sábado. 20.04.2024
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Opinión

Venus Vs. Marte

Hay una corriente que escucho últimamente entre mis nuevos amigos masculinos y es una frase que seguramente alguna vez hayas oído: “la mujer ahora con el tema del sexo está peor que el hombre”. Yo discrepo con ellos. Entre bromas y algún que otro pique, al final acaban dándome la razón: No es que estén peor, es que estamos en una época en la que como me decía Christian, “los hombres no quieren compromiso ni complicarse” y por ende, las mujeres han tenido que “aprender” a adaptarse a estas nuevas circunstancias en las que, como dice Pilar Sordo, “no se puede obviar las características biológicas del hombre y la mujer. El hombre cuando eyacula expulsa hacia fuera, por tanto, no retiene, tiene facilidad para soltar y la mujer, aguanta en su cavidad vaginal el esperma que el hombre expulsa, es decir, retiene, guarda y no suelta”.

Hasta biológicamente es obvio. El hombre tiene el pene en el exterior de su cuerpo, es decir, hacia fuera y la mujer tiene la vagina dentro de su cuerpo. Aparatos reproductores distintos. Entonces, tiene sentido que seamos simbólica, mental y emocionalmente distintos, ¿cierto?

Os ha pasado eso de tener una pelea con tu pareja a las 19.00 y que a las 22.00 el hombre busque tener un encuentro sexual y la mujer le recrimine: “¿en serio vienes a buscarme para que tengamos tema cuando hemos discutido hace 3 horas?, ¿cómo puedes ser tan frío? A mi ni me toques”. La verdad es que al escribir esto me río. Desde fuera y entendiendo todo desde una manera psico-biológica, las peleas entre parejas tienen su punto divertido.

Biología a parte, te ha pasado, ¿verdad? Y si no te ha pasado, lo has visto o te lo han contado. Por ello, la mujer se ve obligada como decía a tener que adaptarse al nuevo clima que marca el macho alfa para, poder protegerse de “enganches” emocionales con hombres que sueltan a la primera de cambio. Otro ejemplo claro es el de dejar una relación de no sé cuantos años y a los dos días, tu pareja tiene otra chica de recambio que evidentemente usa, para aliviar la pérdida de la pareja anterior. Eso de un clavo quita otro clavo... Es mentira. Pero eso es otro debate que os contaré en próximos artículos.

La mayoría de personas que atiendo en consulta verdaderamente son mujeres. Mujeres que vienen destrozadas por relaciones en las que de forma general, se han sentido engañadas o manipuladas. No es que esté pintando a los hombres de malos malísimos, al contrario, hay hombres muy buenos y que quieren formalizar sus relaciones, casarse, tener hijos y vivir siempre con esa persona. Sólo pretendo hacer una reflexión entre lo biológico, lo emocional y la realidad del día a día. Trabajo científico y trabajo de campo.

Volviendo al punto de inicio, no es que estén peor, que estén liberadas o vete tú a saber. Tampoco es por el hecho de que seamos hombres y mujeres. Somos seres humanos que, con nuestras diferencias, pretendemos encontrarnos en algún punto ecuánime. Para que eso ocurra, hay que ponernos a niveles equilibrados entre nuestros ideales y lo que luego es la realidad. Las mujeres pecamos de soñadoras y buscar príncipes azules. Los hombres de que todas somos actrices porno y señoras en la calle, como dice el refrán. Pero cuando la mujer se “libera” sexualmente hablando, nacen las críticas.

Pero la realidad es otra queridos lectores masculinos. Veo chicas de veinte, treinta y cuarenta y tantos en consulta que no saben cómo es su clítoris, que no se han masturbado nunca o que, si les preguntas por sexo oral, se ruborizan como niñas de 9 años al preguntarle si le gusta un chico de su clase. Una cosa es abrirse de piernas (hablando feamente) y otra muy distinta conocer la sexualidad en una misma.

Y aquí es cuando introduzco a mi amiga Mónica que, hablándole sobre esta teoría, me dijo un día sincerándose: “Nerea, no es que estemos peor, es que es la única manera de conquistar o enganchar a un tío, porque hay 3.000 tías en Instagram que sus cuentas son auténticos escaparates de pepinas que venden sus tetas puestas y sus culos perfectos en tanga sin una gota de celulitis”. Asentí. Es cierto. Ahora es más difícil conquistar con el alma o con la esencia, que con el cuerpo.

Todo es superficial. La chica que llevas a tu lado es un desastre emocional o mental, pero físicamente es un pivón que vive por y para la imagen y que tiene más silicona en el cuerpo que una Barbie. Y me decía ella: “¿Cómo compito yo con eso Nerea?, ¿cómo?”. Yo lo tengo claro y es lo que le dije: “No compitas. Tu no debes ser trofeo de nadie. Debes ser tú misma y ya llegará un hombre que sepa apreciarlo”.

No quiero que penséis que mi respuesta es de Disney. No lo es. Es real. Si no te das a valer, si te intentas comparar, si te pones a la altura de otras personas y crees que debes ser un trofeo que exponer…estás en lo erróneo. Al final, hay hombres que verdaderamente sí que les importa la cabeza de la persona con la que habla, porque le llena su conversación. Sí que le gusta que seas sensible o distinta. Hay hombres que se enamoran de tu mente y tu alma antes que de tu cuerpo. Lo único que ocurre es que cuando tú no te valoras, esos no son los que aparecen. Aparecen los otros.

Fijaos que paradoja, ¿no? Los hombres diciendo que las mujeres están peor que ellos con el sexo y en realidad, ellas no saben ni cómo tocarse el clítoris. Será la sociedad, será la represión, será la cultura o la manera en la que nos han criado. Pero sea como fuere, hay algo que para mí (y ojo, es sólo mi opinión y no por ello tiene que ser la correcta) está claro, y es que somos distintos. No se puede hacer igualitario lo que es físicamente distinto y, por ende, también mental y emocionalmente. Lo bonito es hacer de dos personas distintas (ya sean parejas hetero u homosexuales), algo igualitario. Es decir, hacer de nuestras desigualdades un objetivo común, único, maravilloso. Porque qué difícil son las relaciones, pero joder (con perdón), que bonitas cuando consigues eso. Yo puedo dar fe de ello, porque cuando una pareja distinta, distanciada, desequilibrada viene a terapia de pareja y pasa el proceso, es un auténtico festival de unión, amor desinteresado y equilibrio.

Sean bien recibidas pues las mujeres con autoestima, independientes, seguras de sí mismas y con un buen conocimiento de su sexo, para que casen a la perfección con hombres estables, con valores, con confianza en sí mismos y un buen conocimiento del sexo para que surja entre éstos la auténtica molécula de la felicidad: el equilibrio.