viernes. 29.03.2024
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Opinión

Techo y comida

Pocas veces el futuro era tan predecible. Todos los años, varias veces y en varios municipios, los asentamientos de inmigrantes dispersos por la provincia salen ardiendo. Hemos visto decenas de veces las imágenes de las llamas asolando las chabolas, la impactante instantánea de decenas de botellas de butano apiladas por los bomberos tras ser calcinadas, los colchones carbonizados, los palés humeantes fabricando rescoldos y humillación.

No había que ser muy avezados para saber que la tragedia sucedería, que las llamas y el humo se cebarían con alguna vida hasta causarle la muerte. Y sin embargo, ha sucedido.

Se llamaba Toufik Alasal, era de Marruecos, desde donde había venido hace apenas un mes y tenía tan solo 23 años. Su muerte se podría haber evitado, llevamos más de una década oyendo hablar de soluciones, de albergues, de planes de alquiler, de viviendas dignas…. Y sin embargo ha pasado.

No sé si durante estos días alguien, desde su despacho, desde la administración (cualquiera de ellas) ha sentido el más mínimo pesar por Toufik, si se ha replanteado las políticas que hace su administración, si ha sentido vergüenza o incluso si un rayo de culpabilidad le ha descargado algo de dolor en el corazón, pero incluso si ha sido así, insisto, ha pasado.

Esto no debe quedar como una muerte más, no entiendo porque nadie entona el mea culpa ante una muerte injusta y denigrante y porque se ha vuelto a pasar de puntillas sobre el asunto. No entiendo porque a esta muerte parece que le vayan a seguir otras en el futuro, porque la esperanza parece aún lejana para el problema de los asentamientos.

Película relacionada. Techo y comida ( 2015, Juan Miguel del Castillo)

La problemática del chabolismo agrícola es tan invisible (salvo cuando salta la tragedia) que ni siquiera encuentro una película que refleje esta realidad social. Mi recomendación (como haré a partir de ahora en mi artículo quincenal) será ‘Techo y Comida’ de Juan Miguel del Castillo, por su reivindicación de dos derechos humanos básicos que en esta ocasión sufre, no un inmigrante, sino una jerezana patria de barrio humilde interpretada de forma brutal por Natalia de Molina.

Su caída a los infiernos de la pobreza ante la crisis del país, los abusos, penurias y pérdida de la dignidad que sufre su protagonista tal vez puedan servir para mirar de soslayo a una realidad que tiene un nombre más simple: ‘Pobreza’ y un apellido hiriente: ‘Falta de humanidad’.