jueves. 28.03.2024
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El esperado camino de vuelta a Calañas de Rafael Rivas Mora, fusilado en 1937

Los restos de este calañés han sido reclamados por su nieta para devolverle la dignidad perdida tras su asesinato en 1937.
El esperado camino de vuelta a Calañas de Rafael Rivas Mora, fusilado en 1937

Los descendientes de los desaparecidos por la represión que desgarró el país tras el inicio de la Guerra Civil continúan luchando para encontrar a sus seres queridos. María Montserrat, nieta de Rafael Rivas Mora, vecino de Calañas, asesinado en Huelva en octubre de 1937, está desarrollando una intensa labor con el objetivo de recuperar la dignidad para su abuelo.

Rafael Rivas Mora nació en la localidad onubense de Calañas, a principios del siglo XX. Casado con María Martín Drago, con la que tuvo tres hijos, Antonio, Juan y Rafael, estaba afiliado al sindicato UGT y trabajaba en la mina de Sotiel Coronada, donde residía con su esposa e hijos.

Siguiendo la reconstrucción que de su vida ha realizado el grupo ‘Por la recuperación de la Memoria Histórica y Democrática de Huelva’, cuando se produjo el golpe de estado, en su condición de miembro del sindicato, fue integrado como vocal en el “comité circunstancial” que el Gobierno Civil de Huelva ordenó crear en todas las poblaciones, con objeto de defender la legalidad vigente, en coordinación y bajo el mando de la Guardia Civil y el resto de fuerzas del orden. Estos comités, ante la inseguridad generada por el avance contra las poblaciones de los grupos de golpistas armados, tenían como misión principal garantizar el orden público y el normal abastecimiento de suministros para la población.

En aquellas localidades en las que la Guardia Civil y el resto de fuerzas de orden público se habían sumado al golpe, traicionando la legalidad existente, la capacidad de esos “comités circunstanciales” para cumplir su cometido era claramente nula y si para algo sirvieron, fue para que sindicalistas, jornaleros y demás vecinos que se limitaron a obedecer las órdenes del Gobierno Civil, quedaran señalados como objetivo de la posterior represión.

Cuando, el 31 de julio de 1936, Sotiel Coronada fue tomada por las tropas golpistas, Rafael, consciente de cómo habían acabado en otras localidades aquellos que habían participado en los comités de defensa, huyó en un primer momento al monte. En los primeros días se refugió en Silos de Calañas, hoy La Zarza-Perrunal, y cuando esta localidad cayó también en manos de los golpistas, huyó al término de Valverde del Camino. Por esa zona permaneció escondido, desarmado, prácticamente con lo puesto, pidiendo comida por las casas y cortijos de la zona, esquivando a los informadores y a las batidas de falangistas, guardias civiles y carabineros.

Pero, finalmente, creyendo que las nuevas autoridades respetarían que sus manos no estaban manchadas de sangre y no había cometido delito alguno, a las 8.00 horas del 18 de marzo de 1937 se presentó voluntariamente en la Casa-Cuartel de la Guardia Civil de Sotiel Coronada, que lo puso inmediatamente a disposición de las autoridades militares para su posterior procesamiento en Consejo de Guerra.

En este proceso judicial, en ningún caso quedó probada ningunas de las acusaciones que se vertieron contra él, concretamente la de participación en los asaltos al polvorín de la mina y al cuartel de la Guardia Civil o la quema de las imágenes de la ermita de Sotiel Coronada. De hecho, Rafael fue incluso puesto en libertad provisional durante el proceso, algo inusual en la mayoría de los casos, pero se mantuvo firme en su decisión de no huir, confiando en que se haría Justicia. No obstante, a pesar de no haber cometido ninguna ilegalidad, fue finalmente condenado a muerte, acusado de “rebelión militar”.

Durante el proceso, su esposa María se desplazaba para visitarle diariamente desde Sotiel Coronada a la Prisión Provincial de Huelva, hasta que un día le comunicaron que ya no sería necesario que volviera, porque su marido ya no se encontraba allí.

Y es que a las 06:30 horas del 16 de Octubre de 1937, Rafael Rivas Mora, a los 36 años de edad y en cumplimiento de la mencionada sentencia en su contra, fue asesinado en las inmediaciones del cementerio de La Soledad de Huelva y sus restos arrojados a una de sus fosas comunes, concretamente a la fosa ubicada en el patio tercero del sector San Marcos.

Su esposa María hizo su último viaje desde Sotiel Coronada a Huelva a pie, cargando un ataúd de madera en un burro con la intención de dar sepultura a su marido, pero ya en la capital se negaron a informarle el lugar en el que lo habían matado y dónde habían arrojado su cadáver, por lo que hubo de emprender un angustioso y solitario camino de vuelta a casa, invadida por una tristeza que le acompañaría hasta el fin de sus días.

Durante estas últimas semanas, 84 años después de esta muerte, su nieta María Montserrat Rivas, gracias a las investigaciones para localizar a Rafael, ha podido visitar su fosa, ha podido, por fin, depositar un ramo de flores sobre su abuelo, las primeras flores que Rafael recibe en más de ocho décadas.

Incluso, ha solicitado al Ayuntamiento de Huelva, a través del grupo de trabajo ‘Por la recuperación de la Memoria Histórica y Democrática de Huelva’, la devolución de sus restos “para completar aquel camino de vuelta a Calañas que en su día no pudo realizar su abuela María, y dar digna sepultura al abuelo Rafael en su localidad natal”.