viernes. 26.04.2024
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El descorche mantiene en la Sierra viejos oficios

El descorche es todo un ritual que continúa practicándose como hace siglos. Favorece el medio ambiente de los alcornocales y sirve de impulso a la economía local en los meses de verano.
El descorche mantiene en la Sierra viejos oficios

Al llegar el verano, los ciclos agrícolas en la Sierra se intensifican con actividades ancestrales que siguen aportando vida a la comarca. Junto al cuidado de las huertas, la actividad que concentra toda la atención es el descorche, consistente en extraer la corteza de los alcornoques.

Se trata de un titánico empeño realizada por un puñado de serranos que se dejan la salud en los meses estivales.

La temporada se encuentra en su apogeo, ya que las calores provocan mejores condiciones para la extracción.

El famoso grito de “ya se da el corcho”, da inicio a una campaña que puede extenderse hasta bien entrado el mes de septiembre.  El corcho se da, precisamente, en estos meses veraniegos, cuando el descorchador encuentra menos dificultad para extraer la corteza del alcornoque. Este año, “se dan como brevas”, es decir, está resultando más fácil descorchar, debido a que las lluvias cayeron en su momento y a las últimas aguas que llegaron a primeros del mes de junio. Se agradece que las corchas no se “peguen como sellos”, señal de que la campaña exigiría esfuerzos complementarios o que incluso mucho corcho se quedara en el alcornoque.

El descorche es todo un ritual que continúa practicándose como hace siglos. El hacha es la herramienta principal, y junto a la destreza del operario se convierte en pilar fundamental de la tarea. El momento decisivo de la saca es la precisión en el corte, aprendido por los hombres que se dedican a esto a lo largo de los años. No ha habido, hasta años recientes, ninguna escuela de formación, por lo que la experiencia es la madre de la ciencia en esta técnica agrícola.

El estudio previo del árbol y la catalogación de la piel se considera ‘trazar’ el árbol; luego, la delicadeza en el golpe y, sobre todo, el giro de muñeca para despegar la corteza hacen el resto,  demostrando una maestría que sólo está al alcance de unos pocos que se resisten a abandonar este viejo oficio, a pesar de su dureza.

Estas labores se realizan cada nueve años, que es el ciclo de crecimiento del corcho en el árbol. Las tareas de extracción y las previas de cuidado de la arboleda suponen un gran empeño sostenible en las dehesas serranas. De hecho, resulta una actividad vital para la necesaria lucha contra los incendios forestales. Por otro lado, la cualificación de los descorchadores asegura el trabajo necesario para no dañar el árbol, sabiendo dónde hincar el hacha, hasta qué nivel hay que descorchar y la forma de actuar para no comprometer las futuras producciones de corcho.

Cada hombre que descorcha se denomina un ‘hacha’ o “jacha”, que conforman la cuadrilla que trabaja junta todo el verano. Junto a ellos, hay otras ocupaciones, como el ‘juntaor’, el ‘rajaor’ o el tractorista que saca el material descorchado. Antiguamente, y todavía en las zonas más escarpadas, el arriero jugaba un papel destacado con sus mulas, que han ayudado en estas tareas desde hace siglos.

Junto al hacha, también se usan utensilios como el cuchillo, la escalera, la piedra de afilar o la ‘jurga’, palo largo y puntiagudo que sirve para ayudar a despegar la corteza cuando se resiste a salir.

Además de la riqueza etnográfica y ambiental de la actividad, el descorche aporta jornales y dinamismo económico.

El manijero o autónomo del corcho contrata un bosque de alcornocal, normalmente por cuenta, emplea a una serie de ‘jachas’ y luego vende lo extraído a intermediarios normalmente portugueses. No en vano, el país vecino es el principal país productor de corcho del mundo, seguido por Andalucía, que cuenta con algo más de 300.000 hectáreas de alcornocal. A esta aportación económica se suman las tareas previas de poda o limpieza, y también el tradicional ‘acabo’ o celebración que junta a cada cuadrilla al finalizar su ardua tarea.

Tras haber perdido numerosos kilos de peso e incluso sufrir lesiones y peligros derivados de la dureza del trabajo, los descorchadores se quitan un gran peso de encima cuando terminan la campaña. La subida a las ramas más altas exige cuidado y destreza, aunque no menor que cuando se trata de descorchar la ‘caña’, el tubo o tronco del alcornoque que no tiene ramas para aprovechar.

En diversos pueblos de la Sierra subsisten varias cuadrillas, siendo Galaroza uno de los que destaca en esta pervivencia. Las del ‘Cano’, el ‘Conejito’, ‘Labarzo’, los ‘Huerta Grande’, los Nogales o los Lobo, llevan toda su vida dedicada a esta y a otras tareas del campo. Algunos incluso han atesorado el prestigio necesario para ser  llamados a descorchar a otras zonas como Cataluña o Córcega, ya fuera de nuestras fronteras.

Algunos de estos sabios, como Francisco Muñiz González y Manuel Valle Carvajal, se involucran en la sociedad cachonera y forman parte de la Asociación de Empresarios, Comerciantes y Autónomos de Galaroza, vinculados a entidades de  apoyo a las y los trabajadores autónomos como la Unión de Autónomos de Andalucía UATAE o la Unión de Autónomos de Huelva AUTMAS.

A pesar de la dureza del oficio, y de que algunos años anuncian su retirada, continúan con la actividad “por el gusanillo de seguir descorchando y porque esto no se acabe”, afirman. Valle incluso, está enseñando a descorchar a su hijo, Pablo Valle Pavón, para garantizar el relevo generacional imprescindible para la supervivencia de esta labor colosal que pide a gritos  reconocimiento y apoyo para seguir subsistiendo en nuestros campos.