-¿Qué has hecho en tu día a día durante el confinamiento, dónde y con quién lo has pasado?
- Lo pasé en casa con mi familia. En el día a día leía mucho, hablaba con amigos/as por teléfono, practicaba yoga y jugaba al ajedrez por Internet, deporte que ha vivido un verdadero boom durante la pandemia, pues el ajedrez, a diferencia de los demás deportes (y el ajedrez es un deporte, un deporte intelectual) puede ser jugado virtualmente. Durante el confinamiento han proliferado mucho los torneos de ajedrez online. Los ajedrecistas hemos sabido reinventarnos, y asimismo hemos sabido sortear la amenaza que representa para nosotros la irrupción de la inteligencia artificial.
-¿Cómo crees que cambiará la vida después de la pandemia, sobre todo el mundo de la cultura?
- Viviremos en una sociedad donde habrá menos libertades, el ataque a la democracia es devastador, a menos que despertemos y nos rebelemos contra este ataque, y se pretende trasvasar a nuestras sociedades occidentales democráticas el modelo de sociedad chino. Las sociedades asiáticas carecen de una tradición democrática, a diferencia de lo que sucede en Occidente, donde existió un movimiento intelectual ilustrado desde el siglo XVIII que situaba el valor del individuo y de la razón frente a la tiranía de las monarquías absolutistas. El mundo de la cultura también se verá afectado, y asistimos igualmente a un ataque desde las clases dirigentes que controlan la educación hacia las humanidades.
-¿Qué es lo que más te ha dolido de estos últimos meses?
-Lo que ha sucedido en muchas residencias de ancianos, la campaña del terror de los medios de desinformación y manipulación, las mentiras y la censura. En los medios oficiales se ofrece un único punto de vista, y se censura e incluso se ridiculiza cualquier punto de vista alternativo, siendo así que tales puntos de vista proceden, en muchos casos, del propio mundo científico; sin embargo, no existe debate alguno, ni foros de diálogo, ni los medios de comunicación oficiales ven fisura o contradicción alguna en las tesis establecidas. Cualquier punto de vista alternativo es aplastado, ridiculizado y condenado al ostracismo. En las redes sociales también existe una censura ejercida por unos pretendidos verificadores de información supuestamente independientes. Asimismo, existe la politización vergonzante de la crisis sanitaria, realizada, una vez más, con el objetivo de idiotizar a las masas y distraerlas de lo que realmente está sucediendo con falsos debates políticos que, en realidad, son auténticos diálogos de besugo que constituyen un auténtico fraude.
-¿Qué proyectos tienes para el futuro?
- Continuar con mi empresa y seguir escribiendo, tanto novelas como ensayos. Mi segunda novela ya está comenzada.
-¿Qué es lo que has echado de menos en los meses de encierro?
- El poder salir como antes, el poder relacionarse con los demás tal como se hacía antes, los abrazos, el contacto humano libre y afectuoso, en definitiva, la vieja normalidad. Lo que ahora estamos viviendo no es una nueva normalidad, sino anormalidad.
-¿Has pasado miedo en algún momento?
- Ninguno en absoluto. No soy negacionista pero tampoco alarmista. Como naturópata, sé que el microbio no es importante, sino la salud del sistema inmunitario, la calidad del terreno orgánico, la cual depende de una alimentación correcta y una buena higiene de vida.
-¿Cómo venderías Huelva para atraer inversores y turismo?
-Huelva tiene un entorno natural envidiable: unas playas que, para mí, son las mejores de España, e incluso de Europa. Y unos pueblos de la sierra donde el tiempo parece detenerse. Algunos de ellos, como por ejemplo Aracena y Almonaster la Real, ya han sido declarados como uno de los pueblos más bonitos de España. La capital, Huelva, es la ciudad con más horas de luz de nuestro país, junto a Almería.
-Acabas de publicar un libro, háblanos del mismo
Mi novela "La guerra del ajedrez", mitad realidad, mitad fantasía, está basada en la vida del ajedrecista estadounidense Bobby Fischer. La novela narra su vida, centrándose igualmente en el mítico enfrentamiento ajedrecístico de 1972, un campeonato del mundo de ajedrez que no sólo polarizó la atención mundial en torno a un tablero, sino que también convirtió al ajedrez en una industria floreciente. Por primera vez en su historia, el ajedrez dejó de ser una curiosa rareza, y consiguió atraer a cientos de miles de personas en todo el mundo. El campeonato reunía, por un lado, al campeón del mundo, el soviético Spassky, un campeón regular, sólido, treintañero.
Por otro lado, a Fischer, uno de los hombres más inteligentes del mundo, un genio inadaptado, maniático, casi neurótico, que ya había protagonizado sonadas salidas de tono en las grandes competiciones, retirándose incluso de torneos en los que ocupaba un destacado primer puesto a causa de sus diferencias con los organizadores. Fischer era ya uno de los mejores jugadores del mundo a sus 18 años, y si tardó diez años en llegar a la final del campeonato del mundo y poner fin a la hegemonía de los soviéticos en el juego-ciencia, se debió a sus problemas psicológicos, aunque finalmente se impuso su habilidad estratégica y mostró al mundo una maestría ajedrecística nunca vista hasta entonces. Fischer no sólo era un superdotado, sino que además era un fanático. Para él, el ajedrez era algo tremendo, casi su alter-ego. Y después de ganar el campeonato mundial, Fischer hizo la jugada más asombrosa de todas: desapareció durante 20 años. Esos años perdidos de Fischer son narrados en mi novela como una ficción, y muestran lo que fue un viaje espiritual hacia la felicidad y la sabiduría.
