miércoles. 24.04.2024
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Así es Manuel Moya, ganador del Premio de Novela Ciudad de Estepona con 'Buitrera'

Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva 1960) acaba de ganar el Ciudad de Estepona con la obra 'Buitrera'. Así es uno de los autores grandes del panorama literario español. Su enorme figura de escritor brilla, por ejemplo, en un escaparate de Lisboa. Adora al país de Pessoa. En esta entrevista 'recuperada' se acerca al mundo de hoy, a sus libros... y se asoma al palco de la memoria.
Así es Manuel Moya, ganador del Premio de Novela Ciudad de Estepona con 'Buitrera'

La obra ‘Buitrera’, del escritor onubense Manuel Moya, ha obtenido el II Premio de Novela Ciudad de Estepona, según el fallo del jurado de este galardón, convocado por el Ayuntamiento de Estepona y la Fundación Manuel Alcántara y dotado con 25.000 euros. Así se ha dado a conocer este viernes en el Palacio de Ferias y Congresos de la localidad costasoleña en un acto que ha contado con la presencia del alcalde del municipio, José María García Urbano, el presidente de la Fundación Manuel Alcántara, Antonio Pedraza, y los escritores y miembros del jurado Antonio SolerNuria Barrios y Guillermo Busutil.

Al comunicarle el fallo, el autor de la obra ganadora declaró que es “un grandísimo honor además de una inmensa alegría la obtención de este prestigioso premio que une al arte del Maestro de la poesía y del periodismo, nuestro llorado Manuel Alcántara, la preciosa Ciudad de la Costa del Sol. Estoy, pues muy contento y lo estoy, singularmente, por el prestigio del jurado y porque haya valorado una novela que habla del destino aciago de unos jornaleros andaluces que tratan de buscarse la vida en un entorno enrarecido y difícil. Una novela que habla de esta tierra fronteriza donde vivo y que hasta hace relativamente muy poco quedaba lejos de todas las miradas”.

De ‘Buitrera’, que será publicada por la editorial Pre-Textos, los miembros del jurado han destacado que “aborda con personalidad propia el fenómeno de los maquis con una notable efectividad narrativa y verosimilitud. La historia del conflicto argumental se apoya en una acertada construcción de personajes, trazados desde los matices que exige su posicionamiento en el drama del conflicto y las causas y motivaciones que definen su actitud. Cabe destacar igualmente de Buitrera la voluntad de excelencia del lenguaje literario, y especialmente la fuerza del paisaje y el uso sensorial de la naturaleza que lo convierten en un personaje importante, casi el principal de la novela”.

Nuria Barrios ha explicado que la naturaleza juega un papel muy importante en la novela y se convierte en el personaje fundamental de una historia de perdedores de la Guerra Civil. “La naturaleza es la banda sonora de la novela y la que marca el sentido, la belleza y el fatalismo de la historia que va contando Manuel Moya. Las páginas que el autor dedica a la descripción de la Sierra de Huelva son de una gran belleza”.

Diariodehuelva se suma a esta enhorabuena al autor de 'Buitrera' y reproduce una entrevista con Manuel Moya.

Quién es Manuel Moya

Manuel Moya Escobar (Fuenteheridos, 1960) pertenece a una generación de escritores, narradores y poetas que se puede llamar ‘Los implacables’. Escribe los 365 días del año, de cada año, rodeado de verbos, palabras, letras, rimas, cuentos y leyendas que ordena con tal tesón que le ha servido para ganar premios de prestigio. Su trayectoria literaria es enorme y su peso en la literatura comienza a otearse cuando ves un escaparate en Lisboa, por ejemplo, y él está allí.

En esta entrevista navega por un mundo que los demás apenas vemos pero que a Manolo le atormenta. Manuel Moya rehúye las clasificaciones. Es un poeta de la conciencia y del compromiso. Sus obras hablan al hombre contemporáneo, meditan sobre nuestro tiempo y sobre nuestro caminar por este tiempo nuestro, lleno de luces y de sombras.

Está usted en una edad propicia para dictar sentencias vitales. Se le atribuye una frase que es toda una declaración de intenciones: “Nos estamos acostumbrando a ver en la oscuridad”.

