Una procesión para la eternidad: La Virgen del Rocío vuelve al cielo tras tocar el alma del pueblo
La Virgen del Rocío regresó a su camarín a las 12:32, tras una procesión multitudinaria que ha dejado momentos inolvidables en este año jubilar.
En la madrugada más esperada del año, cuando el reloj marcaba las 2:42, Almonte rompió el murmullo de la noche con una promesa cumplida. La reja de la ermita se convirtió, como cada año, en frontera simbólica entre el cielo y la tierra. Los almonteños, guiados por el fervor ancestral, llegaron hasta Ella para alzarla a hombros y llevarla, con manos temblorosas de emoción, por las arenas sagradas de la aldea.
Desde entonces, la Virgen del Rocío ha caminado entre su gente, envuelta en una marea humana que no entiende de distancias ni de sueño. Bajo la luz de la luna y las primeras claridades del alba, se ha encontrado con cada una de sus 149 hermandades (127 filiales y 22 agregadas), dejando a su paso lágrimas, promesas susurradas y miradas que solo el corazón puede explicar.
Uno de los momentos más vibrantes del recorrido ha tenido lugar a las 7:20 de la mañana, cuando la Virgen se detuvo ante la Hermandad de Huelva. No hay palabras que puedan describir lo que allí se vivió: los vivas rompían el aire, los brazos se alzaban en súplica y los ojos, empañados de fe, apenas podían seguirla. Todo ello, mientras los pétalos caían del cielo sobre el paso de la Virgen del Rocío.
Horas más tarde, fue el turno de Emigrantes. La mañana ya avanzada no restó fuerza al encuentro. El sol no pudo apagar la devoción que estallaba en ese rincón de la aldea, donde la Blanca Paloma se plantó firme, como madre que no olvida a ninguno de sus hijos.
Este año jubilar ha traído una procesión especialmente extensa, como si el tiempo hubiera decidido alargarse para que nadie se quedara sin verla de cerca. Un Rocío distinto, profundo, de esos que se agarran al alma y no se sueltan.
Pasadas algo menos de 10 horas horas de emoción continua, a las 12.32 horas, la Virgen ha regresado a su camarín. Y con su recogida, vuelve el silencio. Pero no es un silencio cualquiera: es el eco de una aldea que ha vuelto a vivir su milagro.
Esta misma tarde, algunas hermandades comenzarán ya el regreso a casa. Lo harán cansadas, sí, pero colmadas. Porque han estado con Ella. Y con eso basta.