martes. 23.04.2024
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Descubren una nueva fotografía del retablo de Galaroza quemado en 1936

La Asociación Lieva documenta la historia de esta pieza de arte barroco desaparecida.
Descubren una nueva fotografía del retablo de Galaroza quemado en 1936

La tarea iniciada hace unos años por la Asociación Cultural Lieva para intentar desentrañar los entresijos de la historia de Galaroza en los años treinta del siglo pasado continúa dando frutos interesantes.

El último hallazgo ha sido una fotografía del altar mayor de la parroquia de la Purísima Concepción que se perdió en 1936. La imagen se ha encontrado al escanear la colección de Cesi Olivera, hija de Carmela y Félix y sobrina de Emilio Beneyto, antiguo párroco cachonero. Hasta ahora sólo se conocían dos fotografías de este retablo quemado en los albores de la Guerra Civil, que ya pertenecían al archivo de Lieva por donaciones de Antonio Vázquez y Emilio Rodríguez, quien atribuye una de ellas a Victoria Navarro, hija del alcalde republicano Luis Navarro. Pero esta nueva fotografía aporta una mayor visión que supera el retablo y presenta todo el altar mayor durante una celebración que parece la de la Inmaculada.

Animados por este descubrimiento, Lieva se ha lanzado a una investigación sobre el antiguo retablo destruido, que será publicada en un nuevo número de la revista cultural ‘La Regaera’. La obra perdida era de estilo barroco, datada en el siglo XVIII, tallado en madera de castaño de gran mérito y proporciones, fruto de la colaboración de artistas cachoneros y portugueses, según la investigación de Alfonso Pleguezuelo.

Este historiador cataloga la obra dentro de lo que se ha denominado ‘estilo nacional portugués’ e indica que los trabajos de instalación se datan a finales del siglo XVIII, impulsados por mandato del Arzobispo Jaime de Palafox y Cardona y financiados por los propios vecinos en gran parte. Emilio R. Beneyto aporta que en 1699 se produjo la tercera visita de Palafox a Galaroza, en la que se tomó la decisión de contruir un retablo en el Altar Mayor.

En 1690 se cuenta ya con las maderas necesarias, que habrían sido serradas por otro portugués, Pedro González, junto al cachonero Manuel Ruiz. El ensamblaje se concertó el 10 de enero de 1703 con los entalladores lusos Manuel Pinto y Custodio Álvares, que realizaban sus trabajos en la actual ermita del Carmen, cerrada al culto para tal fin. Los dorados se ordenan en 1713 y se prolongarían durante varios años.

En efecto, según el historiador serrano José María Sánchez, a principios del siglo XVIII hay datos de dos maestros portugueses trabajando en la Sierra, concretamente Pinto y Álvares, que viven en Galaroza, desde donde atienden encargos en poblaciones del entorno. Por ejemplo, retablos para Zalamea la Real, Castillo de las Guardas o Almonaster la Real, entre otros.

El contrato del retablo de Galaroza obligaba a los artistas a realizar tanto el marco arquitectónico como las esculturas que había de contener. El retablo sería “de perfil abocinado por la gran profundidad del presbiterio, cuenta con banco, tres calles y ático, siendo su nota más característica el empleo del orden salomónico que no sólo estructura las calles del cuerpo principal, sino que se prolonga por encima de la cornisa, curvándose para formar también el ático que cierra la composición”, según Sánchez.

Finalmente, tanto Pleguezuelo como Sánchez coinciden en que los maestros portugueses no ejecutaron las esculturas prometidas, teniendo el mayordomo que contratar estas tareas con el escultor sevillano Pedro Roldán. Tampoco Pinto y Álvares realizaron el ensamblaje, atribuido a otro artista luso, llamado Felix “el Portugués”. A finales del siglo XVIII el retablo tuvo que desmantelarse con motivo de obras de importancia en la parroquia.

Saltando varios siglos en el tiempo, la investigación se traslada al día  25 de julio de 1936, fecha funesta para el patrimonio religioso de Galaroza. Esa jornada, tan simbólica para la población al celebrarse la onomástica de su patrona, la Virgen del Carmen, fue incendiada la Ermita del Carmen y también la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción.

