Mabel de la Corte de los Santos. De Mari Paqui a Mabel Peluquería//Estética

La Historia es un fenómeno cíclico en pleno movimiento envolvente que siempre se repite. La vida, nuestra vidas, siempre tienen un reflejo en lo nuestro, como un ADN que se puede presentar, parodiando a la Ley de Mendelshom, en cualquier generación. Todo está inventado. Solo cambian los marcos o las formas. La moda, por ejemplo, se reinventa triturándose en las formas del ayer. Lo vintage no deja de ser o bien una carencia de innovación o bien una vuelta de tuerca a lo que en otro momento causó furor. Y digo esto porque en la mayoría de las ocasiones somos consecuencias de nuestros ancestros y heredamos de ellos no solamente la sangre, sino también sus gustos, sus aficiones, sus habilidades y esa carga de tic miméticos que vemos en nuestros mayores. Incluso aquello que de niño tanto le hemos echado en cara, a nuestros padres, se nos vuelven como un boomerang en el rostro cuando observamos que son los hijos los que nos lo echan a nosotros.
Mabel de la Corte creció en pleno centro de Huelva. Sus juegos infantiles, en aquél principio de la década de los setenta, volaban entre la entonces calle Millán Astray, la calle Palos, el Paseo de Santa Fé, donde estaba su colegio de Las Hermanas de Las Esclavas, y San Pedro, con amplias paradas en la salvaje Plaza del Piojito. Era una niña feliz en una ciudad pequeña y tranquila donde todo el mundo se conocía. Como estudiante no fue buena. Los juegos y una que otra afición oculta le hacía soñar. De vez en cuando se enfadaba con su madre porque quería estar con ella más tiempo. Pero su madre era Francisca de los Santos, fundadora de la peluquería por excelencia de Huelva “Mari Paqui”. Una mujer trabajadora, incansable, emprendedora y empresaria en tiempos de que eso no era normal. Toda una personalidad del mundo del negocio local que merece un reconocimiento institucional como su figura pública siempre destacó. Estuvo desde un primer momento en la asociación de Mujeres Empresarias, una de las creadoras de la F.O.E, con otras mujeres como Isabel Arcos o Soledad Mora. Empezó a trabajar humildemente a los 17 años en el Barrio de El Matadero en un cuarto de la casa paterna y después, una vez casada, en la calle Fernando El Católico intentando conciliar la vida familiar con la profesional.
Pero aquello no era solución dado el volumen de trabajo que iba adquiriendo y el afán de superación de Mari Paqui, siempre en constante evolución. De ahí pasa a separar las dos facetas y monta su negocio en la calle Millán Astray. Podemos decir, sin temor a exagerar o equivocarnos, que todas las cabezas de la Huelva social han pasado por sus manos y su estilismo que ha hecho una escuela permanente para las futuras generaciones de peluqueras. Mientras esto sucedía, Mabel dejó su colegio de Las Esclavas para matricularse en el Público del Manuel Siurot, cerca de la Plaza de Toros. Un cambio grande territorial que lo acusa al principio a esa edad tan delicada como es la de los trece años. No eran sus amigos los que allí estaban ni aquellas sus calles que diariamente recorría. Pero pronto notó en sus aulas y entre sus nuevos compañeros un calor especial, una forma de ver y entender la vida fuera de todo caparazón encorsetado anterior. Se encontró además, con un sistema educativo avanzado, más cercano, con un profesorado joven y unas reglas modernas y con aires de libertad.
Pero va a ser el viejo instituto de la cuesta de El Conquero, El Rábida, el que le va a marcar y, en cierta medida, sacar lo que ella lleva dentro. El BUP lo va superando más mal que bien, todo lo contrario que su afición por cortar las melenas de sus amigos y amigas en aquellas interminables tardes de los fines de semanas onubense. Empieza a surgir su don, comienza a llamar su ADN a las puertas de su futuro. Doña Francisca se lo toma de broma el deseo de su hija de compaginar estudio y trabajo y le deja hacer el último curso de BUP nocturno para que trabajase por el día en su peluquería con el pensamiento de que la dureza del trabajo le iba a dar la solución, un rápido arrepentimiento. Craso error. Comienza una nueva época. Nace la figura de Mabel peluquera. Si su madre fue la pionera de la peluquería moderna en Huelva, Mabel se va a convertir en la rompedora sin romper molde alguno de este sector. Para ella, el cabello es muy importante en la estética de la persona. Expresa cómo es, la identifica, define su forma de ser. Es como una radiografía externa de esa persona.