Bueno. La verdad es que a pesar de lo que nos quieran hacer ver, esta sociedad nuestra no ha salido de la crisis que comenzó hace más de diez años. Ocurre simplemente que ya nos hemos acostumbrado a ella. El que uno se acostumbre a la oscuridad no significa que haya salido el día, sino que nuestros ojos se han ido haciendo a la noche, como ya pasó en Argentina y en otros lugares donde aún nos llevan cierta delantera en esto de la crisis. Esta crisis ha venido para quedarse. Pero es una crisis que viene de lejos. En los años setenta y ochenta del siglo anterior una familia en la que sólo trabajara un miembro podía permitirse el lujo de ahorrar y comprarse una segunda vivienda y llevar una vida desahogada. Hoy eso es radicalmente imposible, a menos que ese miembro sea el alto cargo de una empresa o un político corrupto. Estamos, por tanto, ante una crisis consolidada, por no decir permanente.

De verdad está tan rota España como dicen algunos agoreros o se trata sencillamente del ruido mediático de los cascanueces del periodismo.

La ruptura de España es el falaz argumento de quienes no quieren que reflexionemos sobre la involución democrática, económica y social del país. Una pura cortina de humo. Una manera de canalizar la frustración personal y colectiva. España lleva perdiendo unidades desde el siglo XVII. Flandes, Italia, Portugal, la América hispana, Cuba, Filipinas, las colonias africanas... El último bocado fue el Sahara, que el franquismo y la monarquía vendieron por un puñado de dólares hace 40 años y no pasó nada. Los saharauis tenían carné de identidad español y los dejamos ahí, en la estacada, bajo las bombas de napalm. España es un país fallido si tenemos en cuenta que después de casi 500 años de pretendida unidad, aún hay desgarros y costurones. Desgarros que la derecha más rancia aprovecha a falta de otros argumentos, claro, para que este país se vuelva hacia atrás, para que abandone el estado de bienestar. Valga como metáfora este hecho irrebatible: las banderitas de los balcones son made in China. Con eso y con que los patriotas son los que más defraudan a la hacienda patria creo que está dicho todo.

Ha leído tanto, escrito tanto, mirado tanto que quizás haya visto alguna receta que nos sirva para este momento.

No hay recetas. Bastaría que la izquierda no se dejase imponer el discurso de la derecha más rancia y antipatriota y elaborase un discurso social, en el que se tenga en cuenta no tanto al mercado, como al ciudadano, que es al fin el objeto final de la política. Pero para eso el PSOE debiera ser un partido de izquierdas y no un partido de nadar hacia la izquierda y guardarle la ropa a la derecha, como ha sido hasta ahora.

Adora a Portugal. Hay un viejo proyecto que juega a establecer una Unión Ibérica. ¿Es esto posible o un cántico más?

Nací y vivo en en Fuenteheridos. Las nubes que por aquí pasan son nubes portuguesas. En compensación, el agua de la fuente de mi pueblo acaba en la raya portuguesa. No creo mucho en las unidades políticas, que suelen ser ficticias, sino en la unidad de los hombres. Basta que los españoles incorporemos a Portugal en nuestros imaginarios y los portugueses a España en los suyos para que esa unión  se dé. La despoblación de los pueblos, ese gran problema, no se está afrontando

¿Y para esta despoblación que cabalga, para este abandono de lo rural hay remedio o nos dejarán morir estos políticos que nos han tocado en suerte?

Este es uno de los grandes problemas que no se afrontan. El peso de lo rural es cada día menor. Mire, en 1974, en pleno franquismo, en mi pueblo, que tenía exactamente los mismos habitantes que tiene hoy, había un médico. Hoy lo compartimos con otro pueblo. Realmente los pueblos están abandonados y la gente continúa marchándose. Nadie parece afrontar este problema.

Nunca ha querido huir de ese rincón en la serranía de Huelva donde ha recreado sus personajes. ¿Tanto da de sí el terruño de uno que no deja de parir libros toda la vida?

A veces tengo tentaciones de abandonar este país, no se lo niego. El ascenso de la extrema derecha me tiene muy preocupado, porque significa un retroceso inimaginable en las conquistas sociales. En todo caso, Fuenteheridos es un pueblo donde se puede vivir y crear. Un lugar donde hay niños, gatos y perros libres por las calles es un lugar donde la vida es fácil. Es además el lugar donde nací y donde han crecido mis antepasados. Vivir en Fuenteheridos es una elección en mi caso.

