viernes. 19.04.2024
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Opinión

Somos ricos

Me encuentro sentada en mi terraza contemplando el mar en el más absoluto de los silencios. Son las tres de la madrugada y sin saber el por qué algo me incitaba a levantarme de la cama y ponerme a escribir.

Me encuentro sentada en mi terraza contemplando el mar en el más absoluto de los silencios. Son las tres de la madrugada y sin saber el por qué algo me incitaba a levantarme de la cama y ponerme a escribir. Y allí me puse delante de mi tablet acompañada de una taza de café, escuchando el romper de las olas y algún coche que pasaba frente a mi casa.

Estamos ya terminando septiembre y recuerdo que durante estos días desde mi último artículo, han sido muchas las cosas que me han pasado y las vivencias que he tenido. He de decir que han sido vivencias alegres y positivas que me han llenado el corazón y me han hecho sentir y ver que soy una mujer muy afortunada. Y es que a veces, no prestamos demasiada atención a lo que nos rodea, sintiéndonos personas insatisfechas y buscando un 'no sé qué' que pensamos que nos hará ser más dichosos. Pero la felicidad anhelada es más sencilla. La felicidad se encuentra en el sentido que nosotros le demos a las cosas, le demos a la vida.

Pensando y reflexionando entre sorbo y sorbo de café, se me viene a la mente esos recuerdos vividos durante el verano y todas las imágenes pasan delante de mi como si de una película se tratara. En todas ellas me veo rodeada de amigos, de mi familia y pienso de nuevo que soy una mujer muy rica, propietaria de un gran tesoro, de la amistad en mayúsculas.

La amistad debe ser entendida como la unión que conlleva valores fundamentales como la lealtad, el amor y la confianza tan importantes en nuestro día a día pero también la verdadera amistad debe ser desinteresada, donde no caben los celos ni las envidias, sólo es alimentada de actos, de palabras, de gestos que fluyen directamente del corazón.

Al hablar de la amistad, se me viene a la mente las conversaciones que siendo más joven tenía con mi compañero de despacho Miguel, cuando al hablar de los amigos él siempre me decía que con el tiempo te van sobrando dedos de la mano para contar aquellos que pueden poseer tan digno título. Me sorprendía esta afirmación, a mí me hacían falta más manos para poder contarlos. Con el paso de los años he entendido lo que mi querido amigo quería decirme y es verdad que en la vida te encuentras en tu camino con muchas personas a las que le damos la denominación de amigo o amiga, pero en el transcurso de los años algunos se quedan en simples conocidos y gracias a ellos aprendes a diferenciar a los amigos de verdad a esos que entran a formar parte de tu círculo más íntimo y personal.

Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarnos y otras que tardan años en hacerlo. Pero en ambos casos el denominador común es la confianza mutua, el respeto y el cariño recíproco.

Mientras escribo estas líneas se me vienen a la cabeza tantos y tantos rostros de amigos y amigas. Con algunos de ellos no hablo todos los días o nos les veo desde hace mucho tiempo pero sé que están ahí no sólo en los momentos de risas y fiestas sino también cuando se necesita un hombro donde verter nuestros miedos y tristezas en forma de lágrimas.

Son en esos momentos difíciles que te hacen caer y perder tu rumbo, donde más valoras ese rostro amigo, al que no le importa dónde estás o qué eres, o qué errores cometiste, sólo ve a la persona amiga que necesita de su aliento de esperanza y de optimismo. Qué cierto es que los amigos de verdad están ahí cuando los demás desaparecen .

Queridos amigos, como decía aquel: "Con el paso del tiempo aprendemos a querer más pero a menos gente". Cuidemos la verdadera AMISTAD.