viernes. 26.04.2024
El tiempo

Santeros y ermitaños en las ermitas serranas

El historiador Santiago González Flores aporta datos sobre estos personajes en la zona
Santeros y ermitaños en las ermitas serranas

Santeros, santeras y ermitaños son algunas de las figuras más desconocidas dentro de la devoción popular en la comarca de la Sierra. A lo largo de las diversas etapas históricas, apenas hubo ermita o santuario que no contó con uno, conformando en ocasiones familias que encontraron su sustento diario al cobijo de estos edificios religiosos serranos.

Son escasas las investigaciones históricas que incluyen a estos personajes por falta de datos o de interés. Una de ellas, corresponde al historiador Santiago González Flores, que ha aportado datos sobre esta cuestión en algunas localidades de la zona este del territorio.

El primer ermitaño del cual tenemos constancia documental en la Ermita de Ntra. Sra. del Puerto en Zufre data de 1547. Sabemos de su existencia concretamente a través de una de las mandas del testamento de Gonzalo López, otorgado ante el escribano Alonso Sánchez el 11 de octubre de dicho año. Se detalla que "... Otro si mando a Juan Estevan Ermytaño de Nuestra Señora del Puerto un sayo de fusa e una camisa por Amor de Dios...".

A través de la documentación conservada se desprende que la figura del ermitaño o santero era normal en el santuario. Por lo general, se trataba de personas de escasos recursos que, a cambio de cuidar de la ermita, recogían las limosnas de los viajeros y comerciantes, daban asilo y techo a los peregrinos y, en el mejor de los casos, disponían de pequeños rebaños y huerto para su sustento diario.

En las partidas de defunción también se reflejan datos de interés y podemos conocer que si la muerte les llegaba siendo santeros podían recibir sepultura en la misma ermita. Las fuentes no detallan si el enterramiento se producía en el interior o exterior del edificio, pero lo normal, en la mayoría de los casos, era que se enterrase a estas personas en el interior del templo.

A Josefa Garzón, natural y vecina de Higuera de la Sierra, de 58 años de edad y casada en segundas nupcias con Andrés de Jesús Martínez de la Campana y vecino de Higuera de la Sierra, le sorprende la muerte como santera de la Ermita del Puerto en mayo de 1842. En un documento estudiado afirma que "... hallándome gravemente enferma en esta Hermita Rural...", otorga testamento ante 5 testigos el 6 de mayo de 1842 y entre las numerosas mandas testamentarias señala "...sea sepultada en esta Hermita o en la Parroquial de esta Jurisdicción a disposición de mis albaceas ...".

En el caso de otras ermitas de la zona, como la del Prado, se constata que también disponían de ermitaños, tal es el caso de un tal Moreno a mediados del siglo XVI.

La razón de la presencia generalizada de estas figuras no la encontramos sólo en la fe o en convicciones religiosas, sino en la pobreza endémica de la comarca y la falta de recursos, que llevó a muchas familias a buscar el sustento fuera del amparo de la villa a la sombra de santuarios y ermitas, por lo que, según Santiago González, “no fue la fe sino el hambre lo que los arrastró a estos parajes a estos vecinos”.