jueves. 28.03.2024
El tiempo

Huelva, 80 años después del final de la Guerra Civil

Papa Francisco: "Una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos. Es un derecho no solo de la familia sino de la sociedad". (Por Rafael Moreno)
Huelva, 80 años después del final de la Guerra Civil

Hoy lunes, 1 de abril, se cumplen ya 80 años del fin de la Guerra Civil en España. Las cifras de muertos, represaliados, asesinados son difíciles de ajustar. La demografía apunta a más de 500.000 muertos  y otras fuentes, recordadas en la obra de José María Gironella, hablan de "un millón de muertos". El caso es que la población española tenía en 1939 unos 750.000 habitantes menos de los que cabría esperar.

En Huelva estos datos apuntan a 7.387 hombres muertos de más (un 50% de incremento) y 3.769 mujeres (un 26% más). Al margen de la guerra, el hambre y las enfermedades diezmaron a la población.  

Huelva fue una de las provincias españolas más castigadas por la represión franquista pues aquí apenas hubo frentes de batalla más allá de las escaramuzas de los huidos en el Andévalo, la frontera con Portugal y la Sierra. Y, eso sí, los choques con las columnas mineras en la zona de Riotinto y El Empalme.

El historiador Francisco Espinosa describió así la situación bélica y represiva en una reciente entrevista con Diariodehuelva.es : “En Huelva no hubo guerra, solo represión. La ocupación por los golpistas fue un paseo militar. Hay que destacar que esta provincia fue la única que planteó una amenaza seria a Queipo de Llano y su cuadrilla a menos de veinticuatro horas del inicio de la sublevación. Fue un movimiento iniciado en la zona minera y organizado desde Huelva. Todo esto acabó a las puertas de Sevilla, en La Pañoleta, tras la traición de la Guardia Civil, cuyo jefe fue nombrado poco después gobernador militar. Hablo del nefasto Haro Lumbreras, responsable directo de la terrible represión que se abatió sobre la provincia”. 

Según Espinosa, sabemos que en Huelva fueron asesinadas más de seis mil personas, casi todas a golpe de aquellos bandos de guerra que todo permitían. Pero el número real debe superar las ocho mil. Porque, recuerda el autor de la obra La Guerra Civil en Huelva, “entre los méritos enumerados por Queipo para que se le concediera la Laureada destacaba la operación que dio lugar a la ocupación de la cuenca minera con tres columnas a fines de agosto de 1936. Es él mismo el que expone que sus fuerzas causaron allí  más de cuatro mil víctimas, cifra que desborda ampliamente los datos que tenemos actualmente”.    

La importancia de Huelva para los franquistas era máxima. La formación de la columna para frenar a los golpistas sevillanos fue un claro ejemplo estratégico. Por otro lado, la cuenca minera fue desde un primer momento un objetivo militar por el cobre y la pirita,  minerales de uso bélico.

Y para los golpistas, añade Espinosa,  resultó prioritario asegurar el acceso a Portugal por Ayamonte, ya que no solo contactaban con un gobierno colaboracionista sino que les posibilitaba el envío de todo tipo de materiales a otras zonas donde la sublevación había triunfado. También hay que tener en cuenta que, puesto que se había elegido la ruta extremeña para llegar a Madrid, había que controlar al mismo tiempo las zonas colindantes desde las que podían surgir problemas. Todo el territorio entre la Ruta de la Plata y la frontera portuguesa debía ser ocupado. De ahí la decisión de mandar fuerzas para Huelva de inmediato.

El terror se implantó en toda la provincia y solo en tres pueblos, Hinojos, Hinojales y Berrocal, no se mató a nadie. Previamente, en los llamados “días rojos”, solo se derramó sangre en seis localidades con un resultado de cuarenta y dos personas asesinadas.” "Aunque se añadan a esta cifra las víctimas habidas posteriormente en los conflictos con los huidos, resulta absurdo comparar ambas realidades. Incluso sumando todas las víctimas de derechas no pasamos de cien casos. ¿Cómo comparar esto con la eliminación de más de seis mil personas, entre ellas más de doscientas mujeres?”, recalca Francisco Espinosa.

