El comportamiento autista
La psicóloga Pilar Enjamio analiza esta patología que padecía el pequeño de siete años que se perdió durante cuatro horas en Islantilla el pasado domingo.
El autismo es un trastorno neurológico con etiología no conocida y discutible, a pesar de la importancia de una base genética, de una posible alteración en neurotransmisores, como la serotonina o el triptófano, agentes infecciosos o exposiciones a sustancias nocivas o contaminantes durante el embarazo.
Fundamentalmente, es un trastorno de la comunicación verbal y no verbal o gestual, incapacidad de comunicarse con los demás y con su entorno. Su grado variará de un individuo a otro y de etapas. Este retraso en la adquisición del lenguaje y la coordinación psicomotriz o movimiento puede confundirse con un enlentecimiento en el desarrollo normal en los primeros tres años de vida y, posteriormente, con un trastorno de déficit de atención o hiperactividad debido al enfoque o atención del autista a un objeto o persona, aislándose de los demás debido a la actitud repetitiva y compulsiva de sus actos.
Varía desde el autismo más leve o síndrome de Asperger, caracterizado por una ausencia de interpretación de estados emocionales de otras personas e incapacidad de percibir gestos o expresiones faciales de risa o de tristeza, al síndrome de Rett con un deterioro continuo y progresivo.
Una madre trajo a su niño de 4 años a mi consulta con síntomas coincidentes con el autismo. No hablaba, era incapaz de vestirse por sí solo, con movimientos repetitivos y exagerados en una mecedora durante los que se autolesionaba dándose golpes en la cabeza hacia atras, por lo que se encontraba asustada. La madre había tomado ansiolíticos y alcohol durante el embarazo. No era autismo, era un retraso en el desarrollo, la hiperactividad se anuló con una simple terapia temporal con ansiolíticos, recuperó el lenguaje y, actualmente, no en todas, pero destaca en algunas actividades y se comunica con normalidad.
Pienso en el niño inglés desaparecido en Islantilla y que unido a la dificultad de estos niños para expresar necesidades y a la frustración, pudo desorientarse, pues se centran en lo conocido y los cambios de ambiente les provocan ansiedad extrema, amén de que cualquier ruido y, más si es extremo, les produce agorafobia y nerviosismo. Esto es algo que debe saber la familia aunque convivir con un niño autista estrese y no sea fácil.
Se demostró la efectividad de la equinoterapia o terapia con caballos, animal que percibe los estados psíquicos y fisicos de las personas y transmite afectividad. El movimiento del caballo tiene efecto teraupéutico al aumentar el equilibrio y la coordinación psicomotriz, la autoestima y la concentracion. También se ha comprobado la importancia de la terapia con el perro, no es necesaria la comunicación verbal, los perros no necesitan hablar, se adaptan a las rutinas de juegos y no juzgan a las personas y, fundamentalmente, proporcionan paz y calma ante una ansiedad extrema que muchas veces ningún humano tiene la capacidad de atenuar.