viernes. 29.03.2024
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La operación Zacayón resucita lo peor de Doñana

La operación Zacayón reactiva los viejos y nuevos vicios que amenazan la Reserva de la Biosfera.
La operación Zacayón resucita lo peor de Doñana

La última delegación de la Unesco que llegó a Doñana para evaluar la salud ambiental de la Reserva de la Biosfera se encontró sobre la mesa una serie de problemas muy distintos a los habituales. Porque la vida en el Parque Nacional ha ido evolucionando tanto en los últimos años que los problemas clásicos ya no son los mismos, los que eran.

Hasta ahora, tal y como se puso de manifiesto en la 43 Sesión del Comité de Patrimonio Mundial celebrada en Azerbaiyán, el organismo internacional consideraba el agua como el principal problema para mantener la integridad del Espacio Natural. De hecho, la Unesco acordó vigilar la gestión y la planificación del recurso hídrico para evaluar su impacto en la biodiversidad del enclave.

El agua y el declive del acuífero suponía (y supone) la principal amenaza para la Reserva y la consiguiente degradación del humedal y la pérdida de biodiversidad, tal y como viene advirtiendo WWF.

Y es así. Eso ya se apuntaba en un sumario, el de la 'Operación Zacayón'. Un texto judicial que desvela la actividad de personas y entidades a las que se favorecía presuntamente desde el ala oeste de la Reserva de la Biosfera durante muchos años. Había impunidad allí y mucha, con las extracciones de agua y también con la suelta del ganado. Y también con la caza, por qué no decirlo. Hasta linces fueron abatidos en las fincas del entorno de Doñana. Zacayón no tiene nada que ver con la droga pero ha resucitado viejos fantasmas en Doñana. 

Pero ocurre que el Parque Nacional de Doñana y los 50 kilómetros escasos de costa virgen que discurren entre Mazagón y la desembocadura del Guadalquivir y la Punta del Malandar se están topando de un tiempo a esta parte con un convidado inesperado: la droga, los portes y porteadores que conocen las carencias y lagunas de vigilancia.

Un barco disponible las 24 horas del día para las operaciones de vigilancia desde Ayamonte hasta Torre la Higuera. Demasiado espacio para tan pocos ojos. Y como decía aquella ‘la noche es oscura y alberga horrores’.

Las ‘visitas’, inspecciones y registros de la Guardia Civil son cada vez más frecuentes en la Reserva y su área de influencia y están agitando la tranquilidad de las dunas. Hasta ahora acostumbradas más bien a la escasa presencia de la guardería forestal o las inspecciones propias de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.

La Estación Biológica de Doñana ya ha reconocido su preocupación por la proliferación de alijos de droga que, según sus propias palabras, han crecido de forma disparatada.

Sorprendió que los traficantes escondieran 17 fardos de hachís a apenas mil metros del palacio presidencial de Marismillas. Eso fue en agosto. Un mes después, otra operación de la Guardia Civil también se desarrolló en Doñana. El Servicio Marítimo de la Benemérita interceptó una embarcación semirrígida con tres motores que llevaba a bordo 120 fardos de hachís. Fueron incautados 3.800 kilos de estupefacintes. Desde entonces no se le quita ojo a la zona.

La gota que colmó el vaso fue la detención de un sargento del Seprona al que se relacionó y condenó por las operaciones de entrada de droga por Doñana y sus relaciones con una banda de narcotraficantes.

Los hechos desencadenaron una amplia investigación y desde entonces la Benemérita no ha cejado en su empeño para evitar que las arenas se conviertan en un coladero para las bandas.

No es solo este uno de los nuevos retos que afrontan los administradores del Parque Nacional para mantener los galardones internacionales y la marca de calidad.

La droga tiene poco que ver con la conservación de la naturaleza pero de asentarse este trasiego y tráfico en la Reserva y calar esta percepción, sí puede arruinar la imagen idílica que se tiene de la Reserva de la Biosfera en Europa.

Esta derivada también preocupa al status científico, investigadores y universidades que trabajan habitualmente en los arenales, lucios y caños de marismas del Parque Nacional donde se han detectado ya las ‘fuerabordas’ de los traficantes.

Prueba de que la Guardia Civil tiene puesto un ojo en el territorio de Doñana es la operación que se desarrolló en Isla Mayor, a tiro de piedra de El Rocío. Esta vez era una operación contra el urbanismo ilegal por la construcción presunta de naves de uso agrícola e industrial. Antes, la Guardia Civil ha precintado otras naves agrícolas en el área de influencia de Doñana que se utilizaban como guarderías de droga.

El problema que plantea todo este trasiego, a juicio de las organizaciones conservacionistas consultadas, es que la Reserva pierde efectivos que hasta ahora se dedicaban a la vigilancia de la normativa medioambiental para dedicarlos a la investigación de delitos que nada tienen que ver con la conservación de la naturaleza.

Aviso a la UNESCO

Por eso dieron un toque de atención a la delegación de la Unesco y en las reuniones de los organismos de control del Espacio Natural de Doñana.

La vida en Doñana parece que se está judicializando y no solo a causa de las inspecciones por el cierre de pozos ilegales sino también por la comisión de otros delitos que llevan un tiempo capitalizando la información que genera la Reserva. O la persecución de furtivos en el corazón del Parque, un clásico en las operaciones del Seprona junto al uso de venenos y artes de caza prohibidas.

Precisamente el año pasado fue especial en la lucha contra la presencia de venenos en el Parque. Entre los objetivos marcados que ahora han de valorarse para comprobar su cumplimiento aparece la lucha contra el uso de venenos. Porque WWF insiste en que esta práctica no se ha erradicado y han aparecido aves muertas por esta causa.

Ya no son solamente los linces los que corren peligro por los continuos atropellos en las carreteras del entorno, sino la imagen misma del Parque Nacional

Todo es cada vez menos medioambiental.

El colmo ha llegado en el desarrollo de operaciones de la Benemérita que han descubierto un sorprendente nexo de unión entre el denominado ‘robo del agua’ y el cultivo y tráfico de droga en el entorno del Parque.

Ahí están si no las operaciones desarrolladas en fincas de Almonte. Allí se desmanteló toda una plantación de marihuana que se abastecía del agua de un acuífero situado en pleno preparque. O la que se localizó en el Brazo de la Torre.