viernes. 19.04.2024
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Nuevas teorías sobre el origen del retablo mayor de la parroquia de Galaroza

La historia tiene momentos emocionantes en los que las sucesivas investigaciones aportan datos que pueden incluso revocar lo conocido hasta entonces. Esto podría suceder con el  retablo mayor de la parroquia de Galaroza.
Nuevas teorías sobre el origen del retablo mayor de la parroquia de Galaroza

La historia tiene momentos emocionantes en los que las sucesivas investigaciones aportan datos que pueden incluso revocar lo conocido hasta entonces. Esto podría suceder con el  retablo mayor de la parroquia de Galaroza, que hasta la fecha se tenía como originario del Convento de la Victoria, de la localidad sevillana de Estepa. Así lo afirma la historiografía publicada, como la ‘Guía artística de Huelva y su provincia’ y también el investigador local Emilio R. Beneyto, quien en su libro ‘Historias de Galaroza’ lo detalla y documenta que la adaptación al hueco existente tras la quema del anterior retablo en 1936 fue obra de carpinteros cachoneros dirigidos por Rafael Fernández Fernández.

La reciente restauración del retablo a cargo de la Comisión Parroquial ha estimulado el interés  por tan magna obra de arte, hasta el punto de haberse descubierto un trabajo que proporciona nuevos detalles históricos sobre la sustitución del antiguo y desaparecido, relevante obra realizada por artistas españoles y portugueses y finalizada en el primer cuarto del siglo XVIII.

Jorge Alberto Jordán Fernández, doctor en Historia, publicó en 2018 un artículo en la revista de fiestas de Estepa en el que afirma que este retablo no podía proceder de la desaparecida  iglesia del convento de la Victoria, de Estepa, ya que se conoce el destino de todos los que pertenecieron a ese templo, que fueron a parar a las localidades de Herrera, El Rubio, Casariche, Badolatosa, Puente Genil, Puebla de Cazalla y Sevilla. Por el contrario, ofrece una nueva versión: el retablo que actualmente se encuentra en Galaroza podría haber llegado desde la antigua iglesia estepeña de la Concepción, que en sus comienzos fue una ermita edificada a mediados del siglo XVI a espaldas del antiguo hospital del Corpus Christi.

Tras sucesivas ampliaciones y vicisitudes, la llegada del siglo XX supuso el comienzo del fin para la ermita de la Concepción, concretada en 1918 con la comunicación que el párroco Víctor Gamazo traslada a las autoridades eclesiásticas acerca de una ruina que pudo pararse en un primer momento, pero que diez años después terminó por confirmarse. Fue el 17 de enero de 1928 cuando el cardenal arzobispo de Sevilla, Eustaquio Ilundain, decretó su cierre al culto, autorizando al párroco para que trasladase “su artístico púlpito al templo parroquial, y si fuere necesario, también los altares o retablos que hay bajo la cúpula y los coloque en otro templo de la feligresía hasta que vuelva a abrirse al culto la iglesia de La Concepción”. Inevitablemente,la iglesia fue clausurada de forma definitiva y repartidos sus bienes en años posteriores entre diversas iglesias.

El retablo mayor pudo ser trasladado a otro templo, que, según Jordán, habría sido el de Galaroza, basándose en la coincidencia de la descripción del mismo y las características del  ubicado en la localidad onubense. La reseña más antigua de este retablo que ha conseguido el historiador data del año 1791 y pertenece a un inventario de bienes de la hermandad del Rosario de la Concepción; en este documento se describe el retablo mayor como “ de madera de talla, dado de blanco y oro, que ocupa todo el frente del presbiterio”.

Jordán encuentra también un más detallado análisis de la pieza casi un siglo después, hacia 1886, en la descripción del retablo que dejó Aguilar y Cano en su célebre ‘Memorial’, informando que “el retablo principal, el que está al frente, donde se abre el arco del bonito camarín de la imagen de Nuestra Señora, es de madera tallada, con toda la profusión de adornos del gusto churrigueresco. En su composición se dio lugar preeminente a las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, que ocupan los lados, y a la de San Miguel, que corona el arco del camarín”. Aún más datos se contienen en el inventario de la ermita el año 1911, pocos años antes de su cierre, al afirmar que se trata de un “retablo de madera tallada, en blanco y dorado, con las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, San Miguel en el centro alto, cuatro Ángeles a los lados del manifestador”.

Jordán opina que este retablo fue realizado en los años centrales del siglo XVIII, coincidiendo con las obras realizadas en el templo a instancias del VII marqués de Estepa, y que su ejecución debió correr a cargo de uno de los talleres antequeranos que trabajaron aquí durante esa época, el vinculado a Francisco Primo.

En lo que sí coinciden sus investigaciones es que el retablo habría llegado a Galaroza gracias a  la mediación de María Teresa Vázquez de Pablo, viuda de Osborne, quien ejerció una gran labor benefactora para la población cachonera y estuvo muy vinculada también a la localidad  sevillana de Estepa.

La intención de Jordán Fernández es continuar investigando esta hipótesis para documentar con mayor exactitud el origen del retablo mayor de la parroquia de la Concepción de Galaroza.