viernes. 08.08.2025
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Eugenia Jerez Martín. La abogada que derrumba clichés

Eugenia Jerez Martín. La abogada que derrumba clichés

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¿Quién es Eugenia Jerez Martín? Iba a presentarla como una gran abogada, pero no me convence. Es una gran persona y abogada. Esto la define más y mejor. Ella es gaditana de nacimiento, de Sanlúcar de Barrameda concretamente, pero realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Huelva y, tras un paréntesis de cuatro años trabajando como Encargada de Control de PDS en la zona de Sanlúcar de Barrameda, Chipiona y Trebujena para la Compañía Sevillana de Electricidad, vuelve a nuestra ciudad con el propósito firme de ejercer la carrera que estudió y quedarse a vivir aquí. Porque bien es cierto que Eugenia Jerez en ese tramo de la vida que te planteas qué es lo quieres hacer tenía claro que Historia del Arte, como amante de todo lo artístico, de la emoción a través de las formas y de la belleza que es. El poder enseñar al mundo todo lo bello que el hombre ha realizado es una forma de mejorarlo, el mundo digo. Sin embargo se decanta por el Derecho pues era consciente que la única salida que tenía el Arte era la enseñanza y para ello no estaba dotada. ¿Sacando lo bonito y lo bueno de las personas se puede ayudar al mundo? Saca la interpretación íntima de la norma, buceas en el último rincón olvidado del sujeto y llegaremos a la conclusión de que a través del Derecho podemos mover el mundo.

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Regresa a Huelva en el 2006 y empieza el ejercicio a la antigua usanza. De pasante en un despacho de la capital metida entre expedientes, aprendiendo a formalizar y distinguir los distintos tipos de recursos, acudir de oyente a Sala, llevar demandas al Juzgado de turno correspondiente. Esto es, desde abajo, sin floritura. Mamando el Derecho en su mayor expresión de sordidez. Y es por ello que echando la vista atrás, a la época de estudiante, es objetivamente crítica con esta parte de su vida por la forma de organización académica de los estudios jurídicos. Por un lado, como cualquier joven que accede a la universidad idealiza ésta y esperaba un ambiente más concienciado con la fase de la vida que les habían tocado vivir y se vio metida, por lo contrario, en un ambiente que le recordaba más al Bachillerato que al de una Carrera Universitaria y, además, por no haber no había ni campus. Se vivía y se estudiaba en un plan o sistema académico anacrónico que te permitía licenciarte sin vivir la realidad de lo que un abogado es. Sin saber formular una demanda, sin conocer un juzgado. Todo teórica ni nada de práctica. Por ello cuando empezó a ejercer se sintió como reina en un mundo irreal. Emocionada se integró con todo el entusiasmo del mundo en “el rollo de los juzgados”, como ella le llama. Aprendió a base de “hostias”, como se debe aprender para que no te la den una segunda vez, para hacerte más fuerte y madura. Se tragó todas la guardias que pudo, cogió los casos más insospechados que le llegaban. Tenía ansiedad por aprender y por trabajar. Prisas por superarse. Por ella misma y por otras cosas que luego veremos´.

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“Este es un mundo muy difícil, Miguel Ángel. Tú lo sabes. No ser conocida en la ciudad, no venir de padres o familiares con despacho propio, ser mujer, son obstáculos muy fuertes para sobrevivir en un principio. Y si a eso le unes la forma mía de vestir, de ser aparentemente atractiva, rubia, etc, entonces el handicap es mucho mayor. Lo primero que piensan es de qué va esta.” Y es cierto lo que me dice Eugenia Jerez desde el corazón. Es una persona fuerte, sin pliegues, que va con su verdad hacia delante le pese a quién le pese y no va a cambiar su filosofía de vida por mucho troglodita que quede en esta ciudad y en este sector que aún huele a chamusquina machista rancia. Y estas palabras y pensamientos son del que esto escribe, que conste. La gente, el cliente, espera encontrarse al abogado como a un señor enchaquetado con el clásico cliché al uso del tipo que está por encima del bien y del mal, difícilmente cercano y personal. Cuanto más impersonal es más categoría como abogado tiene. Primer cliché fuera. Eugenia Jerez viste elegantemente porque es elegante por dentro y por fuera. Porque su belleza no mide su gran capacidad de trabajo y de calidad jurídica que atesora sino a una simple capacidad física. Pobres mediocres.

