viernes. 29.03.2024
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Opinión

El amor no es la hostia

Estas son las cifras de un drama que sufre nuestra sociedad en pleno siglo XXI que se ha llevado por delante muchas vidas y arruinado otras tantas y que nadie debería cuestionar su profunda gravedad y mucho menos amparándose en terminologías
El amor no es la hostia

Pasado el mes de noviembre y pasado, por tanto, el 25, Día contra la Violencia de Género, parece que se tiende a aparcar este asunto en nuestro día a día y en nuestra memoria colectiva. Pero sin lugar a dudas es quizás a partir de ahora, cuando los focos se alejan, cuando más hay que seguir concienciando sobre esta lacra que sufren miles de mujeres en nuestro país. Lo que se pretende reflejar el día 25 de noviembre ocurre desgraciadamente durante los 365 días del año y, por ello, debe ser una labor constante.

Todos vimos y vivimos cómo ese mismo día centenares de mujeres se echaban a la calle para alzar su voz contra la muerte, abusos, violencia que sufren en nuestro país muchas mujeres y precisamente ese día, ese mismo día otra mujer era asesinada a manos de su pareja. La violencia machista no entiende de fechas ni conmemoraciones por eso la lucha debe ser una constante.

En este año, que aún no ha finalizado, son ya 54 mujeres asesinadas y 43 huérfanos. Son 1032 mujeres asesinadas a manos de sus parejas y ex parejas desde que se empezaron a contabilizar las muertes de mujeres desde el 2003.

Estas son las cifras de un drama que sufre nuestra sociedad en pleno siglo XXI que se ha llevado por delante muchas vidas y arruinado otras tantas y que nadie debería cuestionar su profunda gravedad y mucho menos amparándose en terminologías. El asesinato de una mujer no es una cuestión de terminologías.

Y por eso ante esta realidad me preocupa enormemente que se empiece a argumentar o a camuflar que la violencia es violencia, que no cabe diferenciar entre hombre o mujer o aquella que se produce entre los miembros de un núcleo familiar, porque la realidad  desgraciadamente es otra y los datos avalan que sí hay diferencia y, por tanto, un problema real y concreto. La violencia machista no admite camuflajes.

Es evidente que hay que repudiar cualquier tipo de violencia, eso no es cuestionable, como tampoco lo es que la realidad diaria de la violencia hacia las mujeres nos avalan para diferenciarla.

Ilustrarse siempre es enriquecedor y, por eso, es positivo constatar cómo la violencia ejercida en el entorno familiar está tipificada como violencia doméstica en el artículo 173.2 del Código Penal, mientras que la violencia de género es específica y la sufren y padecen las mujeres tal y como recoge la propia ONU que estima que más del 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental o violencia sexual por parte de otra persona.

Además uno de los principales problemas que podría plantear englobar la violencia machista dentro de la violencia doméstica es que antes de 2004 muchos de los homicidios de mujeres sin convivencia-novios o exparejas-no se contabilizaban y se perdían en el cómputo generalizado de muertes violentas.

La violencia de género ha sido y sigue siendo una de las manifestaciones más claras de la desigualdad, subordinación y de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, tal y como señala el Instituto de la Mujer. Se basa y se ejerce por la diferencia subjetiva entre los sexos. En definitiva, las mujeres sufren violencia por el mero hecho de ser mujeres.

Por todo ello, apostar por mezclar términos de manera perversa y crear conflictos dialécticos sobre violencia hacia las mujeres, puede significar dar un paso atrás en la lucha contra esta lacra social encubriendo cifras escalofriantes que tanto ha costado evidenciar y sobre todo por la que tanta gente hemos luchado. La violencia machista no se puede camuflar.