Los rostros de la pobreza

Jordan tiene 28 años, es de Rumanía y lleva varios años viviendo en la calle. En Huelva lleva varias semanas y comenzó viviendo en el albergue municipal, hasta que se le agotaron los días permitidos y se vio obligado a buscar otro hogar, lo que le llevó a la sala de espera del Juan Ramón Jiménez, donde ha pasado alguna que otra noche. Vive de la ayuda de Cáritas y del poco dinero que saca cantando villancicos por la calle. Pese a esta situación, tiene siempre una sonrisa en la cara y la esperanza de que las cosas mejoren.

En declaraciones a diariodehuelva.es, Jordan relata que ha estudiado para ser técnico informático y monitor de actividades juveniles, pero no tiene trabajo, y su deseo es encontrar un empleo que le saque de esta situación. Y, lo más importante, no pierde la esperanza: “Soy joven, tengo toda la vida por delante para crear mi camino y formar una familia, y vivo el día a día con una sonrisa”.

De hecho, una de las cosas que más le gusta a Jordan es ayudar a los demás: “Me gusta mucho ayudar y ofrecer lo que tengo, pese a que estoy en esta situación. Me encanta ayudar al que no tiene, y ver su alegría y su sonrisa me llena de felicidad”. Mientras, sigue luchando para cambiar su vida, aunque algunos días son difíciles: “Canto para ganar algo de dinero, nunca he robado nada y es mejor pedir ayuda que robar a otra persona, pero a veces la gente me juzga y me llama ladrón porque no me ve mal vestido, es muy difícil que se pongan en el papel de otra persona”. Pese a todo esto, vive con esperanza de que llegará el día en el que tendrá su hogar, y en unas fechas como éstas asegura que pasará las fiestas alegre porque “siempre hay que estar alegre y sonreír esperando que el próximo año sea mejor”.

Como Jordan, Sergio Speedy también vive en condiciones infrahumanas. Tiene 38 años y tiene una vivienda familiar que comparte con sus dos hermanos y ahora también con su pareja, pero es una vivienda en muy malas condiciones, con maleza y basura por todas partes, sin agua ni luz. Tampoco tiene trabajo ni dinero, y tiene un hijo con una pareja anterior al que no le dejan ver por la situación en la que vive. Confía en que este año le traiga más suerte y encuentre un puesto de trabajo que le permita vivir en unas mejores condiciones.

Pese a esta difícil situación, Sergio Speedy lamenta que “lo peor de todo es la monotonía, el no saber qué hacer día a día”. Le encanta el cine y su sueño es escribir un guión para una película y buscar ubicaciones para algún rodaje en Huelva. Mientras tanto, espera encontrar un trabajo en el campo o repartiendo publicidad, y su día a día es ir al centro de Puertas Abiertas de Cáritas a echar la mañana y después a la biblioteca pública para acceder a Internet. Realiza también algunos talleres que le permiten sacar algo de dinero para comer, y no pierde la esperanza.

Asegura que “no me gusta la Navidad, y no la celebraría ni aunque tuviera dinero”. Pero está muy bien informado de la actualidad política de España y ya tiene sus deseos para el próximo año: “Fui a votar y estoy muy interesado en la política. Espero que el número gobierno haga más cosas”.

Antonio también vive en la calle. Tiene 59 años y vive solo en una chabola que él mismo se ha construido en la zona de Las Metas, en El Matadero. Llegó de Cabo Verde, como muchos otros, en busca de un futuro mejor. Pero se ha encontrado con mucho paro y una vida entre maderas y cartones. Al principio encontraba trabajo de vez en cuando, pero ahora la difícil situación económica no le permite salir de la pobreza. Tiene una hija en Sevilla y ni siquiera tiene dinero para llamarla por teléfono. Gracias a Cáritas, su vida es algo más llevadera.

Su día a día, como el de los demás que están en su misma situación, es acudir al centro de Puertas Abiertas, ir al comedor social, a la biblioteca, y pasar una tarde tranquila charlando con sus vecinos del asentamiento.

A Antonio le gusta la Navidad, aunque lamenta que las cosas no le vayan mejor: “Me gusta ser feliz con dinero o sin él, pero este año no tengo nada, no puede festejar ni hacer nada, pero ésta es la vida que tenemos”. Pese a esa situación, él se siente feliz: “No tengo dinero para nada, pero me conformo, tengo mi vida y, sobre todo, salud”.

Son sólo tres ejemplos de una realidad de más de 300 personas sin hogar que viven como pueden en Huelva y que, pese a la dureza de su situación, siempre tienen una sonrisa. Para todos ellos la ayuda de Cáritas es fundamental. Sin esto, sus vidas serían totalmente diferentes. En los voluntarios encuentran la compañía que necesitan y en el centro de Puertas Abiertas un lugar al que ir y cubrir sus necesidades básicas.