sábado. 20.04.2024
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El Archivo de los Capuchinos contiene documentación de gran interés para la provincia de Huelva

Se trata de una gran fuente de conocimiento a nivel religioso, histórico y social
El Archivo de los Capuchinos contiene documentación de gran interés para la provincia de Huelva

El Archivo y Biblioteca de los Capuchinos de Andalucía es una gran fuente de conocimiento para descubrir la realidad religiosa de los últimos cinco siglos en nuestra tierra. Radicados en Sevilla, surge como consecuencia de la actividad de la orden en nuestra región desde la fundación de la Provincia capuchina de Andalucía, si bien los límites de esta última superan con creces los de la actual Comunidad Autónoma. La jurisdicción administrativa de la Provincia de Andalucía, inicia su andadura en el año 1636. Poco después, a finales de agosto de 1658, llega a Caracas la primera misión capuchina, integrada por 6 frailes, manteniéndose la presencia de la Orden en el Nuevo Mundo hasta la actualidad. Desde el origen de las misiones capuchinas en Sudamérica, éstas dependieron administrativamente de la Secretaría de la Provincia andaluza, de forma que se encontraban bajo la autoridad del ministro provincial de dicha zona, y para gestionar con eficiencia una jurisdicción administrativa tan extensa nació el Archivo Provincial de Andalucía.

Entre sus paredes y legajos se encuentra una amplia información sobre hechos religiosos, históricos y sociales relacionados con la actual provincia de Huelva. Uno de los libros más destacados que puede consultarse, por ejemplo, es un ejemplar de la Biblia Hebráica de Arias Montano, el sabio eremita que se retiró a la Peña de Alájar, que data de 1609. El libro es una auténtica joya, repleta de injertos, o añadidos en papel para mejorar el deterioro ocasionado por el tiempo o agentes externos, y de interpretaciones en latín a los textos judíos.

Además, en el archivo se pueden descubrir noticias de la presencia capuchina a lo largo del territorio onubense. Entre otras, destacan biografías de frailes ordenados desde el siglo XVII, fotografías de personajes como Fray Claudio de Trigueros o Fray Jacinto de Chucena, estudiantes procedentes de numerosos pueblos en el Colegio Seráfico, algunos de los cuales no llegaron a ordenarse, o datos sobre la gestión por parte de la congregación de iglesias o edificios onubenses, como el monasterio de Santa Clara de Moguer.

Amplias son las referencias a Galaroza, donde los Capuchinos llegaron en 1950 a través de la donación de una casa por parte de Doña María Teresa Vázquez de Prado, viuda de Osborne, encontrándose datos en los Capítulos Provinciales. Antes de esta fecha, ya hubo frailes cachoneros, como Fernando de Galaroza, nacido en 1717, y también con posterioridad, este pueblo dio a la Orden uno de sus miembros más preclaros durante el siglo XX, como fue Fray Alberto González Caballero.

Existen documentos referidos a integrantes de la corporación relacionados con localidades onubenses como Aracena, Valverde, Trigueros, San Juan del Puerto, Almonaster, Chucena, Manzanilla, Hinojales, Almonte, Higuera de la Sierra, Escacena del Campo, Niebla, Cortegana, Gibraleón, Santa Olalla del Cala, Minas de Riotinto, La Redondela, Moguer, Hinojos, El Granado, Calañas, Fuenteheridos, Zalamea la Real, Beas, Paterna del Campo, Lucena del Puerto o “Cumbres Altas”, entre otras.

Según Antonio Valiente Romero, coordinador del archivo y la biblioteca, la serie de acontecimientos que tuvieron lugar a partir de la exclaustración, en 1835, ha impedido que este fondo se conserve en su totalidad actualmente y, además, lo ha sometido a un fuerte proceso de dispersión, por lo que, desde hace años, se desarrolla un proceso de investigación tendente a devolverle su estructura original. En la actualidad los documentos que lo conforman se extienden a lo largo de 232,80 m. lineales, de los cuales, 47,53 m. corresponden a los 440 legajos que ya se encuentran totalmente organizados y a disposición de los investigadores que soliciten su consulta, y los restantes 185,27, actualmente en proceso de organización. En este fondo, podemos encontrar documentos con una cronología muy amplia, que abarca desde la fundación del primer convento en tierras andaluzas (Antequera, 1613), hasta la década de 1990. Entre ellos podemos destacar las actas capitulares y definitoriales, que dan noticia de toda la trayectoria de la Provincia, los libros de registros de tomas de hábito y profesiones, que aportan datos sobre los frailes, tales como sus lugares de origen o antecedentes familiares, que se completan con el fondo de expedientes personales. También es de resaltar un abundante fondo de correspondencia, así como un amplísimo sermonario manuscrito.

Respecto a la biblioteca, su extensión se sitúa en torno a los 40.000 volúmenes. El núcleo original está vinculado a la fundación del convento de Capuchinos de Santa Justa y Rufina, en 1627. Cuando se constituye la Provincia Capuchina de Andalucía, se establece en este convento la Curia Provincial, que desde sus comienzos contó con dos bibliotecas, una conventual y otra provincial, que con gran permeabilidad fueron dando lugar a la unificación de las mismas, por lo que la actual biblioteca tuvo vocación de centralidad prácticamente desde sus orígenes. Dado este carácter, el fondo fue ampliándose a lo largo de la Edad Moderna con ejemplares que quedaban en desuso en los restantes conventos de Andalucía, además de las adquisiciones realizadas por la Curia Provincial y los estudios que se desarrollaban en el convento. Esta dinámica de crecimiento se mantuvo hasta la exclaustración, en 1834.

Como consecuencia de la desamortización se produjo la división del fondo, entre aquellos ejemplares que terminaron en la biblioteca de la Universidad de Sevilla y otro conjunto que se vio sometido al saqueo y la dispersión. Fueron estos últimos volúmenes los que, tras un minucioso proceso de recuperación, auspiciado por Fray Ambrosio de Valencina, conformaron el núcleo originario de la actual biblioteca. En opinión de Valiente, el insigne capuchino logró la recuperación de un importante fondo, adquiriendo los ejemplares que identificaba a través de los sellos de conventos andaluces existentes en los mismos.

Esta dinámica iniciada por Valencina devolvió al fondo su carácter de biblioteca central, lo que se tradujo en un proceso de acrecentamiento, especialmente en lo que a libro antiguo se refiere, ya no sólo a través de las transferencias recibidas de otros conventos de la antigua Provincia, sino también mediante la adquisición de bibliotecas de valor singular. Ejemplo de ello fue la compra, del Marqués de San Gil, en 1921, que, entre otras obras de gran valor, contenía la Biblia Complutense, la de Arias Montano y la de Santos Pagnini.