Obligados a buscarse la vida en la calle

El paro, la falta de oportunidades y la escasez de trabajo que el campo, la hostelería y el turismo ofrece entre septiembre y febrero en la provincia de Huelva provoca que en estos meses aumente de forma destacada el número de personas que se ven obligadas a sacar algo de dinero buscándose la vida en la calle o haciendo trabajos ligados a la solidaridad de la gente. 

Inmigrantes con o sin papeles y cada vez más personas locales se lanzan cada día a la desesperada aventura de buscar cómo conseguir algo de dinero

Haber agotado el periodo de prestaciones por desempleo y no tener ya acceso a ningún tipo de ayuda ha terminado por complicar la vida a muchas más personas. Según los datos que maneja Cáritas, en Huelva actualmente hay un 30 por ciento más de personas en la calle intentando ganar algo de dinero para salir adelante o, lo que es peor, para intentar sacar a toda una familia de la desesperación que supone que no entren ingresos y que no se sepa si hoy habrá posibilidades de hacer al menos una comida

"Todos mis hijos están en paro y no tengo otra salida más que esta"

Aparcacoches, limpiadores de lunas y escaparates, chatarreros, vendedores de pañuelos de papel, vigilantes de zonas habilitadas para vehículos... Cualquier posibilidad es buena para conseguir lograr meter en el bolsillo cada día algo de dinero que permita cubrir necesidades básicas. Es el caso de Francisco Javier Cordero, un hombre de 47 años con 4 hijos a su cargo que cada día haga frío o llueva se instala desde bien temprano en un descampado situado en la zona de La Joya en Huelva capital para aparcar y vigilar los vehículos que allí estacionan y huir de los precios de la zona azul o de los dos párkings cercanos. "Yo sólo busco que las 12 horas que estoy aquí me den para que mi familia pueda comer y para que no me corten la luz y el agua del piso. Todos mis hijos están en paro y no tengo otra salida más que esta".

Un caso similar es el de Juan Amaya, de 64 años, que se dedica cada día a buscar chatarra en contenedores de Huelva capital, en polígonos industriales o en cualquier sitio donde haya algo que poder coger para hacer dinero. No sólo se tiene que buscar el pan para él, su mujer y sus cuatro hijos. También para sus dos nietos. "Mis hijos -explica- no encuentran trabajo y están desesperados. Así que sólo me queda irme a la calle a las 8 de la mañana en busca de chatarra que luego vendo para sacarme 20 euros extras al día. Desde luego que con ese dinero no podemos salir adelante ocho personas, así que hay días que sólo hago una comida. Antes están los pequeños y los hijos".

Peor es el caso de Antonio, de 57 años. Natural de Sevilla, aunque ahora viva en Huelva capital en una habitación que comparte con dos personas más. Es un nombre ficticio. No quiere dar ni su nombre ni su apellido real, ni aparecer en una fotografía. Le da vergüenza que sus dos hermanas lo puedan identificar. Hasta hace tres años tenía un trabajo de vigilante de obra en una empresa constructora con sede en Sevilla con actividad en casi toda Andalucía. La empresa quebró.

Antes de que eso ocurriera, Antonio se llevó 25 años de obra en obra, de una ciudad a otra, allí donde le mandaban. Cobraba por último 1.100 euros al mes más la comida que le daba la empresa. No tenía gastos, más allá de lo que compraba para alimentar a su perro (un pastor alemán) que le acompañaba en cada obra para sentirse seguro y protegido. El problema es que ahora no tiene ingresos. Vive sólo y no tiene mujer ni hijos.

"Cuidar obras y estar de un lado para otro, no me dejó tiempo para casarme, asegura". "Tuve una novia en Córdoba, una promoción larga que duró tres años, pero creo que se desencantó cuando vio mi vida. Al menos me tranquiliza saber que no tengo la presión de ver cómo mis hijos no pueden salir adelante, porque entonces no sé lo que haría. He agotado el paro, no tengo ninguna ayuda y nadie me quiere contratar cuando ven que mi única experiencia laboral ha sido cuidar obras".

