Redes sociales y salud mental: jóvenes más conectados, pero más solos...
Crecen en España los síntomas de ansiedad y baja autoestima vinculados al uso intensivo de redes sociales junto a la alerta por adolescentes emocionalmente vulnerables.
Las redes sociales se han convertido en el marco cotidiano de millones de jóvenes, pero también en un escenario donde proliferan la ansiedad, la baja autoestima y la soledad emocional. Un estudio reciente señala que el 77 % de los españoles de entre 18 y 25 años considera beneficioso reducir el uso, y uno de cada tres reconoce haber sufrido efectos adversos en su salud mental por culpa de estas plataformas.
Especial atención merecen plataformas como TikTok e Instagram, cuyo uso intensivo —más de dos horas diarias para uno de cada cinco adolescentes— se relaciona especialmente con presión por la imagen corporal y sensación de insuficiencia en las chicas, reflejando desigualdad de género en el impacto psicológico.
Según datos de Unicef y la OMS, aproximadamente el 41 % de los adolescentes en España afirma haber tenido —o creer haber tenido— algún problema de salud mental en el último año, aunque más de la mitad no ha buscado ayuda alguna. Además, un millón y medio de jóvenes entre 12 y 18 años presentan cuadros emocionales que van desde ansiedad a depresión, lo que evidencia el reto que plantea la era digital para la salud colectiva.
Diversas investigaciones señalan que la llamada “adicción a redes sociales” explica hasta el 55 % de los síntomas de ansiedad, el 52 % de los de depresión y casi la mitad de los comportamientos agresivos en población joven. Este fenómeno engloba el oversharing emocional, la exposición excesiva y la dependencia de la validación online. Otros estudios muestran cómo el 32 % de los jóvenes sufre baja autoestima ligada al uso de estas redes, además de insomnio, dependencia emocional y desconexión social.
Expertos alertan de que la ansiedad social afecta ya al 30 % de los adolescentes en España, problema agravado por el uso intensivo de pantallas. Aunque España se sitúa algo por debajo de la media europea en uso problemático, el ritmo de crecimiento es preocupante. También se detecta que una proporción creciente recurre a medicación para facilitar el sueño o controlar la ansiedad, incluso sin prescripción médica en algunos casos.
En respuesta, instituciones como el Comité de Entornos Digitales Seguros han propuesto iniciativas para fomentar el uso responsable y crear marcos protectores desde la infancia. La educación emocional, filtros parentales y campañas informativas son herramientas clave para lograr un consumo consciente y saludable de las redes.
La conclusión es clara: vivir hiperconectados no equivale a sentirse acompañados. Frente a este escenario, reflexionar sobre el consumo digital como práctica emocional y no solo relacional se presenta como un asunto de urgencia socio‑sanitaria.