lunes. 06.05.2024
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Alicatado hasta el techo. Doñana y el Puerto de Sevilla

Alicatado hasta el techo. Doñana y el Puerto de Sevilla

A todos nos gustaba jugar en la playa; pero si algo nos hacía saltar de contentos era encontrarnos con el estanque salado que la bajamar dejaba entre la arena seca y la orilla. Después del oportuno y jubiloso chapoteo el juego cambiaba, se trataba ahora de ayudar a la naturaleza en el vaciado del charco.

Con la experiencia que da cientos de mañanas de hombros enrojecidos por el sol y tardes de salitre pegado a nuestra piel y a los asientos del autobús de Damas; a fuerza de veranos ejerciendo de ingenieros acometíamos con calma el trazado del canal. Apenas al principio una raya en el suelo, una conchena era la caterpilar que abría el canal, poco a poco, pues sabíamos que profundizar en exceso la arena de los lados resbalaba hasta taponar el canalito y, de nuevo a rebajar y de nuevo a caer el talud.

Ahora unos niños grandes en la Autoridad Portuaria de Sevilla juegan a profundizar un canal, el del cauce del bajo Guadalquivir entre Sevilla y Sanlúcar, por aquello de mejorar el calado y permitir que las grandes naves lleguen a Heliópolis.

Y el niño de la playa no deja de recordarles que las paredes arenosas del cauce se acabarán desplomando sobre la cota batimétrica que desean rebajar, teniendo de nuevo que dragar, una y otra vez, en el mismo corazón de Doñana.

Y la Autoridad Portuaria que adelante, que para eso construyeron una dársena en el mismo Sevilla, que no aumentar el calado haría inútil el gasto multimillonario.

Y el niño de la playa ya está harto de políticas de hechos consumados, que si han construido una enorme estación para grandes barcos sin posibilidad de acceso pues que revisen los estudios de viabilidad de la obra y que depuren responsabilidades; que no nos obliguen a todos a asumir los costes de sus errores.

Pero insisten y solventan el problema con grandes losas de hormigón que contengan las márgenes del Guadalquivir, en todo el frente fluvial de Doñana.

Y desde Huelva no consentimos más experimentos, con el derecho y el aval que nos proporciona ser los gestores de ese suelo, los herederos de los hinojeros y los almonteños, los doñaneros que mantuvieron para nuestra generación este legado centenario; los que aceptamos el trazado norte en la conexión con Cádiz y el no desarrollar turísticamente la costa de las playas de Castilla, porque Doñana merecía la pena.

Debería la Autoridad Portuaria de Sevilla replantearse la acción y Huelva rebuscar en sus armarios los chalecos salvavidas, prepararse para la acción.

Con Doñana no se juega y no permitiremos su alicatado hasta el techo, pues no quiero de Sevilla más alicatado que «Alicatado para una tarde de verano», la placidez dulce del patio andaluz que aunque granadino, bien sería sevillano en la pluma de Rafael Guillén.

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