¿Existe el síndrome post vacacional?

La psicóloga Pilar Enjamio da pautas a los padres para afrontar la vuelta al cole.

No veo diferencia alguna entre el síndrome post vacacional y cualquier otro proceso de adaptación, como puede ser un cambio de lugar de residencia con todo lo que esto conlleva, un contexto nuevo y relaciones sociales que se inician.

La vida es un proceso de continuos cambios que nos hacen madurar y forjan nuestra personalidad, y nuestro cerebro tiene la capacidad de adaptarse al nuevo estado viendo motivaciones e ilusiones nuevas en cada nueva situación .

Toda la rutina agota, incluso las vacaciones continuadas acabarían por hastiar, y a quien no tiene vacaciones ni trabajo la consecución de un salario será la mayor alegría del mundo. Tanto los síntomas como las terapias o consejos no se pueden generalizar, son únicas para cada persona y situación.

Aun así, más que el cambio del descanso a la actividad influye el clima, el cambio y la realización de actividades al aire libre y la luz que transforma actitudes negativas en positivas, entre otras. Pero ahora vendrá la lluvia y el frío, por eso es muy importante motivarse con viajes o descansos a lo largo del año, no solo durante el período estival.

En este sentido, en un estudio con dos grupos de sujetos se comprobó que no era necesario un proceso adaptativo días antes del inicio del curso escolar o del trabajo, pues no sufrían este síndrome los que exprimían las vacaciones hasta el último instante sin necesidad de pensar con anterioridad en el cambio.

Así, les gustó encontrarse con los amigos e ilusionarse con actividades nuevas y en pocos días estaban totalmente integrados. Asimismo, los que realizan deporte, especialmente natación con el poder relajante del agua, no se vieron afectados por este síndrome.

En cuanto a emplear alguna mezcla de plantas relajantes, cabe recordar que muchas medicinas tienen plantas en su composición y sus efectos a veces son nocivos. En este sentido, recuerdo un niño al que le habían dado tila alpina y el efecto fue paradójico, pues le produjo taquicardia y una posterior hipotonía (tono muscular inferior al normal). Otro de los niños tocaba el piano y no dejó de practicarlo a lo largo de todas sus vacaciones, convirtiéndolo en su momento de relax en invierno y verano.

El insomnio, la pérdida de apetito, la desgana, el nerviosismo y los dolores óseos y musculares son, por supuesto, somatizaciones. Lo psíquico redunda en lo somático, en el cuerpo, pero a veces en el niño es un truco para algún día no ir al colegio.

Así, no le demos importancia a estos síndromes compuestos por un sinfín de síntomas, pues por sí solos desaparecerán, pero si creamos ilusiones nuevas y alternemos todo el año etapas de actividad y descanso, evitaremos el hastío y que el niño desee cada nueva etapa y la perciba e interiorice como algo positivo y gratificante.

María Pilar Enjamio. Psicóloga