El valverdeño que sobrevivió al infierno haciendo botas para los nazis
(Fotografía de Francisco Boix)
La antesala del infierno estuvo una vez en Austria. Mauthausen fue una de las mayores aberraciones de la historia de la humanidad, allí se mancilló la palabra hombre, se generalizó el oprobio, allí murieron por miles en condiciones indignas, en campos de trabajo extenuantes, allí valía más la muerte que la vida y allí, pese a todo, sobrevivió un onubense.
Era un valverdeño común, continuador de una estirpe de zapateros que recogió las tradiciones artesanas de su entorno. Allí, junto a las vísceras del mal, Francisco Méndez Moreno pudo esquivar la muerte cosiendo botas para los gerifaltes nazis que custodiaban el campo, jamás escapó del horror que le persiguió por siempre, pero vivió para contarlo y su historia es la segunda que extraemos sobre los héroes olvidados de Huelva.
Francisco Méndez fue otra de las víctimas del exilio republicano onubense bien documentada y reflejada por el investigador Jesús Ramírez Copeiro del Villar en el libro 'En tierra extraña' que sirve como base para esta serie de artículos históricos cuya segunda parte quita el aliento aún tantos años después.
Francisco Méndez nació en Valverde del Camino en 1913, y desde pequeño conoció el hambre y el sufrimiento. La muerte prematura de su madre, cuando él apenas contaba con ocho años, truncó desde el principio la vida de este pequeño, él y sus hermanos fueron repartidos entre sus tíos mientras su padre se ganaba el jornal de minero lejos de su tierra.
Desde pequeño aprendió el oficio de zapatero y sus vicisitudes y fue este el empleo que desarrolló de mayor en Valverde, hasta que la Guerra Civil se cruzó con su destino. Con su padre y sus tíos fusilados, Francisco se pasó al bando republicano y combatió en Cataluña, muy cerca de la frontera, lo que le permitió huir cuando el bando franquista conquistó la victoria.
El zapatero valverdeño permaneció en el campo de refugiados de Le Vernet d'Ariège junto con otros 10.000 hombres, hasta que se desencadenó la Segunda Guerra Mundial y se alistó voluntariamente y como salida a su precaria situación para hacer frente a un posible ataque nazi.
El ataque nazi llegó y fue brutal y contundente. Miles de españoles refugiados de la Guerra Civil y que ahora se encontraban en el ejército francés habían sido enviados a la inexpugnable línea Maginot. El inesperado ataque alemán a través de Bélgica dejó completamente desamparadas a las líneas constituidas por españoles y que fueron rápidamente capturados.
Méndez pasó a ser un prisionero en manos de los nazis, apátrida ya que desde ese momento ni Francia, ni España le reconocieron la nacionalidad. Ante esa perspectiva el zapatero valverdeño fue enviado a Mauthausen, llegó el 27 de enero de 1941 junto con otros 1.505 españoles, siete de esos republicanos eran onubenses. El horror que vivieron situó al ser humano en su escala más baja valores. Nunca la irracionalidad segó tanta carne como en esos momentos oscuros.
Nada más llegar, Francisco Méndez perdió su nombre, allí era el prisionero 10.235 y fue durante meses obligado a trabajar en las más duras condiciones en una cantera de granito, junto al hedor de los cuerpos quemados y acostumbrándose a las atrocidades del día a día.
Aguantó las más duras crueldades hasta que un día la SS alemana realizó pruebas en busca de trabajadores especializados. Allí, el prisionero pudo demostrar su habilidad y desde entonces confeccionó botas de cuero a medida para los oficiales del campo nazi, sus condiciones de vida mejoraron desde entonces. Seguían siendo atroces, pero sin duda, su oficio de zapatero, le salvó la vida. En mayo de 1945 las fuerzas aliadas liberaron del campo de trabajo y a sus miles de habitantes. 7.000 españoles habían ardido por la chimenea de Mathausen.
En su libro, Copeiro del Villar relata también la nueva vida de Méndez, se estableció en Francia como zapatero, se casó y tuvo cuatro hijos e incluso, ya con pasaporte francés, en los años 60 se atrevió a visitar a sus familiares en su pueblo y a retomar el contacto con la vida pasada.
El autor recoge palabras de su viuda, Marie Louise sobre los recuerdos que el horror de Mauthausen le ocasionaba, "Se solía despertar a media noche angustiado por algún mal sueño sobre el campo, sufría pesadillas, sentía miedo y lloraba. Me hablaba de sus sufrimientos, del hambre pasada (buscando gusanos para llevarse a la boca), del dolor que desprendían las noches cuando quemaban en el crematorio aquellos cuerpos esqueléticos."
Méndez falleció en su domicilio de Pamiers en diciembre de 1995 a los 82 años de edad. Nunca le gustó recordar los sucesos del campo de concentración salvo en la más estricta intimidad, pero aún así su relato ha sobrevivido como una aguja clavada en la memoria de la humanidad.
Los 30 onubenses en los campos de exterminio nazis
La excelente investigación de Copeiro de Villar recoge un listado con una treintena de nombres que estuvieron en campos de exterminios nazi, muchos de ellos de localidades como Nerva, El Campillo o Cortegana. La gran mayoría de ellos fueron a Mauthausen, otros muchos se quedaron en Aurigny, Dachau, Buchewald o Neuengamme u otros campos también terroríficos. De muchos de ellos, lo único que queda hoy día es su nombre sobre un papel.