¿Qué se esconde detrás de la provocación de un fuego?

Debe diferenciarse la piromanía del transtorno psicótico, y siempre por delante el respeto al medio ambiente.

La causalidad del fuego, con consecuencias incendiarias o no, tiene multitud de vertientes completamente diferenciadas y delimitadas, distinguiéndose intencionalidad o no intencionalidad o azar, maldad o patología. En el primer caso encuadraremos los actos realizados una única vez con finalidad de venganza, de soborno, de amenaza, de reclamos económicos, herencias de fincas al que cree le corresponden y utiliza su ira y su fuerza y rencor para anular sin ley algo que considera injusto y de este modo se queda aliviada su trauma momentáneo. No podemos obviar los movimientos político-sociales extremistas y el terrorismo de cualquier etiología o geografía basado en la captación y dominio mental de los ejecutores.

Dejando a un lado estas causalidades debemos diferenciar y delimitar dos términos: piromanía y transtorno psicótico. Si bien un pirómano no es un psicótico, un psicótico puede  poseer un rasgo de piromanía coexistiendo en su anómala personalidad. En la piromanía existe intencionalidad, en la psicosis no se es consciente debido a ese desdoblamiento de personalidad donde lo imaginario se percibe como real. El pirómano sufre un transtorno obsesivo compulsivo, realiza una acción para eliminar esa angustia tensional en su ser, hace fuego, disfruta contemplándolo y a veces incluso puede apagarlo pero al contemplarlo libera tensión, se relaja pero momentáneamente, porque su personalidad compulsiva denota eso, repetición de acciones, igual que el alcohólico o el drogadicto se vuelve dependiente y necesita cada vez más dosis para lograr ese mismo efecto de inhibición del miedo que dura muy poco, y es conocedor del daño, pero ya se ha instaurado en un círculo vicioso.

Se pensaba que los niños con hiperkinesia, hiperactividad o transtorno de déficit de atención, al ser impulsivos y no focalizar su atención, eran potenciales pirómanos y yo sostengo no es así, puede ser o no. Se sabe que la piromanía se inicia a edades tempranas con niños de bajo rendimiento escolar, fracaso en la escuela, dificultad para relacionarse, aislamiento, y lo más importante, con muchas frustraciones emocionales y sufrimiento por las mismas, y lo último es muy cierto.

Conocí en la planta de psiquiatría infantil a un menor 7 años que había incendiado varios contenedores de basura. Su madre lo rechazó al nacer, lo crió su abuela, pero él creía que era culpable de no estar con su madre y comenzó con el juego de destruirle unos papeles para posteriormente decidirse por la ropa, creyendo la vuelta de quien le había dado la vida. No fue así, se lo llevó una tía que tampoco lo controlaba, y para herir y llamar la atención quemó contenedores de basura y poco a poco fue desarrollando este comportamiento psicótico, hereditario pero latente, y su siguiente paso fue intentar quemar una gasolinera.

En el hospital se negaba a apagar la televisión de madrugada, a pesar de molestar al resto, y le gustaban los juegos violentos nada aconsejables como creadores de patologías, y menos en una personalidad ya enferma. Necesitó tratamiento psiquiátrico. Dentro de esta distinción del pirómano que sufre angustia están los terroristas ambientales contratados para destruir la fauna y flora, el ambiente, y en otro lugar el psicópata en el que la piromanía coexiste con otros rasgos de la conducta psicótica, como el caso del matrimonio extranjero asesinado quemado con su propia casa. También recordamos el reciente triple crimen de Villajoyosa, con la muerte provocada por puñaladas a dos menores y un adulto familiares y el mismo autor provocando el posterior incendio de una vivienda, y sin olvidar los incendios provocados para ocultar pruebas de un asesinato.

En ocasiones un simple fuego de una barbacoa o una hoguera que se creía controlable y por azar no lo fue o una simple ciolilla encendida o una cerilla pueden iniciar un fuego devastador. Todos debemos cuidar el medio ambiente, y algo muy importante también, el control de la ansiedad, que en ocasiones extremas crea impulsos que en ese instante son incontrolables y no vale una culpabilidad y arrepentimiento posterior. Relajarse, calmarse, coger aire, soltarlo, contar hasta diez y volver a repetir el ejercicio y ser libres sin dependencias adictivas. En la moderación está el equilibrio.

 

María Pilar Enjamio Furelos. Psicólogo