martes. 16.04.2024
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Opinión

El mal político

La política es un instrumento para cambiar la realidad, mejorar la vida de la gente y debe velar siempre por el interés general. Eso es lo que debe ser o lo que debería ser.

En este tiempo me parece muy oportuno reflexionar sobre la política como un instrumento para cambiar la realidad, mejorar la vida de la gente y que debe velar siempre por el interés general. Eso es lo que debe ser o lo que debería ser.

Otra cosa bien distinta es en lo que se convierte, o mejor dicho , en lo que la convierten algunas  personas que denigran esta actividad. Y ahí entra de lleno la figura personal del político.

La política como elemento básico de nuestra organización como sociedad le encanta a la gente, le preocupa y hay predisposición natural a participar en ella. Por eso se hace más evidente que lo que no le gusta al pueblo son algunas personas que la desarrollan.

Cuanto más se desvían estas personas de los objetivos esenciales de la política, más se alejan del ciudadano. Pero este último tiene claro que no se aleja de la política sino que se aleja de aquellos servidores públicos que confunden la política con la ambición, la avaricia, la corrupción, el egoísmo y algún que otro pecado capital más.

Por eso, cuando los estudios de opinión señalan que uno de los principales problemas del país son los políticos, son conscientes estos ciudadanos que con su opinión no quieren  denostar la política en sí sino la forma en la que algunos la ejercen.

Los ciudadanos censuran a aquellos políticos que prefieren proteger su 'castillo de cristal' en vez de tratar de buscar el interés general con su buen hacer. El buen político debe serlo y no parecerlo pese a que las redes sociales ponen muy barato lo segundo.

El político es víctima del político y no de la política. Lo bueno de la política es muy bueno pero lo malo es lo peor y, desgraciadamente, en muchas ocasiones es lo que el ciudadano percibe.

El espacio interno de los partidos se han convertido en coliseos donde se mide la resistencia de dos fuerzas. Por un lado la de aquellos políticos que tienen la fuerza de la honradez, el carisma, de la capacidad, del mérito, de la trayectoria, de la formación.  Y por otro los que tienen la fuerza de la conspiración, la envidia, las zancadillas, practicar el amiguismo, el peloteo...

Desgraciadamente, en la actualidad los segundos suelen 'amañar' el resultado y se erigen como vencedores y eso les hace ocupar posiciones de privilegio. Quizás sea también esta una de las causas de la desafección de la gente con la clase política, porque normalmente no les acompaña ni la buena gestión ni la capacidad de mejorar las cosas .

Por todo ello, volviendo a la esencia de la política, los políticos recuperarán el afecto de los ciudadanos cuando se ganen su admiración que es el ingrediente perfecto para recuperar el cariño de la gente.