viernes. 19.04.2024
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Opinión

Ha muerto Pepa

Ya está, no hay más, murió Pepa, que era la madre de mi hermano Alfonso, pero Pepa es también los miles de personas que nos han dejado durante este tiempo, en soledad

Ya está, no hay más, murió Pepa, que era la madre de mi hermano Alfonso, pero Pepa es también los miles de personas que nos han dejado durante este tiempo, en soledad.

Como Sefi, la madre de Javi, la suegra de mi hermana. Todo igual, la muerte en soledad que se te queda clavada como duelo inacabado de personas que merecían grandes despedidas.

Mientras Pepa, en silencio, luchaba contra su enfermedad a nosotros nos llegaban las noticias del virus que le quitó el protagonismo hasta de su vida. Y qué injusto final porque, como ella, la gente de su generación no hizo nunca otra cosa que no fuera trabajar, dejarse la piel para sacar adelante a su familia, cuidar de su marido y dar de comer a sus hijos.

Se apagó Pepa mientras nosotros hacíamos videollamadas, y se quedó sola porque no se permitía acompañar a su familia en velatorios ni entierros. Y en el dolor no encontraron abrazos ni besos porque se habían prohibido.

Ya no podemos ni despedirnos, y eso que siempre fue la parte triste. No pude decirle a mi hermano, en su hombro, que no sé qué será de nosotros en la nueva normalidad, en la desescalada, en la búsqueda de una vacuna que nos permita volver a ser quienes alguna vez fuimos; que no sé si todo esto se convertirá en un recuerdo o que tal vez llegue a serlo nuestra antigua vida, algo escondido en los páramos de la memoria, y que quizás todo lo que hemos vivido hasta ahora, y de la forma que lo hemos hecho, haya sido una recompensa que nunca hemos sido capaces de valorar lo suficiente.

Pero aprenderemos a vivir de nuevo, a abrazar sin tocar, a estar juntos de lejos, a coger la mano a distancia, a vivir plenamente, pero de otra forma. Y mientras, agradezcamos lo que tenemos, valgamos la pena, hagamos como que lo merecemos y ayudemos a otros a conseguirlo. Que nuestro paso por aquí deje huella. Se lo debemos a quienes ya no están y no tuvieron su merecido homenaje, a quienes jamás olvidaremos porque supieron aprovechar sus vidas hasta el final, a quienes recordaremos siempre a pesar de todo esto. Es nuestra obligación para con quienes se dejaron su vida por los demás y en nosotros sembraron su recuerdo.

Ha muerto Pepa, me dijo David. Y aquella tarde aplaudimos en los balcones.