jueves. 25.04.2024
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Muñecas serranas en la aldea de Las Chinas

El recuerdo de las macetas de Ana en el interior de los juguetes en la aldea de Las Chinas, junto al Múrtigas.
Muñecas serranas en la aldea de Las Chinas

Las Chinas es una preciosa aldea serrana que atesora, entre sus muchas peculiaridades, el pertenecer a dos términos municipales distintos, los de Galaroza y La Nava. La ermita hace de frontera imaginaria entre dos entidades hermanas, que comparten costumbres y legado hortelano gracias al fecundo río Múrtigas.

Justo enfrente de este invisible límite se encontraba una vieja tasca, regentada por la entrañable Ana, Ana la de Las Chinas. Se ubicaba en el interior de su propia casa, desde la que atendió a generaciones de serranos, más a cachoneros que a navinos, debido a la mayor cercanía de la aldea con Galaroza.

Los grupos de chavales iban en peregrinación a tomarse unos tintos y un pellizcón de bacalao a lo que, con la modernidad, pasó a denominarse ‘el pub de Ana’. Sus familiares recuerdan numerosas anécdotas que conformaron el peculiar carácter de la mítica tabernera, incluida para siempre en el panteón de serranos ilustres por su singular forma de conducirse y de influir en la existencia de los demás desde su quehacer diario. Ana era pura etnología de La Sierra.

Pero a pesar de los buenos ratos que se disfrutaron allí dentro, lo que más sorprendía a todo el que pasaba por la puerta de la taberna y de la casa era la decoración de su fachada.

Numerosas muñecas desnudas, utilizadas a modo de macetas, ponían color a la blanca cal. La imagen era, para unos, dulce; para otros, tétrica, y algo irreverente para la mayoría.

Las que un día fueran compañeras de juegos de las chiquillas, se convirtieron en soportes de un peculiar ‘estilo decorativo’. Las viejas ‘Nancys’ y las ‘Leslys’ de turno (todavía no habían llegado las ‘Barbies’) pasaron a ser tiestos humanizados por cuya cabeza descollaban geranios, claveles y romero.

El barro dejaba su lugar al incipiente plástico, la labor de cuidar tierra y flores quedaba limitada al simple regado; pero el resultado era especial, creando escuela aquella estética de macetas mofletudas, con cientos de plantas y flores manando de cabezas, ombligos y otros orificios.

Al cabo de los años, esta imagen inspiró la pieza teatral breve ‘Monólogo de niña con muñeca’, escrita por Juan Cobos Wilkins y presentado en uno de los Encuentros de Escritores de Galaroza interpretado por la actriz Mapi Galán. Incluso se distribuyó un soporte postal basado en una fotografía de Antonio Ignacio Giralde con motivo de esta sentida obra del escritor onubense.

Hoy, todo aquello es recuerdo, quizá ensoñación. Aunque, de todas formas, era ley de vida, ya que, a diferencia de las orondas ‘Nancys’, no sería posible imaginar a las escuálidas muñecas de ahora transformadas en frondosas macetas serranas.