jueves. 25.04.2024
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La propaganda electoral en busca de la República en la Galaroza de 1931

Un pasquín político custodiado en el archivo de la Asociación Lieva recuerda los planteamientos republicanos de la época.
La propaganda electoral en busca de la República en la Galaroza de 1931

Desde hace siglos, la política siempre ha precisado de canales para comunicar promesas, respuestas y mensajes. Los partidos y candidatos han encontrado en la propaganda electoral un vehículo adecuado para trasladar a los votantes sus planteamientos. La llegada de las nuevas tecnologías ha cambiado algunos de estos cauces de comunicación, pero no existen demasiadas diferencias entre lo que se hacía en España hace unos años y los planteamientos de principios del siglo XX.

Así se demuestra en los pasquines que ha encontrado la Asociación Cultural Lieva en su investigación sobre los años 30 en Galaroza. Concretamente, ha dado a conocer un cartel que lleva por título “¡A Galaroza!”, está impregnada por las arengas propias de la época y firmada por Luis Navarro, quien llegó a ser alcalde del pueblo desde 1931 a 1935, antes de ser torturado y asesinado por las fuerzas franquistas que dieron el Golpe de Estado en 1936. Su lenguaje es intenso, incluso frentista, demostrando el clima de tensión social e ideológica que se vivía en aquella etapa histórica.

Aunque no se incluyen fechas ni datos temporales, se aportan afirmaciones y se mencionan acontecimientos que no dejan lugar a la duda. Navarro habla de que “hemos tenido siete años la Dictadura, han desfilado por el Ayuntamiento los dos partidos, el de Sánchez Dalp y el de Burgos, con mayoría absoluta, dándole el Estado Municipal todas las facilidades, teniendo el Delegado y el Gobernador de su parte, han dejado de hacer los Grupos Escolares, el Cuartel de la Guardia Civil, pero en cambio han ido dos comisiones a Madrid y se ha regalado una no despreciable cantidad para la casa de Primo de Rivera; y estos señores son los que otra vez aspiran a regir los destinos del pueblo”. Todo ello, fija el tiempo del escrito no antes de 1930, año en cuyo mes de enero Primo de Rivera presenta su dimisión al rey Alfonso XIII, finalizando la Dictadura que inició con su Golpe de Estado de 1923.

La investigación de Lieva parece arrojar la teoría que se trataría de la campaña electoral de los comicios municipales celebrados en toda España el 12 de abril de 1931, que, a la postre, provocarían el hecho histórico de la promulgación de la Segunda República Española. Además, de los objetivos del grupo que representa, apoyado por el Partido Republicano y por la Unión General de Trabajadores (UGT), se derivan también conclusiones inequívocas, ya que pretenden “la implantación de la República”.

Los primeros párrafos del pasquín se dedican a explicar acontecimientos acaecidos en la población que provocaron “días de zozobra” y llanto en muchos hogares. Los efectos del suceso fueron que siete afiliados de UGT acabaron en la cárcel “como si hubieran sido tenebrosos conspiradores; cuando la autoridad radica en personas que no tienen solvencia moral los ciudadanos están expuestos constantemente a esta clase de atropellos”. Vaticina el firmante que estos ataques no acabarán con la representación sindical en el pueblo, ya que “el pueblo honrado sabe quién son los dirigentes de este atropello que va dirigido sobre la Casa del Pueblo, que deseaban su clausura, han querido atemorizar algunos de sus directivos, dar una sensación de terror”.

El texto está repleto de llamamientos generales, alentando a la participación de los vecinos en las convocatorias electorales y los procesos políticos que se están desatando en el país. Las alusiones políticas resultan familiares al discurso tradicional de las izquierdas, sobre todo cuando habla de que “nosotros no poseemos hoy más arma que el voto, el voto que lo es todo; como somos los más, triunfaremos y dueños del municipio haremos una labor depuradora de las responsabilidades adquiridas”.

