viernes. 26.04.2024
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Opinión

El lado sucio de la diplomacia

El lado sucio de la diplomacia

Hay que crecer, ésa es la consigna: convertir el 7 en 77 y éste en 777. Si para ello es necesario romper las bases de la ética, los diques de la razón mínima, el consentimiento conformado, barrer del mapa a Montesquieu o pasarse por el forro las Cartas donde se fijan derechos inalienables, pues, se hace y punto.

Pero, un silencio o una ausencia, un tímido gesto a veces, tienen más contenido que todas las palabras o todas las presencias. Liu Xiaobo no estuvo sentado en el sillón que le había sido consignado en Oslo para recoger el Nobel de la Paz. Esa estampa de sillón vacío, ese hueco en las retinas capaz de horadar conciencias hizo más patente aún la falta de libertad en ese constructo que es China porque, además, como algunos otros, sigue imparable, creciendo y creciendo, porque lo importante no es la ética ni la salud ni la formación ni saciar el hambre... no, no. Lo importante en China es el Mercado... el puñetero Mercado.

Es cierto que el trueque existe desde que el hombre se agrupó en hordas para mejor defenderse frente a los otros: frente a todos los demás. También que las barreras de los Estados eran muros dentro de cuyos espacios había una dialéctica diferenciada que otorgaba derechos y deberes a los organizados en esos linderos. Pero, eso se acabó. El desarrollo telemático ha impuesto nuevas leyes y no todas... no todas, benefician el progreso del ser humano en paz y libertad, más bien lo contrario, como se ha constatado con la fuga de papeles propiciada por Wikileaks o por lo revelado por el soldado espía norteamericano.

Los Estados siempre se espiaron unos a otros, y lo seguirán haciendo. La diplomacia tiene muchas aristas entre las que destacan el negocio por el negocio y el captar información del otro, de los demás... como pilares fundamentales que orienten las políticas exterior y económica. La compra de voluntades siempre fue un aditivo necesario para el sostenimiento de cualquier sistema. Es un axioma necesario en el mundo empresarial.

Pero, lo de ahora, lo que nos está pasando, lo que vamos conociendo de este o de aquel, de unos o de otros, posibilitado por la inmediatez de las comunicaciones y la dificultad de su interceptación por los inquisidores de turno... da arcadas, ganas de bajarse de este corporativo, lastrado y corrompido mundo en que sobrevivimos.
La desconfianza y la apatía se están extendiendo demasiado y los políticos deberían tomar nota de forma urgente. Se están pasando. El liberalismo que nos fagocita cada vez más está tensando excesivamente la cuerda y el día menos pensado lo que está ocurriendo en Ucrania estará pasando en cualquier país del resto de Europa o, lo que es peor, en toda Europa. (Porque, no olvide una cosa, las guerras mundiales no se hacen en EEUU, se hacen en Europa; somos así de imbéciles).

Los manijeros piensan que tienen el control de la situación pero no es cierto. Se la juegan todos los días porque la avaricia no tiene límites. Pero están ciegos como el rey del cuento del sastrecillo valiente.
Algunos, siendo conscientes o no, están sentando las bases para una nueva gran involución en Europa y, a este paso, lo conseguirán sin duda. La ciudadanía no tiene referentes, no los hay; se han perdido en los recovecos de la historia. La ciudadanía lo que tiene ahora es hambre, falta de trabajo, desencanto, frustración y grandes dosis de apatía. En cuanto venga un populista que la arengue, que le cuente lo que quiere oír, adiós a la democracia.

Si algún lector de los que posan sus ojos por estas letras fuera por casualidad de los que mandan, que no me tome por ingenuo, que se aplique, que se aplique a la tarea de gobierno con toda dedicación antes de que llegue la revuelta, la desafección y el desconcierto.

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