jueves. 02.05.2024
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Primavera, ciudadanía y política

Primavera, ciudadanía y política

La primavera irrumpe cada año en el paisaje como un producto hecho, igual que un nuevo libro, o un nuevo plato gastronómico. Lo que vemos es el resultado y no el proceso, porque éste discurre sin nuestra participación, en un lugar al que no tenemos acceso, un lugar de fragua, de cocina, fuera de los focos externos. Ese hacer invisible late en la proverbial cita machadiana “la primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido”. Con el tiempo preelectoral sucede algo similar. Ahora, en estos momentos o en estos meses, los grupos organizados de la sociedad con declarada vocación de dirigir los destinos públicos de los pueblos, de las personas y del medio natural – el mundo político - está sumergido en su fragua, en su otoño-invierno, en su cocina, en un complicado diseño de sinapsis entre pasado, presente y futuro. Una ingente actividad que pasa, sin embargo, desapercibida para la inmensa mayoría. Como si no estuviera siendo. Porque discurre sin nuestra participación real.

Tiempo de génesis, apasionado y determinante tiempo. Cuando llegue el momento irrumpirán sus propuestas, su particular primavera, como flores elaboradas concienzudamente, unas con colores vistosos para ojos emocionales, y otras con tonalidades irresistibles para ojos ideológicos, todas con el baño luminoso que la poderosa luz artificial del márketing les proporcione. Y con la próxima primavera electoral se escenificará la ceremonia de las prioridades. Ahora, un caos de grandes intereses en liza busca un sistema de ordenamiento, una forma viable, factible para sus fines. Pero apenas es percibido por la inmensa mayoría ciudadana. Como si no estuviera siendo.

Cuando no participamos solo podemos ver los resultados. Y cuando ya están hechos los frutos son los que son. Los de la primavera son la manifestación de la vida que se renueva. Es una certeza que nos da esperanzas de futuro. Pero, visto lo visto, no queda tan claro de qué sean manifestación las propuestas políticas, si de grandes virtudes, si de nobles intenciones para todos, incluido el planeta que nos porta consigo, si de aviesos deseos, si de aspiraciones económicas perversas, maquilladas por un poderoso marketing capaz de dar al feo rostro de las malas artes una fisionomía bonancible. O si de un mixto jilguero, como decía un viejo compañero de trabajo. Parece que genera poca esperanza y mucha incertidumbre qué va a manifestar la próxima primavera electoral.

Creo que la actitud ciudadana podría ser la climatología determinante para la renovación política. Una actitud ciudadana activa, comprometida, bien informada, crítica y con sentido de la corresponsabilidad social es la mejor climatología para que el color de las flores de la próxima primavera sea el bien común. Lo que no sé es cómo podemos llegar a ese estado. ¿Será tomando el diálogo y el respeto mutuo como norma de nuevas estructuras? A veces todo es empezar.

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