Se formó como cualquier otra chica más lejos del amparo materno. De ella ya tenía sus lecciones y su apoyo. Estuvo a punto de marcharse a París a mamar de la cuna del estilismo todo lo que hay que saber sobre esta ciencia, pero a última hora lo dejó. Se marchó a Madrid, a Barcelona y estuvo formándose por media España con grandes maestros y casas como Llongueras, Cebados o Rizos. Para Mabel, ”los peluqueros somos diseñadores de la cabeza”. No es partidaria de las tendencias capilares rompedoras, de estilos que te encasillan y vulneran las normas clásicas de la versatilidad, de la elegancia y del buen gusto. Ella no se queda con una tendencia al igual que no escoge a un solo maestro sino que adapta a su estilo lo que ve mejor en uno y en otro y todo ello identificándolo con la personalidad del cliente y la forma del rostro. Pero hay una máxima en Mabel y en su equipo de estilistas que es dar el mejor producto al cabello para respetar su salud. La calidad está tanto en las manos de la profesional cuanto, o más, en la calidad del producto a tratar.
Y la Historia siempre vuelve y se repite. El efecto boomerang de la misma está al acecho para recordarte lo que un día echaste en cara. A los veinticinco años nuestra protagonista se casa y a los treinta tiene a María, su primera hija. Después vendrían Manuel y, por último, Mabel, la pequeña de nueve años. ¿Qué hacer entonces? Su madre, todavía al frente del negocio, y siguiendo su camino emprendedor había abierto un nuevo establecimiento en el recién inaugurado Hipercor como fórmula de diversificación del negocio. Ella se quedó en el antiguo local de Tres de Agosto por estar más cerca de su casa y poder atender a su hija. La historia irremediablemente se repite y te hace callar. El deseo de no repetir en su hija la posible soledad que ella sintió con respecto a su madre estaba volviendo a tomar vida. Pero la historia se repite en todo. Y, ¿ porqué no convertir en un patriarcado lo que la sociedad machista convirtió en una matriarcado? Si Doña Francisca eligió al marido adecuado, paciente, amante de la casa y de los niños que la suplió como la máxima eficacia, Mabel tuvo la suerte de encontrar el mismo talante en el padre de sus hijos.
Y todo tiene su reciclaje natural y lógico. Mari Paqui se convirtió en lo que siempre fue en Doña Francisca, pero ahora a sus setenta y un años ejerciendo de abuela. Disfrutando de sus hijos y de sus nietos… y de su gran compañero a la sombra, su marido. Mabel coge el relevo de su madre y convierte su reino de la calle Tres de Agosto en el reino de su nomenclatura. Las clientas de su madre continúan con la fiel heredera y nuevas clientas, aparte de las muchas jóvenes de la sociedad onubense y amigas, son las descendientes de aquellas. Continúa con la filosofía emprendedora de su madre y con su capacidad interminable de trabajo. Si Mari Paqui se impuso en los noventa y a principios del nuevo siglo en El Corte Inglés, Mabel Peluqueria y Estética se impuso en Holea en un esfuerzo de conectarse con el exterior y estar al corriente de los movimientos comerciales de su ciudad. Pero aquello aunque fue una experiencia muy vivida e insuperable no significó económicamente más que un esfuerzo no conveniente. Sopesó muy válidamente la experiencia pero creyó conveniente unificar esfuerzo en un solo Centro.
Un solo Centro. Su Centro en el corazón de Huelva. Donde sigue trabajando, creciendo y formándose, aunque es de las que piensa que en Peluquería, como en otras tantas cosas, todo está inventado. Que ahora lo que se ven son versiones. Pero lo cierto es que versiones o no lo que hace Mabel de La Corte y su equipo- Eva, Midia, Rocío, Paqui, Sofía, María José, Valle y Bea – es un auténtico lujo para el cliente. Entrar en esa su casa es entrar en un mundo mágico donde reina la belleza y el buen gusto. Un lugar donde la simpatía y la amabilidad son requisitos incluyentes a los de la elegancia, el estilo y la clase. Mabel, Huelva le debe a tu madre el reconocimiento que se merece pero yo te debo a ti las gracias por haberte conocido y tenerte como amiga.
Por Miguel Ángel Velasco