jueves. 18.04.2024
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Opinión

Reseña de Lightyear

En estos tiempos de odio gratuito en los que vivimos, Alberto Toimil García, a pesar de ser biólogo de formación, destaca su pasión por el cine y la gastronomía, y cómo su enfoque hacia las críticas es diametralmente opuesto: "hacer que los lectores tengan ganas de consumir ese producto".
Se apaga la sala del cine y, con las luces de la pantalla, se encienden los ojos de mi hijo, abiertos a más no poder. Y así durante casi dos horas. Creo que no hay mejor crítica para una película que esa, mantenerte enganchado a la pantalla en una experiencia inmersiva total. Eso nos ha pasado viendo Lightyear, la última película de la franquicia de Toy Story. Sin embargo, atrás quedan los juguetes con sus historias de cuarto infantil y guardería. Con la intención, totalmente lícita, de exprimir un poco más el jugo de Woody y Buzz, Pixar se ha sacado de la manga una historia sobre el guardián espacial, esta vez de carne y hueso, que además no se contradiga con su versión de plástico. Y es que, ¿cómo crear al personaje en el que se basa el juguete justificando que Andy no viva en ese mundo de ciencia ficción que nos presentan en Lightyear? Fácil, sacando un cartelón al inicio explicando que lo que vamos a ver es simplemente una película. Una película que se estrenó en 1995 y de la que, por supuesto, sacaron merchandising, entre ellos las figuras de acción del protagonista, que causó furor entre los chiquillos. Una vez salvada la continuidad argumental (evitando que los haters empiecen a criticar desde la primera escena) ya podemos disfrutar de una película de acción y aventura espacial, con el plus para los amantes de la ciencia ficción de viajes en el tiempo y física cuántica, todo en modo festivo. A partir de ahí, como (casi) siempre con Pixar, la historia crece y profundiza en hablarnos de asuntos más serios, para que los adultos la disfrutemos en ambos niveles. La vanidad, la comprensión de que uno es de donde quiere estar, no de donde viene o la amistad se tratan en la película mientras Buzz, un grupo de inadaptados y un gato robot, trasunto de R2D2 y el preferido de mi hijo (y mío), luchan contra el Emperador Zurg y sus malvados robots saltando de escena de acción en escena de acción hasta alcanzar un clímax épico que haga que, al encenderse de nuevo las luces y volver a la realidad, no podamos evitar unir nuestros dedos y gritar un: ¡Hasta el infinito…y más allá!