Algunos de los datos de esta tragedia son recogidos por el libro ‘La apostasía de las masas. Persecución religiosa en la provincia de Huelva’, aunque en su publicación final no incluye el catálogo de obras desaparecidas. No obstante, la Asociación Lieva lo ha localizado en la tesis doctoral del autor del libro, Juan Ordóñez Márquez, depositada en la Universidad Pontificia de Salamanca.

Según esta descripción, la pieza era “de estilo barroco, siglo XVII, todo tallado en madera de castaño, de mérito extraordinario, de proporciones colosales y de incalculable valor”. Además, en el templo ardieron siete retablos de estilo corintio, dorados y estucados, otro moderno y  todo dorado que ocupaba Nuestra Señora de los Dolores, otros dos retablos más, “un poco inferiores que los anteriormente mencionados, pero bastante buenos”, según el catálogo de Ordóñez. En total, se perdieron once retablos si hacemos caso a la descripción de este autor.

En cuanto a las imágenes quemadas, la relación continúa hablando de una talla del Patriarca San José, otra de San Ildefonso, San Agustín y de San Pantaleón. Numerosos objetos de culto entran en la lista, tales como seis blandones dorados, otros seis estucados, dos manifestadores dorados, una custodia de tres cuerpos, dorador, estilo corintio; un tenebrario, un órgano, un melodium marca Alexander, una peana de gran valor, tallada y dorada, gran cantidad de candelabros de madera y de bancos, así como otros enseres. Entre ellos, destacan los elementos de plata, como seis candeleros de más de un metro, cuatro candelabros de cuatro luces cada uno, con adornos simbólicos, de la Eucaristía, de uvas y espigas, y otros candeleros pequeños de metal. El patrimonio textil también sufrió menoscabo, con la desaparición de casullas de varios colores, dos planetas, capas, mangas, frontales, paños, manteles y sobremanteles.

En un informe municipal de la época se recoge el suceso y los bienes quemados, una relación sensiblemente inferior a la que se indica por parte de Ordóñez, apareciendo como “perjudicado” el Arzobispado de Sevilla. Según este documento, las personas sospechosas de participación en el delito fueron “desconocidos, varios extremistas de la localidad y forasteros, en su mayoría, a quienes les fue aplicado el Bando de Guerra. Y otros que sufren condena en diversos establecimientos penitenciarios”.

Tras la tragedia patrimonial, se intentó llenar el vacío en los templos para reanudar el uso religioso de los mismos en condiciones normales. En la parroquia, el retablo mayor fue sustituido por otro llegado desde la localidad sevillana de Estepa, donado por María Teresa Vázquez de Pablo, viuda de Osborne, que cuenta con una calle a su nombre en los alrededores de la iglesia que honra su labor benefactora hacia Galaroza. La obra de adaptación al hueco existente fue obra del carpintero cachonero Rafael Fernández Fernández, según los datos publicados por Emilio Rodríguez Beneyto.

Recientemente, el investigador Jorge Alberto Jordán Fernández ha cuestionado que el origen de esta obra llevada a Galaroza sea el Convento de la Victoria, como se tenía entendido hasta la fecha. Su version es que este retablo procedería de la antigua iglesia estepeña de la Concepción, que en sus comienzos fue una ermita edificada a mediados del siglo XVI a espaldas del antiguo hospital del Corpus Christi. La pieza sería realizada en los años centrales del siglo XVIII, coincidiendo con las obras realizadas en el templo a instancias del VII marqués de Estepa, y que su ejecución debió correr a cargo de uno de los talleres antequeranos que trabajaron allí durante esa época, el vinculado a Francisco Primo.

Este hallazgo fotográfico corrobora la importancia de la conservación del patrimonio documental. La Asociación Lieva sigue realizando una labor que le ha permitido escanear y atesorar alrededor de 30.000 fotografías y documentos antiguos de Galaroza, así como otras miles referidas a pueblos de La Sierra. Con este patrimonio, se ha configurado uno de los más amplios archivos comarcales que continúa aportando investigaciones de interés en diversos ámbitos.