mucho, por tanto, va a tener que esforzarse Podemos para no perder fuelle. Sin ir a las urnas, el primer test lo pasa este domingo.

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