lunes. 06.05.2024
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Opinión

No tengo al alma llena de banderas

No tengo al alma llena de banderas

Disculpe, tengo más de cincuenta años; me empacharon de estandartes, himnos y consignas que aún no he entendido.

Tres grandes enigmas conforman el imaginario del que ahora les escribe, a saber: por qué los alumnos toman notas de una pizarra horizontal, sobre un cuaderno en vertical; quién o qué emitía ese extraño "guacacacá" en el "Love's Theme" de Barry White (en 1973 no conocía de la existencia de sintetizadores de sonido) y qué puñetas significaba aquello de "España es una unidad de destino en lo universal".

Quiero hablar de españolas, de españoles y no de España.

Porque tenemos que hablar, aclarar nuestras posiciones ante la ruptura de la sinergia, que para más bien que mal, nos permitió cruzar los niveles de convergencia con Europa.

Hablar entre españoles, porque lo somos al menos mientras tengamos el mismo pasaporte.

Hablar y escuchar, sin forzadas interpretaciones, sin el filtro intencionado del que se vanagloria de ser creador de opinión.

Hablar, escuchar y negociar, sabiendo que la peor negociación es la que no se realiza. Determinar las líneas rojas, los umbrales que no deben cruzarse y aprender a movernos entre el universo infinito que marcan los motivos que tú tendrías para levantarte de la mesa y el detonante que me llevaría a mí a romper la negociación.

Hablar, escuchar, negociar y proponer alternativas, o ¿es que los españoles estamos dispuestos a todo menos a hablar?

Toda idea que imponga criterios unilaterales, de cualquier tipo, que empuje a las gentes al enfrentamiento que genera la exclusión es una irresponsabilidad, un choque de trenes con efectos colaterales impensables. Y no serán los que abonan el enfrentamiento los que quieran a España o a Cataluña, pues no quiere al conjunto aquel que sabiendo de los perjuicios para cada uno de sus componentes antepone las banderas al diálogo.

Debemos entender que cada mujer, cada hombre, cada ciudadana o ciudadano es un fractal, un punto o un pixel que en conjunto forman el símbolo. Si la ciudadanía se destiñe en el gris de la desesperanza, de la inestabilidad o del enfrentamiento las banderas pierden el color y son arrastradas a los husillos de la memoria.

Se me antoja pasar página. El tiempo todo lo confunde y antes de que vuelva del más allá Barry White flotando sobre una nube de polvo de tiza, mientras distribuye notas musicales en un encerado vertical bajo la estrofa de "... de Isabel y Fernando, el espíritu impera, seguiremos besando la sagrada..." , antes de que me traicionen las pesadillas, volveré a mi cotidianidad, deseando que la falta de cuadernos sea cosa de alumnos revoltosos y que los comedores escolares sigan siendo un apoyo a la familia y nunca vuelvan a sonar a estrecheces, a "gotas de leche" a "auxilio social".

No tengo el alma para banderas.

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