sábado. 20.04.2024
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La Duquesa ya no lo es

Guerra entre hermanos. Es lo que parece hay tras la decisión del Rey de retirar el título de Duquesa de Palma a la Infanta Cristina, su hermana. La noticia se conoció a última hora del jueves y se producía casi un año después de que Felipe VI accediera a la Jefatura del Estado y proclamara, en su discurso de inauguración de reinado, que se abría una nueva etapa. Ya en ese acto del 19 de junio de 2014 se observaron diversos e importantes cambios formales, comparado con la coronación de Juan Carlos I 39 años atrás. Los gestos daban a entender que no se trataba de una continuación sin más, por mucho que fuese algo que sabíamos tenía que llegar, previsto en la Carta Magna. También las palabras nos ponían sobreaviso. “Una monarquía renovada para un tiempo nuevo” y “una conducta (de la Corona) íntegra, honesta y transparente” fueron los dos grandes mensajes que hizo llegar aquella mañana el rey Felipe.

En este tiempo hemos sido testigos de que poco tiene que ver esta Monarquía con la que se inició a la muerte de Franco y, sobre todo, la que se había instalado los últimos años de reinado de don Juan Carlos. A ello ha ayudado, y mucho, que la democracia está consolidada y que las personas son distintas. Entre estas me refiero no solo al rey. También ha tenido mucho que ver la reina Letizia –mal que les pese a los “jaimepeñafieles”-, una periodista que, más allá de comentarios “faranduleros”, ha revolucionado la Zarzuela. Algo se intuía cuando el día de la petición de mano, y en un momento en que ella estaba hablando, el que sería su marido quiso interrumpirla. No pudo. Se encontró con una “reprimenda” de Letizia, el ya famoso “déjame terminar”. Más de uno se quedó boquiabierto. “¿Quién es esta jovencita que se atreve a callar al Rey”?, pensaría más de uno. (En este punto hay que recordar que años después, ya como reina, mientras don Felipe defendía en Buenos Aires la candidatura de Madrid a los Juegos Olímopicos de 2020, mandó silencio a Jorge Moragas, a la sazón director de Gabinete del presidente del Gobierno, que estaba hablando por lo ‘bajini’ con el alcalde de Málaga y la alcaldesa de Valencia).

Bien, pues con todo faltaba algo que se demandaba desde los círculos periodísticos y políticos más “avanzados”. Si Felipe VI quería que la primera institución del Estado volviera a gozar de prestigio y confianza ante los ciudadanos, debía involucrarse más en los turbios asuntos que tenían como protagon¡sta a su cuñado, Iñaki Urdangarín, y, por añadidura, a su hermana Cristina, máxime cuando el ‘caso Noos’ sigue su curso. Ayer dio el primer paso: la duquesa de Palma ya no lo es.

Y ahí ha surgido la guerra entre hermanos o, al menos, las declaraciones encontradas. Horas después de darse a conocer la noticia, el abogado de la hija pequeña de Juan Carlos y Sofía, Miqel Roca, afirmaba que su defendida había renunciado ‘motu proprio’ en una carta remitida a primeros junio “por respeto al título y a la Corona”. La respuesta no se ha hecho esperar y desde la Casa del Rey se ha asegurado que dicha renuncia llegó ayer, 11 de junio, después de que don Felipe le comunicara personalmente la noticia por teléfono y antes que la opinión pública tuviese conocimiento de ella.

Se trata de un hecho de gran trascendencia y sin precedentes en la Monarquía española (y seguramente, en la extranjera, más encorsetada). Pero aun reconociéndolo así, el jefe del Estado ha de dar un paso más y no escudarse en que debe ser la Infanta quien lo haga. Felipe VI tiene la obligación de retirarle los derechos de sucesión al trono de España, mejor antes de que se siente en el banquillo acusada de dos delitos fiscales. El nuevo código de conducta de la Corona lo reclama. La decisión, como la que tomó ayer, es del Rey.

Ángel Ocaña Vicente
Director Mi Jardín, Bricolaje y Decoración, y Cómo Funciona

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