Cuando lleguen los sirios

Mucho ha sido el susto para algunos que han creído imposible soportar la cuota de sirios que nos corresponderá asistir. Ese común pensamiento entre ligero y esquivo ha inclinado sus fauces a considerar que no estaremos preparados ni seremos capaces de alimentar y darles vidas a seres que vienen con tanta precariedad; pongamos que existe cierta desconfianza para confiar en nosotros mismos, en nuestras ganas, en nuestras fuerzas, en nuestras posibilidades, en las garantías de nuestra sociedad tan desmerecida y desmejorada por los últimos acontecimientos. No faltará humanidad, de eso estamos sobrados, pero la fortaleza económica necesaria en momento convulso y la adecuada inversión para el proyecto, inserta muchas dudas que al personal le produce una miaja de repelús.

Cuando empecemos a comprender que todo se podrá llevar con toda normalidad, comenzaremos a creer en nosotros y pondremos un surtido inconmensurable de opciones para superar el reto. No quedará la misión solo en la aceptación, el alimento, la educación y la convivencia, ha de entenderse -considero- que se trata de acercarles a la felicidad que han perdido. Cuando les veamos las caras y notemos en sus rasgos nuestros mismos rasgos, el color de sus ojos como los nuestros, la risa como nuestra misma risa, cuando les hablemos y empiecen a entendernos y aprendan a estar con nosotros y gusten de nuestras costumbres y se alegren con nosotros y se mezclen con nosotros y sean nuestros cómplices en nuestras ocasiones, cuando eso ocurra daremos por cumplido el primer tramo de la misión, con el deber exigido. Entonces nosotros seremos ellos y ellos serán nosotros.

Intereso, desde mi posición, que hay huecos suficientes para aceptar con dignidad a personas que precisan tanto de apoyo como de cariño, que vienen desahuciados de la vida y con rumbo perdido y necesitan de otros seres humanos para poder seguir cumpliendo los pocos sueños que les quedan. Seguro que seremos capaces de restablecerles los sueños, seguro.