Su inclinación política hacia los más desfavorecidos se centra en los obreros, aunque también en otros grupos sociales, al decir “tiempo es ya de que el obrero consciente, la clase media tan castigada y tan abnegada dé pruebas de civilidad y en las próximas elecciones demostrar que Galaroza ha llegado a su mayor edad, que no hay que tener encinares para ser alcalde, que el labrador que labra la tierra, el carpintero que hace puertas y el tendero que vende telas, están tan capacitados para ir al Ayuntamiento o más que esos señores que hace dos lustros están mandando”. Navarro no pertenecía a la clase obrera, era un mediano propietario cuya familia regentaba el recordado Hotel Venecia y que realizaba operaciones comerciales, como las que le permitían llevar castañas a Cuba.

Por ello, resulta muy descriptivo la adopción del papel de defensor de los más débiles y de oposición frontal a la situación que había dominado hasta entonces en el país, algo que demuestra en su frase “¡Cachoneros!, si os queda un átomo de dignidad, rechazar de plano esas candidaturas que representan la inercia, la incapacidad, la incultura, el caciquismo odioso amparador de todas las felonías y enemigo de todo progreso”.

En una expresión que mezcla creatividad política y denuncia de la corrupción, el que fue alcalde republicano afirma que “el ciudadano que paga y no medra tiene por dignidad propia que rechazar la candidatura monárquica, por ser la misma compañía, los mismos actores y la misma obra”.

Hay espacio en el pasquín para advertir y denunciar la situación que solía vivirse en el medio rural, donde los trabajadores estaban sometidos a los requerimientos de sus patrones. Cuando exhorta a los obreros a “votad la candidatura de vuestros hermanos, no tenerle miedo a las represalias, que el patrón que tenga que talar castaños no los talará él”, está describiendo la realidad de los pequeños pueblos españoles, en los que el cacique o los representantes conservadores manejaban la vida diaria a su voluntad, resultando muy difícil torcer ese orden establecido.

La crudeza de la vida rural se hace patente cuando llega a rogar que no se traicione a su clase social e incluso “no beber hasta que no se concluya la votación, velar porque todos los compañeros voten la candidatura acordada, si os piden el voto decirle que ustedes votan a vuestros compañeros, si os brindan dinero rechazarlo; ir siempre en grupo, dispuestos por todos los medios a que se respete el sufragio, velar porque ningún trabajador haga traición a sus compromisos contraídos”.

Los principios de esta fuerza política son claros, al defender que “la mayoría es el pueblo, son los obreros, es la clase productora, con estos o contra estos, nosotros estamos con el pueblo porque somos carne del mismo pueblo; nada sin el pueblo queremos, y a todo con él aspiramos”.

Finalmente, se introduce un mensaje a las fuerzas conservadoras que hasta la fecha habían copado la representación institucional, a los que advierte que “los que hasta ahora habéis mandado, no gobernado, sois también pedazo del mismo pueblo, y como tal os consideramos”, pero “el municipio es patrimonio exclusivamente del pueblo soberano, podrá ello no agradaros pero bueno será reconocer el derecho legítimo que tiene el pueblo a regirse por si propio sin delegados ni caciques”.

Uno de los pilares en los que se basaron los republicanos durante su mandato, el de la cultura popular para todos y todas las vecinas, inspira un último párrafo que afirma “podéis también alegar que el pueblo está falto de capacidad para gobernarse; a nadie más que a vosotros mismos haréis responsables del defecto aludido, si existiendo cometéis la avilantez de denunciarlo; aunque creo -sin temor a equivocarme- que en ese orden de cultura está el obrero más capacitado que vosotros”. “Lo que el pueblo quiere –con instrucción o sin ella- hay que dárselo, porque cuando él lo pide, es porque a ello tiene derecho”, sentencia Luis Navarro al final de su panfleto.

“Buscamos el camino de la República”, puede leerse antes de su firma, un anhelo que alcanzaron y que el propio Luis Navarro representó como alcalde cachonero a partir del 20 de abril de 1931. No obstante, no se pudo acabar con algunos de los problemas que se planteaban en este folleto electoral de Galaroza. Navarro intentó desde su puesto como alcalde ofrecer un mejor futuro a las y los cachoneros, desarrollando una amplia labor en ámbitos como la higiene, la salud, la educación, las obras públicas y el empleo obrero, pero no pudieron los demócratas erradicar el caldo de cultivo extendido en el país, que finalmente llevó a los militares golpistas a levantarse en armas contra el Gobierno legítimo provocando la Guerra Civil en 1936.