Según Espinosa, “el terror llevó a muchos a huir de sus pueblos. Unos hacia Extremadura, que dieron lugar a la columna Andalucía-Extremadura, y otros hacia las distintas sierras de la provincia. Esto generó una situación excepcional en que la violencia alcanzó límites extremos tanto por las acciones de los huidos como sobre todo por las batidas contra ellos y sus posibles soportes. El resultado fue que a mediados de 1937 se declaró el estado de guerra en la mitad de la provincia. El ciclo de muerte se extendió de 1936 a 1944, pero el ambiente enrarecido siguió hasta bien entrados los 50. Ya dijo un alto militar de Huelva “que si bien ha terminado la guerra, la campaña no”.

200 mujeres asesinadas

Otro de los temas que suscita interés fue la represión que ejercieron los fascistas sobre la mujer. A juicio de Francisco Espinosa “existió una triple represión. Una, igual que en los hombres, por su actividad política o sindical durante la República, otra por su relación familiar con hombres significados políticamente que había sido asesinados o habían huido y una tercera por el simple hecho de ser mujeres”.

“Los hombres huyeron y nadie pensó que la soledad expusiese a las mujeres a hechos tan graves. Pero el fascismo agrario y católico español no podía soportar la presencia de la mujer en la política ni en la lucha social, como había ocurrido durante la República”, ha escrito Espinosa.

"Raro fue el pueblo donde el fascismo no encontró una 'Pasionaria' o una 'Mariana Pineda' que eliminar. También fue general el infame espectáculo de la humillación pública de mujeres a las que se rapó el cabello y se hizo beber aceite de ricino. En ocasiones, como en Ayamonte, se hacía lo mismo con los homosexuales. Sabemos también que aquellas circunstancias fueron propicias para que se diesen casos de violaciones, que cuando en alguna rara ocasión llegaron a la justicia militar fueron hechos recaer sobre la mujer. Otras, como en Rosal, fueron violadas antes de morir. Una prueba del horror que se alcanzó con la mujer es lo ocurrido en Calañas, donde las mujeres de los asesinados fueron obligadas a participar  en bailes en la plaza. Se mató a mujeres en todos los partidos judiciales y pueblos hubo como El Cerro, Cala y Valverde, en que fueron asesinadas mujeres embarazadas. La provincia se llenó de viudas y de huérfanos, de los que 3.156 tuvieron que recurrir a la ayuda pública". A estos casos que relata el historiador y autor también de La columna de la muerte hay que añadir la brutal violencia ejercida sobre las mujeres de Zufre o Puebla de Guzmán, ejemplos de máxima crueldad ejercida de forma pública.

Otro de los temas menos conocidos de la Guerra Civil en Huelva fue la creación de campos de concentración de prisioneros. Cerca de 5.000 presos desfilaron por los cuatro que se instalaron en Huelva: San Juan del Puerto, Peguerillas, Puerto Pesquero e Isla de Saltés. El más conocido de todos y el que más documentación escrita ha dejado es el de la marisma, el de la Isla de Saltés, frente a las calles mismas de Punta Umbría. Por él pasaron más de 3.000 presos, muchos de ellos procedentes del Levante que fueron enviados aquí tras la caída de Cataluña en febrero de 1939.

Aún perduran en Huelva muchos recuerdos, historias de vida de unos años tristes. Todos los pueblos tienen una fosa común con víctimas enterradas y sin identificar. Unos 2.000 cuerpos se calcula que están enterrados en las más de cien fosas comunes que jalonan la provincia de Huelva. Las más grandes, la de Nerva, en la Cuenca Minera, donde ya se ha actuado mediante catas. Y las del cementerio de La Soledad de Huelva capital, que ni siquiera está dignificada, señalada, delimitada y protegida tal y como aprobó el Ayuntamiento en Pleno y por unanimidad de todos los grupos políticos. En Huelva se ha realizado una sola exhumación en estos 80 años pasados tras el fin de la Guerra Civil, la de los restos del militante anarquista Pedro Masera Polo. La exhumación se realizó en octubre de 2017 y la familia aun espera los resultados de identificación del cuerpo para darle una sepultura individualizada.

En palabras del Papa Francisco y en referencia a las fosas comunes: "Una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos. Es un derecho no solo de la familia sino de la sociedad".

Foto: Estampas de la Guerra en Huelva nº 5, Editora Nacional, s/f.