Ahora está esperando incorporarse a la campaña de la fresa. El año pasado llegó tarde y apenas trabajó dos meses en una cooperativa de Moguer. Asegura que lo llamarán a lo largo de este mes de enero para incorporarse. Mientras tanto, hace lo que puede. Limpia un portal en Isla Chica y un garaje en la zona de Pescadería e incluso se ha visto obligado a pedir en la calle más de una semana. "Es muy duro irte al centro de Huelva y pedir dinero por la calle cuando ves que hoy no hay ninguna posibilidad de limpiar un portal o un garaje. Las empresas que gestionan las comunidades no me quieren para limpiar portales, quizás por ser hombre o yo que sé. Me tengo que buscar la vida de forma ilegal. Pero lo más duro es que hasta pidiendo en la calle uno nota cierto rechazo. La gente te ve que nos llevas mala pinta y te mira hasta raro. Yo hasta lo entiendo, pero como le dije una vez a una mujer que me recriminó que pidiera: "señora, no mire usted mi ropa, mire mis ojos y mi mirada porque lo que tengo es nada".

  • Chino Henry Obi, 33 años.
  • Casado, con una hija.
  • Regala simpatía en los semáforos.

Jugó como futbolista en Cartaya y Lepe, ahora ha tenido que dejar uno de sus sueños por que se le caducó el permiso de residencia. Vive en el barrio de Isla Chica junto a su mujer y su hija de 18 meses. Su esposa está en paro y su hija en una guardería por la que paga 150 euros mensuales. Lleva un año y dos meses en un semáforo situado en el barrio del Polígono San Sebastián. No vende pañuelos, solo regala alegría a quien le ayuda con pequeñas cantidades. Gracias a esto puede hacer frente al pago del alquiler y de los servicios más básicos. Tiene un único sueño grabar un video con el que promocionar su música, cree que ahí estaría la clave para abandonar la calle. Paga 450 euros por su casa, incluye la luz y el agua. Saca de media unos 15 euros, esto también gracias a que por la noche de dedica a estacionar coches por la zona de Zafra, detrás de la estación de autobuses. Su mujer también está en paro, de vez en cuando trabaja cuidando a personas mayores.

  • Francisco Javier Cordero de 47 años.
  • Casado con 4 hijos a su cargo.
  • Aparca coches.

Aparcar coche es la única vía para hacer frente a la crisis. Lleva tres años estacionando vehículos en terraplenes abandonados que acondiciona, junto con otras personas, para destinarlo como aparcamiento. Con esto paga un alquiler, el agua y la luz. La renta de su vivienda es de 400 euros. Con esto labor logra conseguir unos 30 euros de media. Asegura que los que estacionan el vehículo en estos lugares suele ofrecer pequeñas cantidades que le permite llevar a su familia hacia delante. Antes se dedicaba en la construcción, donde estuvo trabajando más de 4 años. Cobró el paro y se le acabó la ayuda, no le quedó más opciones que echarse a la calle para ganarse la vida. Tiene 4 hijos a su cargo, todos ellos en paro. A este trabajo le echa más de 12 horas al día. Tiene 47 años y asegura que no le queda otra.

  • Juan Amaya Fernández de 64 años.
  • Casado con 4 hijos y dos nietos a su cargo.
  • Recoge chatarra.

Busca cualquier cosa que pueda revender. Así se busca la vida para dar de comer a seis adultos y dos nietos. Saca una media de 20 euros diarios. Se jubiló hace años y desde entonces busca en cualquier vertedero o contenedor de basura cosas que le ayude a llevar a su familia hacia delante. Se patea cada día todos los barrios y calles por donde la gente suele tirar electrodomésticos de los que saca cobre para vender. Tiene 64 años, es una de las cosas mas duras que ha tenido que hacer para dar de comer a su familia. Se levanta cada día a las 8:00 de la mañana y su jornada culmina cuando tiene algo que poder vender para llevar dinero a casa. Sueña con tener un trabajo que le permita cambiar de vida y contar con un sueldo. Asegura que avances tiene que dejar de comer para poder pagar servicios esenciales en el hogar, como es el agua o la luz. Los pocos recursos económicos con los que cuenta no le permiten hacer más de una comida al día, por lo que tiene que elegir entre almorzar o cenar.