sábado. 20.04.2024
El tiempo

De la Argentina a Galaroza, la foto con la que un onubense reunió a su familia

Carlos Espinosa encuentra a sus ancestros gracias a una vieja fotografía
De la Argentina a Galaroza, la foto con la que un onubense reunió a su familia

Muchos de nuestros lectores recordarán la historia de Marco, aquel niño que se recorrió medio mundo en busca de su madre. En su cuento ‘De los Apeninos a los Andes’, Edmundo De Amicis recreó la odisea de un niño buscando a su familia. Esta ansia por encontrar las raíces familiares está en el trasfondo de la historia de Carlos Espinosa, aunque en sentido geográfico contrario. Carlos ha reconstruido la historia de sus ancestros tras un viaje a España que le ha traído hasta Galaroza, indagando durante varios años sobre los orígenes de los suyos desde su Argentina natal hasta la pequeña localidad onubense. Factor principal para este final feliz ha sido una fotografía que cruzó el Atlántico y en la que este cachonero argentino ha basado sus pesquisas.

Pero, vayamos por partes. Manuel del Corazón de Jesús Ramírez nació en el pueblo de Galaroza, a finales del siglo XIX. Siendo joven emigró hacia La Línea de la Concepción para trabajar en la albañilería, en obras que se realizaban en la base militar británica de Gibraltar. Allí casó con Catalina Muñoz, nacida en la localidad malagueña de Estepona, y pronto decidieron buscar fortuna en el nuevo mundo. Según los registros obtenidos por Espinosa del Centro de Estudios Migratorios Latino Americanos tomados del Hotel de Inmigrantes de la ciudad de Buenos Aires, Manuel habría llegado al puerto argentino el 1 de febrero de 1908, en el vapor ‘Algerie’, procedente de Gibraltar; en tanto que su esposa Catalina y el pequeño hijo de la pareja, Manolo, de pocos meses de vida, parecen haber arribado en el mismo barco el 1 de agosto de ese año. A ellos, les siguieron Concepción y Nicomedes, hermanos de Manuel, quienes también vinieron a la Argentina entre 1908 y 1912.

El joven Manuel Ramírez habría de conseguir trabajo en su profesión de albañil en aquella ciudad que crecía a pasos agigantados, al principio para otros, pero pronto para su propia empresa. Unos siete años después de su llegada pudo comprar un terreno en la calle Bauness, donde levantó la casa familiar y más tarde un salón comercial donde instaló una despensa, o tienda de artículos de alimentación, con el nombre de ‘Modelo’. Su negocio y su familia prosperaron, naciendo en 1909 su hija Mariquita y en 1916 Angelita. Sus tres hijos, a su vez, se casaron y tuvieron hijos. No era muy locuaz don Manuel Ramírez, hablaba lo justo y necesario, pero de vez en cuando recordaba aspectos de su Galaroza natal. Hablaba de los peros, las bestias del corral que se cuidaban con celo en cada casa, la Fuente de los Doce Caños en el centro del pueblo, coplas y dichos populares o el gazpacho. De las pocas pertenencias que había traído desde España, conservó la familia una cuchara de madera, especialmente tallada para tomar gazpacho precisamente, con la inicial “R” de su apellido claramente grabada.

Un buen día, en torno a 1932, Manuel reunió a toda su familia para realizar una foto de grupo, una imagen que tendría una importancia capital más de ochenta años después. En este intervalo, fueron muriendo Manuel Ramírez, en 1954, y su esposa, quedando su recuerdo en sus hijos y también en sus nietos. Una de las copias realizadas de aquella fotografía cruzó el Atlántico, en el camino inverso al que lo habían hecho Manuel, Catalina y Manolo en 1908. En algún momento, muy probablemente antes de los desgarradores y tumultuosos años de la Guerra Civil, esa copia llegó al pueblo de Almonaster la Real, muy cercano a Galaroza, donde vivían María de los Ángeles Ramírez Olivera, hermana de Manuel, y sus hijas Felicitas Trujillo Ramírez y María de los Ángeles Trujillo Ramírez, nacidas en 1913 y 1916, primas de Manolo, Mariquita y Angelita. Esa foto se conservó con mucho cuidado y fue, durante más de 75 años, motivo de evocación e incógnita. La hermana de Manuel del Corazón de Jesús y sus hijas se asomaron muchísimas veces al retrato y, observando con curiosidad y atención los rasgos de los parientes, se preguntaron a menudo por el paradero de los parientes de la Argentina.

Una inquietud que heredó María de los Ángeles Díaz Trujillo, hija de Felicitas, también llamada Angelita en el seno familiar, que muchas veces mostró la misma foto a sus hijos Manuel Jesús Valle Díaz, Felicitas Valle Díaz y Cipriano Valle Díaz. La foto tomada en Buenos Aires recaló finalmente en la casa de la calle Avenida de los Carpinteros 60, de Galaroza, que es desde hace más de 40 años el hogar de de Angelita Díaz Trujillo y su esposo, el fabricante de sillas sevillanas Manuel Valle Muñiz. La imagen, nítida y testimonial, aguardó allí hasta abril de 2013, esperando un reencuentro con la historia familiar.

Tras un primer intento infructuoso en 1985 por parte de Pedro, uno de los nietos de Manuel, fue en 2013 cuando otro de sus nietos, Carlos Espinosa, hijo de María Ramírez, logró encontrar a su familia cachonera. Espinosa relata que “mis recuerdos de infancia tienen color y sonidos españoles, y aunque tuve poco trato con mi abuelo Manuel, puesto que murió cuando yo tenía 4 años, el recuerdo familiar quedó ligado a Galaroza, el poético nombre de su pueblo natal”.

Tras diversas indagaciones, se dirigió hacia la fábrica de sillas Hermanos Valle, con la esperanza de encontrar alguna respuesta a sus inquietudes. Le atendió Jesús Manuel, que quedó atónito con la historia que le contaba el argentino. Asombrado, le llevó a ver a su madre, en la planta de arriba, quien, enseguida, se fue a buscar una vieja foto sepia que atesoraba su familia desde hacía décadas. El investigador latinoamericano quedó inmóvil cuando reconoció a su abuelo Manuel, a su madre María, a su padre Gervasio, a su hermano Pedro y a otros familiares. Había dado con el eslabón perdido. María de los Ángeles, su prima segunda, entre lágrimas, recordó a su madre, “que tantas veces esperó este momento del reencuentro”. Aquella foto, la que mandó tomar su abuelo Manuel Ramírez en Buenos Aires alrededor de 1932, la que había esperado más de 75 años el momento del encuentro, había cumplido su misión, actuando como ADN gráfico para la identificación del parentesco.

La emoción embargaba a Espinosa varias horas después de tan histórico momento. Su intención a partir de entonces fue “terminar de componer mi árbol familiar cachonero y volver a Galaroza lo antes posible, porque tengo 62 años y no hay mucho tiempo que perder”. Y así lo ha hecho, con hitos importantes como un segundo viaje al pueblo serrano donde pudo disfrutar de la fiesta de ‘Los Jarritos’, o conocer los pueblos del entorno.

De igual forma, participó en un acto en 2018 en la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Viedma, en la Patagonia argentina, en el que dio a conocer la fiesta de Los Jarritos y los encantos del pueblo de su antepasado. En aquella conferencia, llegó a decir que se considera “andaluz de sangre, argentino, patagónico y también andaluz”, y que las callejuelas del casco histórico de la ciudad de Carmen de Patagones tienen un bello parecido con las de Galaroza.