miércoles. 24.04.2024
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El cachonero que no fue Arzobispo de Santa Fe de Bogotá

Diversas críticas hacia el cachonero hicieron dudar al Santo Padre, quien demoró el placet final.
El cachonero que no fue Arzobispo de Santa Fe de Bogotá

Numerosos personajes de la historia serrana han llegado a merecer distinciones de alto rango en las instituciones españolas y foráneas. En Isidoro Domínguez tiene Galaroza otro más de sus hijos ilustres, a pesar de que no pudiera tomar posesión de la más alta distinción que se le concediese, la de ser Arzobispo de Santa Fe de Bogotá.

Isidoro Domínguez Vázquez de Tovar nació en Galaroza el 4 de abril de 1762. Fue bautizado por el presbítero Lázaro José Quintana en la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción con Pedro Navarro y María Basquez como padrinos. Sus padres fueron Isidoro Domínguez y Ángela Plácida Basquez de Tovar. En la partida de bautismo hay una anotación marginal que reza “en el año de 1819 fue elevado a la dignidad de Arzobispo de Santa Fe en la América”.

Según el historiador José Manuel Cuenca Toribio, pertenecía a una familia noble cachonera, que le proporcionó buena educación. De la infancia y juventud cachoneras del luego religioso, nada se sabe; si acaso que nació en la primera casa de la izquierda de la calle que lleva su nombre actualmente en Galaroza, según Emlio Rodríguez Beneyto, quien en su libro ‘Historias de Galaroza’ recoge numerosas referencias a su paisano, sobre todo, una correspondencia epistolar de mucho interés.

La mayor parte de los datos conocidos sobre su trayectoria son aportados en diversas investigaciones por José Restrepo Posada, sacerdote  e historiador colombiano (1908-1972) que fue vicepresidente de la Academia Colombiana de Historia y autor de numerosos trabajos de investigación histórica.

En ‘La Revista de Indias’ número 45 del año decimoprimero, publicada en el verano de 1951, un artículo de Restrepo Posada daba nutridos datos sobre este cachonero. Tras confesar que en su país no se habían ocupado en exceso de esta figura histórica, aportaba anotaciones de interés respecto a Domínguez.

Sabemos por Restrepo que se estableció en Málaga, ingresando en la Religión de los Clérigos Menores Regulares de San Francisco Caracciolo. Tras una carrera al parecer meritoria, fue nombrado vicario general apostólico de Gibraltar en 1806, desde donde promueve la adhesión a la Guerra de la Independencia, como en un artículo recogido por ‘Demostración de la lealtad española: colección de proclamas, bandos, órdenes, discursos, estados de exercito y relaciones de batallas publicadas por las Juntas de Gobierno o por algunos particulares en las actuales circunstancias’.

El historiador colombiano pasa a señalar las extrañas circunstancias de su paso por el arzobispado de Santa Fe de Bogotá. Vacante la  plaza por fallecimiento de Juan Bautista Sacristán, el rey Fernando VII nombra sustituto a Domínguez el 19 de diciembre de 1818, siendo presentado oficialmente en la Santa Sede. El encargado en El Vaticano del procedimiento habitual fue Monseñor Giustiniani, pero los escollos comenzaron a lastrar la necesaria confirmación oficial.

Al parecer, diversas críticas hacia el cachonero hicieron dudar al Santo Padre, quien demoró el placet final. Mientras tanto, Domínguez esperaba en Málaga el nombramiento definitivo, y escribía a Colombia acerca de su toma de posesión. La respuesta fue una carta demoledora desde la ciudad colombiana de Mompox fechada el 24 de agosto de 1819. Su remitente resaltaba la difícil situación que vivía la iglesia, con dispersión y fallecimientos de responsables religiosos, y el país en general, con Bolívar venciendo en el campo de batalla para conseguir la independencia.

Decepcionado, el cachonero fue a vivir a su pueblo, desde donde escribía cartas, algunas de las cuales se conservan en el Archivo de Indias, que describen su pesar. En ellas, firma como “Arzobispo de Santafé”, aunque la realidad es que nunca pudo tomar posesión de tal distinción.

A pesar de que el  16 de agosto de 1819 consiguió que se le otorgase la consagración episcopal en Madrid, y el 16 de octubre se expidieron las Reales Ejecutorias, previa publicación en la  Gaceta de Madrid del 6 de octubre de 1819, la penuria económica en la que vivía inmerso y las circunstancias de su destino le impidieron cumplir el mandato de embarcar en la fragata ‘Viva’ desde el puerto de Cádiz hasta Santa Fe. Así lo hizo constar en una carta enviada el 6 de abril de 1820 desde Galaroza.

Sus lamentos llegaron incluso a las Cortes Generales, que en su diario de sesiones recoge la cuestión. Se dice que el “M.R. arzobispo de Santa Fé don Isidoro Domínguez, quien desde Galaroza, pueblo de la provincia de Sevilla (sic), manifestaba las justas y poderosas razones que le habían impedido pasar a su diócesis”, suplicando a las Cortes que le recomendasen ante el Gobierno para que se le buscase un nuevo destino vacante, “mientras dura la imposibilidad de marchar a su destino”. En este, y en otros momentos, salieron a colación el rechazo al absolutismo y las simpatías de Don  Isidoro por los preceptos de la Constitución de 1812, lo cual quizá también enturbió el desbloqueo de su lamentable situación.

Sus peticiones fueron finalmente oídas por las  altas esferas eclesiásticas, que, bajo los auspicios del Nuncio Apostólico, le nombraron vicario general del Arzobispado de Burgos en julio de 1821. Pero su deterioro físico y las penalidades sufridas aceleraron su muerte, acaecida en la ciudad burgalesa el 6 de abril de 1822.

Restrepo recoge en otros trabajos reseñas de interés para la biografía de Don Isidoro, como la que Fernando Caicedo y Flórez incluyó en 1824 en las ‘Memorias para la Santa Iglesia Metropolitana de Santa Fe de Bogotá’. En su listado final de arzobispos de aquella Iglesia Metropolitana, incluye a Domínguez con la mención de que fue consagrado en Madrid y después fue nombrado Obispo de Palencia, “en donde se asegura que murió”, noticias que posteriormente la investigación histórica ha revelado falsas.

El último y relevante dato que debemos a José Restrepo es la existencia de un cuadro de Isidoro Domínguez en la parroquia de Galaroza, que habría desaparecido en la quema de la iglesia acaecida el 25 de julio de 1936.