martes. 23.04.2024
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Opinión

Frikismo político

Todos estos conceptos asociados a un político suponen una combinación perversa y peligrosa. Para mí el antídoto contra el frikismo político es la humildad. La humildad es lo contrario del yo y el frikismo es puro yo.

Me encuentro en mi salón con mi tablet dispuesta a escribir mi artículo cuando empezando a teclear las letras me doy cuenta que tengo que ser políticamente correcta en algunos pensamientos sobre los que quiero escribir.  Hago esta apreciación antes de aseverar, desde el mayor de los respetos, que tenemos a nuestro alrededor una gran cantidad de los llamados frikis ostentando responsabilidades públicas.

Al hilo de esto, leía el otro día un artículo en el que señalaban que estábamos viviendo una etapa donde gran parte de la sociedad en cualquier continente tenía una marcada predilección por los que definía como personalidades frikis.

Esta sociedad, es cierto que estaría legitimando a estos personajes, si bien, su dimensión, su aparición y las causas de su atractivo merecen ser analizadas, así como las consecuencias que pudieran tener en el conjunto de la sociedad sus acciones.

Quizás alguien pueda pensar que estoy insultando con esta expresión, pero nada más lejos de la realidad, puesto que me refiero únicamente al frikismo como base de la acción y personalidad política. 

La palabra friki hay que entenderla como un adjetivo que significa extraño, extravagante o estrafalario. En nuestro país la utilizamos para referirnos a personas de apariencia o comportamientos fuera de lo habitual, interesada u obsesionada en un tema o hobby concreto.

Todos estos conceptos asociados a un político suponen una combinación perversa y peligrosa. Para mí el antídoto contra el frikismo político es la humildad. La humildad es lo contrario del yo y el frikismo es puro yo.

El otro día veía en televisión la entrevista que le hacían al futbolista del Athletic de Bilbao, Iñaki Williams, donde a través de su experiencia vital puso en valor la palabra humildad tan usada y manoseada o mejor dicho tan utilizada en su propio interés por demasiada gente.

Nunca en la vida deberíamos olvidar nuestros orígenes, nuestras raíces porque nos permite saber a dónde vamos y ser humildes a la hora de afrontar decisiones en nuestras vidas. La humildad es un valor primordial desde mi punto de vista que debe tener cualquier persona que esté relacionada con lo público.

Quizás esta falta de humildad es la causante de que el frikismo político esté muchas veces en lo más alto de la pirámide de valores para muchos. El frikismo no es más que un déficit de humildad y de honestidad hacia los demás. Honestidad es lo que le falta al friki político que sabe conscientemente que está engañando.

En estos tiempos y en el día a día de nuestras vidas, quién no se ha encontrado en su camino a personajes o personajillos para los que el ser reconocidos y admirados se convierte en una necesidad vital incluso a costa del sufrimiento ajeno o de la insensibilidad profunda.

La humildad es fundamental para servir a los demás porque combate el servilismo que es la clave para ser manipulado y ser utilizado por otros. Ser humilde es ser servicial, lo contrario de ser servil.

La falta de humildad también condiciona las decisiones que deben tomarse por parte de los dirigentes políticos a la hora de hablar unos con otros viéndose como enemigos y no como contrincantes. La falta de humildad provoca ver a tu prójimo como diferente e inferior a los demás. La falta de humildad se utiliza para tapar vergüenzas e incluso limitaciones en la toma de decisiones. La falta de humildad es la base del frikismo político.

El respeto, la empatía o el diálogo son grandes acompañantes de la humildad en cualquier persona y estoy segura que viviríamos con estos valores en un mundo más justo y mejor para todos.

Debería haber más personas que en cualquier ámbito de su vida se guiaran en sus palabras, en sus actos y en el transcurso del día a día en con la palabra humildad, entendida como ausencia de soberbia.

La humildad solo es posible cuando tenemos dignidad, valor tan denostado en los tiempos y en la sociedad en la que vivimos en la que parece que todo vale.

Para ser humilde se necesita GRANDEZA y eso, igual que el carisma, se tiene o no se tiene.