jueves. 28.03.2024
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Votamos con la razón o con el corazón

Votamos con la razón o con el corazón

Ya estamos en campaña electoral, suenan las cornetas y los tambores de guerra presagiando un cúmulo de contradicciones que nos hacen cada vez más complicado saber a quién votar. Unos porque prometen y no cumplen, otros porque dicen sin razón y conocimiento, otros porque no tienen nada que perder prometiendo; en definitiva, los votantes estamos en una sin razón que hace que pensemos: ¿votamos con el corazón o con la razón?

Decía Blaise Pascal que el corazón tiene razones que la razón no comprende, y es algo que vemos a diario, decisiones que se toman por no se saber qué razón reside más en nuestros sentimientos que, en nuestro pensamiento.

Sin embargo, en ocasiones, ambos poderes coinciden en nuestro pensamiento y no tomamos la decisión que nos piden a dúo, y es porque entra en juego un tercer factor, el miedo.

El miedo a seguir en paro, a perder nuestras pensiones, al futuro incierto de nuestros hijos, al incremento de las desigualdades sociales, a perder nuestra casa, y en resumen, a perder aquellos derechos que con tanto esfuerzo y trabajo hemos ido adquiriendo. Todo ello hace que condicionemos nuestro voto.

Estamos pasando una de las crisis más duras que han asolado nuestro país, y que sin lugar a dudas ha hecho reducir los derechos sociales y económicos de los ciudadanos, sobre todo de los más desfavorecidos. Cuando realmente veíamos cómo en lugar de atender y cubrir estas graves deficiencias sociales decidieron apostar por los bancos en vez de por las personas, y los rescataron a ellos en vez de a nosotros recompensando a aquellos que habían sido en parte participes de esta, una sin razón que no entiende nuestra razón, se apoderó de nosotros.

Nuestra razón nos hace a veces pensar quién puede cubrir estas necesidades sociales que hemos ido perdiendo poco a poco, esa necesidad genera un miedo que hace que nos dé más miedo perder lo que tenemos que conseguir lo que ansiamos. Esta razón ha hecho fuerte a los ciudadanos, sabemos que uniendo nuestras fuerzas podemos generar incertidumbre ante las tendencias políticas más tradicionales, generándoles inquietudes que hacen peligrar esa supremacía social. Nunca he sido partidario de las revueltas sociales, pero sí de defender lo justo.

Creo que eso nos ocurrió en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, el miedo de los ciudadanos a desperdiciar su voto nos hizo votar con el corazón, votando a partidos que reflejaban nuestras esperanzas e ilusiones, que sí tendrían fuerza para cambiar algo pero he aquí la gran sorpresa: transcurrido un tiempo de gracia, observamos cómo las ovejas vuelven a su redil. O sea, más de lo mismo. Nuestra razón entonces entra en acción, ¿volvemos a lo tradicional?

Los españoles queremos algo fácil y sencillo de entender, queremos cambiar, queremos una política enfocada a las personas que resuelvan nuestros problemas económicos, sociales. Da igual que sean de derecha, de izquierda o de centro, el plato de comida no tiene color.

Estamos siendo invadidos constantemente por las encuestas y las opiniones de los analistas políticos y éstas lo que demuestran es que los ciudadanos queremos algo nuevo y distinto que no vemos en el panorama actual. De ahí la gran franja de indecisos. Esta indecisión hace que los diferentes partidos apliquen todas sus estrategias tanto en el debate político, como en la publicidad, en medios de comunicación intentando llegar al corazón de los ciudadanos, apelando unos, al miedo, y otros, a la esperanza.

Los próximos días veremos cómo los candidatos dirigen todas sus acciones a vender su voto, cuando lo que tendrían que hacer es cubrir las necesidades que los ciudadanos que hoy en dia demandamos, con independencia del color o posicionamiento político. Lección de primaria de un buen vendedor: “ no vendas tu producto, sino cubre las necesidades de tus clientes”.

La razón hace que a usted y a mí nos dé igual el color o la tendencia política de quien nos resuelva los problemas. Un ejemplo de este enfrentamiento o contraposición de razón y corazón lo estamos viendo en estas elecciones en dos núcleos de nuestra población, los jóvenes y la tercera edad. Mientras que los primeros han sido el sector más castigado en esta última legislatura, los segundos son los más beneficiados de ésta. Es evidente que los jóvenes en esta próximas elecciones votarán con el corazón, castigando a aquellos cuyas políticas han hecho que muchos por falta de trabajo hayan tenido que volver a sus casas por su incapacidad de vivir de forma independiente, por su precariedad laboral, por su temporalidad en los contratos, por sus constantes períodos de paro hasta una nueva oportunidad que surge en función del trabajo estacional. Todo esto hace que se cronifique su situación dudando de llegar a tener algún día una carrera laboral convencional, sin tener esperanzas de un posible ahorro que les haga emprender la vida que quieren.

En el otro lado los menos castigados, la tercera edad. Nuestro país ha sufrido una crisis de déficit y deuda pública que ha obligado a recortar el gasto de las administraciones. Ante esta tesitura hemos visto cómo se ha priorizado el gasto dedicado a los mayores, mayores éstos que han visto cómo sus hijos vuelven a casa, pero no por Navidad, sino porque el mercado de trabajo no les ha dado una oportunidad.

Muchos ciudadanos no es que no tengamos claras las diferentes tendencias políticas, sino que no nos fiamos entre otras cosas porque en campaña se promete mucho y después la fuerza del dinero impera en la sin razón política.

Como ciudadanos y fuerza social podemos enmendar la plana. Debemos ejercer plenamente como ciudadanos, comprometernos con el tiempo que nos ha tocado vivir, actuar en consecuencia con nuestro modo de pensar y, por supuesto, exigir a nuestros políticos que acaben con las desigualdades.

A más de uno nos gustaría escuchar la famosa coletilla “puedo prometer y prometo”, y, si no la cumplen, ¡al paro señores!, que es lo que le sucede a todo trabajador o empresario que no desempeña fielmente su cometido.

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