Un día oí que fue un gran inventor de pequeño. Cuentan que quería ser un Leonardo y hasta intentó construir un aeroplano.

No, no es cierto. Ese era mi hermano Sergio. Mi hermano construyó un avión de madera según unos planos que encontró en un libro de marquetería, y un día lo arrastramos hasta lo alto de un monte y desde allí, tomando impulso, tratamos de hacerlo volar. Nos pegamos un batacazo de narices, claro. Pero él era así. Construía coches y todo lo que se le pusiera a tiro. Yo no era más que su pésimo y atolondrado ayudante. La mecánica no es lo mío, se lo puedo asegurar.

Ay la memoria. Nos juega malas pasadas. ¿Se puede escribir un libro desmemoriado, lo ha intentado alguna vez….?

Sin memoria no se puede vivir. Quien renuncia a su memoria renuncia a su futuro. El peso de la memoria nos puede hundir, pero también darnos los mecanismos para enfrentar el futuro. Una de las obligaciones del escritor es precisamente preservar la memoria. Hacer que la memoria esté presente. Si olvidamos quiénes fuimos, estamos abocados a no saber hacia dónde nos dirigimos y qué queremos hacer con nosotros.

Vivir… merece la pena, pero qué es lo que merece la pena vivir?

Vivir merece la pena. Claro. Estar con los amigos, con los hijos, con la gente que uno quiere, pasear, leer un libro, estar entre gente querida, reírnos, conversar, tomar el sol, tenderse en la hierba... cosas que no cuestan un duro y nos dan la vida. Que son la vida. Casi todo lo que cuesta dinero acaba por sobrar, por hipotecarnos, por enfangarnos en suma. Hemos perdido el gusto por las cosas sencillas y verdaderas. Nos vamos alejando de las verdaderas cosas importantes.

Se ve en algunos de sus personajes. Cómo le diría…  ¿ha confesado sus pecados en alguno de ellos... o ellas, claro?

Me veo en los personajes de mis novelas, claro. Es a través de ellos que construyo eso que creo ser. Cada uno tiene su punto. Como mínimo me ayudan a interpretar el mundo en el que vivo o del que vengo. Mis pecados son modestos. Todavía no he desahuciado a nadie, a nadie he despedido, no he robado a nadie y menos al arca común.

Cuántas veces se ha levantado de la cama, cuando el frío arrecia, a continuar una novela. Le veo como al Doctor Zhivago, escuchando lobos por la noche y escribiendo en una sala helada.

Escribo en un estudio alto, donde se dominan los tejados del pueblo. No tengo calefacción porque estoy rodeado de tantos papeles en mi estudio que temo un incendio. Cosas mías, supongo. Y por eso paso frío. Pero más frío pasan los que trabajan en el campo o en una obra. No me quejo, sin embargo. Quién ha dicho que el oficio de escritor sea un oficio fácil. En todo caso existen otros fríos que sobrellevo mucho peor. El frío de los lobos, por ejemplo.

Por cierto, hablando de lobos. Siempre estuvo (el lobo) por aquí. Cree que le vendría bien a la serranía el regreso de esta especie.

Mi madre habla de lobos. Ella los conoció. He escuchado hablar a pastores de lobás en el barranco Dundún, allá por Valdelarco. Creo que restablecer el lobo a la sierra no estaría mal, pero entiendo que es difícil. Antes la Sierra era un lugar sin obstáculos, hoy está llena de alambres y vallas.

Para que vea que esta entrevista no es fácil. ¿De los libros que ha escrito tiene alguno predilecto?

Los tengo, claro que los tengo. ¿Lo dudaba acaso?

Se lo voy a poner más complicado. Fernando Pessoa o Juan Ramón Jiménez.

Sin ninguna duda, Fernando Pessoa. Sé que decirlo en Huelva es jodido, pero Juan Ramón es un poeta muy sobrevalorado. Es un poeta importante, claro, pero a mi modo de ver sólo en el siglo XX hay media docena de poetas o narradores en España más interesantes que él. Por ejemplo: Machado, Lorca, Cernuda, Valle, Unamuno, Rosales o Claudio Rodríguez me parecen, como lector, mucho más interesantes. Si uno añade a Vallejo, García Márquez, Neruda, Rubén, Cortázar, Borges... empieza uno a comprender el verdadero valor de Juan Ramón sin salir de la lengua. Y Pessoa es sin duda uno de los grandes del siglo XX. Comprendo que esto pueda escocer, pero es lo que francamente pienso.

