Las palabras de América que se quedaron en Huelva
El español que hablamos hoy en Andalucía está lleno de términos que cruzaron el océano y echaron raíces en nuestro vocabulario cotidiano
En el habla andaluza —y especialmente en la onubense— hay palabras que suenan tan nuestras que cuesta creer que nacieran a miles de kilómetros, en tierras americanas. Sin embargo, el contacto entre España y el Nuevo Mundo tras el viaje de Colón trajo mucho más que productos o costumbres: trajo una revolución lingüística. Muchas de las voces que hoy usamos con naturalidad llegaron desde lenguas indígenas como el náhuatl, el quechua o el taíno, y se integraron en el español hasta formar parte inseparable de nuestra identidad.
Decimos “chocolate”, y con ello evocamos un aroma universal, pero la palabra procede del náhuatl xocoatl, que significa “agua amarga”. Algo parecido sucede con “tomate”, del mismo origen, o “cacahuete”, que los mexicas llamaban tlalcacáhuatl. Incluso el “aguacate”, tan presente hoy en nuestras mesas, procede del término ahuacatl, que literalmente significa “testículo”, por su forma peculiar.
Desde el sur de América llegó también el “maíz”, palabra taína que designaba el grano básico de buena parte de las culturas precolombinas. En los mercados y cocinas andaluzas se mezcló pronto con el vocabulario local, igual que ocurrió con la “patata”, derivada del quechua papa, y con el “tabaco”, también de raíz taína.
Pero no solo los alimentos trajeron palabras nuevas. De América vinieron también términos cotidianos como “canoa”, “hamaca”, “barbacoa” o “huracán”, voces que describían realidades desconocidas en la España del siglo XV y que hoy usamos sin pensar en su origen tropical. En la costa onubense, donde las travesías atlánticas fueron parte esencial de la historia, estas palabras no tardaron en popularizarse. Marineros, comerciantes y aventureros las trajeron consigo en su forma original, y poco a poco fueron adoptadas por la gente común, adaptadas al acento y al ritmo andaluz.
El lenguaje, al fin y al cabo, es un reflejo de nuestra historia compartida. Y si hay una región que conserve en su forma de hablar ese vínculo entre los dos lados del océano, es Andalucía. En cada “chocolate”, en cada “patata” o en cada “hamaca” que mencionamos hay un pedazo de aquel intercambio que unió a Huelva con América.
Cinco siglos después, seguimos hablando con palabras que viajaron en los barcos de los descubridores, se mezclaron con los acentos del Sur y se hicieron nuestras para siempre.