La prepotencia o el complejo de base
Es habitual en la vida normal y en política que vivamos cerca de personas prepotentes y que practican el pensamiento único. Su ego y afán de protagonismo les lleva a infravalorar de forma continua al otro. Lo necesitan para elevar su nula autoestima porque en el fondo son conocedores de su mediocridad y todo es fantasía y teatralidad o apariencia.
En familia o pareja son controladores y no respetan la privacidad de un entorno exigiendo explicaciones de las vida y acciones de quien es libre y dueño de sus actos.
Son manipuladores y deforman la realidad. Están obsesionados con culpar y dejar quedar mal al otro y ello les enorgullece cuando no es más que carencia de ética y valores.
En ocasiones son obsesivos religiosos y dan gracias a Dios por ser héroes y capitanes cuando en el fondo están lavando su culpabilidad. No soportan el éxito de otros y les corroe el rencor porque creen ellos se lo merecen.
Es imposible la comunicación porque priman las discusiones y el tono elevado de voz e irritable. Lo mejor es el silencio e ignorar o abandonar el lugar donde es imposible el razonamiento. Así se quedará solo en su mundo buscando otra víctima o calumniando a quien lo ignora.
La convivencia con ellos es insuperable dado su afán de provocación e intento de sacar de las casillas a su presa. Suelen echar en cara lo que hacen para humillar, algo tan necesario en ellos . Son auténticos psicópatas integrados y necesitan tratamiento psiquiátrico o terapia psicológica.
El alejamiento de estas personas tóxicas es la base y la solución de un equilibrio mental y no generar somatizaciones y estrés. Nadie excepto nosotros dirigimos nuestra propia vida y nuestro sentir y pensar cono seres con libertad propia y decisiones