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Una vez demostrado que ser mujer y rubia, que no dedica más tiempo a peinarse que a estudiar, sale el verdadero fenómeno jurídico que lleva dentro. Es fuerte, su personalidad está bien definida y su carácter a prueba de toda situación. Ha aprendido la psicología del ejercicio en la relación con el cliente. Sabe, porque además lo es, ser paciente con ellos, porque sabe que para cada uno de ellos su CASO es el único que existe sobre la tierra y que por esa razón hay que atenderlos con calma, ponerse en su “pellejo”, escucharlos. Pero con la habilidad que solo la mujer tiene de hacerle saber que el tiempo que le quita escuchando cosas que ya conoce es tiempo que le quita al estudio de su expediente. Se siente, también al respecto, camaleónica y versatil. Analiza el perfil de la persona que se sienta en frente y su tratamiento se amolda a la perfección a éste. “Si me viene un vacilón me hago poner y, aparte de ser más vacilona, le demuestro que soy más inteligente que él y que por eso es él el que ha venido a buscarme”.

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Cuando le pregunto por la relación entre compañeros en una Huelva donde los colegiados han crecido a una velocidad supersónica mientras que la población se ha estancado en cifras de antaño y además sumida desde hace una década en un socavón económico de resultados complejos y negativos. Pues cuando le pregunto por esto, me mira con esos bonitos ojos sabios que posee pintados perfectamente de lineas negras dentro de una cara angelical y sus labios de carmín rojo pasión hace una mueca de indiferencia. “La gente piensa que el abogado es una persona mala per se y no es verdad. Como en todos los sitios habrá gente buena o mala, pero yo me quedo con los buenos que son a los que conozco y a los que trato”. Sin embargo, reconoce que se ha llegado, en determinadas ocasiones, a situaciones de competencia desleal que degrada la profesión. Por ejemplo, no cumpliendo las tarifas de minutas oficiales del Colegio de Abogados y tirando precios y, por tanto, desmereciendo un trabajo arduo y complejo. “Yo siempre les digo lo mismo. Mercadona tiene unos productos y unas instalaciones determinadas y Corviran, por ejemplo, otras. Yo no voy a ser el Corviran de esta profesión. Por respeto a mí como persona y como profesional y por respeto a los once años de trabajo que llevo en el ejercicio.

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En su ya dilatada carrera ha dirigido multitud de casos, tanto a nivel privado cuanto de Oficio. Casos estos últimos que no quiere dejar de llevar porque le acercan a un mundo que le apasiona, el de la psicología o patología del sujeto delictivo. Esto es muy importante a la hora de afrontar el asunto en cuestión. Saber quién tenemos enfrente y cómo es el que tenemos al otro lado. Recuerda con satisfacción personal, pero con tristeza por los hechos en sí, un caso muy popular donde pudo conseguir la condena de un delincuente por reiterados abusos de confianza, traducido en su vertiente sexual, hacia sus empleadas. Este asunto salió, por su repercusión pública, a los medios de comunicación. Pero ella, aunque ofreció alguna entrevista, siempre rechazó publicitarse en relación a un caso tan sucio y que lo único que intentó al actuar en él es resarcir el derecho vejado de sus defendidas. “No cree en los abogados o jueces estrellas. Estrellas pueden ser las causas, las sentencias dictaminadas, pero nunca los abogados ni los jueces. Esta no es una profesión para estar en los medios de comunicación, ni para bien ni para mal”.

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Para Eugenia Jerez,  la Justicia no se encuentra amparada por el Derecho. Llevan , en ocasiones,  caminos tan diferentes como el que oscila entre la realidad de la vida y la frialdad de la norma escrita. El mundo jurídico o legislativo tiene que salir a la calle y sancionar o sentenciar conforme se vive en la sociedad y no a través de normas dictadas al antojo de una ideología de partido en la calma cómoda de un sillón parlamentario. Todo acto o causa tiene una razón . Y es eso lo que quiere encontrar. Nadie da un golpe a otro o roba por el mero hecho de golpear o robar. Tiene que haber, y existe una razón que lleva a ello, que no una simple atenuante. Piensa que todo es defendible porque todo tiene un motivo y una causa, pero para eso, para que sea defendible, necesita de la verdad del cliente para poder empatizar con él y poder conseguir una condena inferior dentro del cambio del tipo delictivo.

Se me ha hecho corta la entrevista y han sido más de dos horas hablando. Al levantarme para despedirme de ella la contemplo en todo su esplendor. Cuán hermosa es. Y de pronto, me retrotraigo en el tiempo, al año 1982, cuando una mujer abogada, asturiana de nacimiento, bella y elegante en un lugar oscuro, atrasado y peligroso como era aquella Huelva de entonces, paseaba su apostura elegante por la calle Concepción con un maletín en una mano y la toga en el otro brazo. Ella fue, sin saberlo ni conoceros, tu precursora Eugenia Jerez Martin. Déjame que este pobre artículo de ti se lo dedique también a ella. Se llamaba Carmen Iglesias y García de Vicuña. Abogada.

Por Miguel Ángel Velasco