Es personal. Pero a mí Juan Ramón me lía. ¿Hay algo que no sepamos del Nobel de Moguer?

Se sabe absolutamente todo. Otra cosa es lo que de él se suele ocultar y que resulta capital en su vida y por tanto en su obra. La locura. Juan Ramón era un hombre atravesado por la sombra de la muerte. Cuando era muy joven vio morir de la noche a la mañana a su padre, el puntal de su familia, el gigante en su vida. Nunca lo superó. Él tenía una concepción material de la muerte. Por eso era tan tremendamente egoísta, por eso estaba siempre en vilo, por eso tenía ese carácter tremendamente inmaduro. Vivía en una locura creativa. Y abrió, está claro, muchos caminos. Nadie puede negarle eso.

Y una cosa que no entiendo, cómo es posible que después de la muerte de cada autor sigan apareciendo textos inéditos cada dos por tres.

Eso mismo me pregunto yo. Entiendo el caso de Pessoa, que murió joven y no publicó ni el cinco por ciento de cuanto escribió. Me cuesta entender otros casos de poetas o narradores que murieron ancianos y tuvieron tiempo para todo. Como usted, imagino que detrás de esos infinitos inéditos hay una caja registradora.

Usted va a dejar alguna obra escondida por ahí. Pues yo me lo pensaría si le dan el Nobel alguna vez sería un pelotazo.

Jajajaja. Mire, en mi calle viven al menos otros dos o tres escritores que aspiran al nobel y tienen más méritos que yo. Mi nobel consiste en encontrar media docena de lectores. De momento voy por cuatro.

Qué hacemos con el libro eléctrico, perdón los ebook.

Pues acostumbrarnos a él. El futuro pasa por algo parecido a ellos. Detener el futuro, esa eterna obsesión de la derecha española, que siempre querría vivir en el siglo XVII, me temo que no es posible. Es lo que hay.

Cuántos libros habrá firmado, dedicado, desde que comenzó a escribir y a publicar sin descanso.

No lo sé, pero no muchos. No soy muy de presentar ni firmar libros. Me escaqueo todo cuanto puedo. No me gusta mucho esta feria de vanidades en la que se ha acabado por convertir la literatura. Hay libros que se presentan 30 veces. Banalizar la escritura no es algo a lo que yo me preste fácilmente. Muchos de mis libros no se han presentado, y otros lo han hecho una sola vez, casi siempre por imposición. Estamos, me temo, en la edad del espectáculo. La literatura no tiene nada que ver con el espectáculo.

Si tuviera que elegir un libro entre todos los que se han escrito cuál elegiría.

Muchos. Libro del desasosiego, por ejemplo. Pero soy lector y jamás elegiría un solo libro. Es como si me preguntara, si tuviera que elegir cuál sería el órgano de su cuerpo que se llevaría al más allá. Difícil contestar. ¿no le parece?

Y el que nunca se debería haber escrito.

Miremos en viga propia. Cualquiera de mis libros es perfectamente prescindible. Elíjalo usted y yo firmo.

Perfil del autor

Manuel Moya nace en 1960 en el pueblo serrano de Fuenteheridos. Poeta, narrador, traductor, ha obtenido premios de relieve como Ciudad de Córdoba (1997), Leonor (2001), Fray Luis de León (2010) o A. Machado (2014). Como prosista ha editado los libros de cuentos, La sombra del caimán (2006), Caza Mayor (2014), premio de la crítica andaluza y Zorros plateados (Edhasa, 2017), premio Tiflos, así como las novelas La mano en el fuego (2006), La tierra negra (2009), Majarón (2009) y Las cenizas de Abril, Premio F. Quiñones, (Alianza ed. 2011) traducida al portugués e italiano. Ha traducido gran parte de la obra literaria de F. Pessoa, como Libro del desasosiego (Alianza ed. 2015), Confesiones (Ed. Alud, 2018), Cuentos (Pag. de Espuma, 2016), Cuentos para locos (Ed. El Paseo, 2018), Mensaje (Visor, 2017), o la poesía de sus heterónimos (Visor). Incluido en numerosas muestras y antologías de relato y poesía, tanto en España como en el extranjero.