miércoles. 24.04.2024
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Omar Romero de la Osa estudia la parroquia de Galaroza a través de su contabilidad

El historiador serrano analiza las cuentas eclesiásticas en el siglo XVI.
Omar Romero de la Osa estudia la parroquia de Galaroza a través de su contabilidad

En muchas ocasiones, los datos que ofrece la contabilidad de una institución nos dicen mucho sobre su identidad, sus características, su organización y su historia. Se trata de fuentes poco estudiadas pero que reflejan el ser de una entidad. Así lo ha entendido el investigador Omar Romero de la Osa, quien ha estudiado los libros de fábrica y los documentos relativos a la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción cachonera, obteniendo datos de interés religioso y social.  Sus conclusiones fueron presentadas como comunicación en las XXXIII Jornadas de Patrimonio de la Sierra que se celebraron en Galaroza en 2018.

El historiador aracenense parte del importante papel que la Iglesia tendría en la conformación de la comarca serrana, a partir de la Baja Edad Media, abordando la cuestión desde una concepción amplia del término, que incluye la organización eclesiástica y el espacio en torno al cual se adentraban los círculos sociales. De esta manera “la iglesia es un conjunto de medidas políticas, económicas y sociales que hacen referencia tanto a los componentes humanos como materiales”, en su opinión.

En los trabajos previos en la realización de su tesis doctoral sobre la arquitectura de las ermitas de época medieval de la comarca de La Sierra, tuvo ocasión de poder consultar en el Archivo Catedralicio de Sevilla la que hasta ahora es la documentación más antigua referente a la organización eclesiástica de la zona, de finales del siglo XVI, a través de la cual podemos recomponer las trazas de esta institución tan importante.

La organización de la Iglesia en la Sierra se produciría generando un cambio social a partir del siglo XIII y especialmente cuando la comarca se integró en el alfoz hispalense. Desde este momento el territorio se adscribiría también al Arzobispado de Sevilla, cuya primera organización se produjo por el Obispo Don Remondo en 1261. A partir de aquí comenzarían los primeros pasos de la iglesia serrana, de cuyos testimonios más antiguos son los Prioratos de Aroche y de Aracena y las Vicarías de Almonaster y de Zufre.

El Priorato de Aracena por tanto, gestionaba las rentas que le correspondían a la Iglesia en cuyo territorio tenía varias parroquias a su cargo. Una de ellas será Galaroza,  una de las poblaciones que cuenta con una de las iglesias más longevas: Santa Brígida. La población, con el paso del tiempo, poblaría el valle inmediato, necesitando de parroquia, de la cual conocemos que existía ya cuando se independiza de Aracena en 1553, pues se especifica que los habitantes de las aldeas aledañas siguieran siendo parroquianos de Galaroza.

Según Romero de la Osa, “si bien la Parroquia de la Inmaculada Concepción debe su aspecto final a las grandes obras producidas entre principios del siglo XVII y XVIII, como investigó Emilio Rodríguez Beneyto en su libro sobre la historia de Galaroza, anteriormente a ésta debió existir, un templo de reducidas dimensiones”, y el autor se adentra al conocimiento de las rentas, así como la comunidad de fieles y sacerdotes a finales del siglo XVI, a tenor de los datos más antiguos hasta ahora consignados.

Papel fundamental en este estudio es la Fábrica de Galaroza, término por el que se designan las rentas de mantenimiento de la iglesia. En 1594 arrojaron un total de 32.021 maravedíes que salían de las rentas de viñas, nogales y huertas, así como diferentes cantidades de dinero que aportaban los fieles para los gastos de aceite y cera para realizar las misas, ayudando también a los sacristanes que ayudaban en su concurso. Como se especifica en las cuentas que arroja el sacristán Juan Fernández, dicho dinero se empleaba en trigo para hostias, para enseñar la doctrina a los niños y a los monaguillos.

Dentro de las rentas, existía un montante para el mantenimiento de los sacerdotes y demás personal eclesiástico y personas sin recursos. A tal fin, el cura Juan Sánchez fundó el Patronato de Pan de los Pobres. Otro dato importante que arroja la documentación es la existencia de dos cofradías en Galaroza, la del Santo Rosario, que presentaba una renta de 1.214 maravedíes que su prioste, Juan González Muñiz, administraba para el mantenimiento de la cofradía y para misas; y la cofradía del Santo Sacramento, cuyo prioste fue Juan Fernández Alcalde.

Así, los testimonios ofrecidos por la documentación contable eclesiástica ponen de manifiesto que la iglesia y sus representantes aglutinaban varias esferas de la vida, desde la labor pastoral a los comportamientos sociales y materiales de los feligreses. Por tanto, para Romero de la Osa, “la iglesia suponía un marco identificador de la sociedad rural, ya que este estudio a micro escala permite avanzar la investigación de la Iglesia en la Sierra de Aracena de forma milimétrica pero muy útil para ir poco a poco desentrañando las formas sociabilidad serranas durante el siglo XVI”.